Las órdenes militares en las fuentes árabo-islámicas: de al-Andalus a Oriente

Las órdenes militares eran percibidas por los musulmanes, tanto en Occidente como en Oriente, y especialmente en el periodo a caballo entre los siglos XII y XIII, como instituciones imbuidas de una especial religiosidad y espiritualidad militar, característica que les llevaba a ser unidades ciertamente peligrosas en la batalla.


Javier Albarrán
Universidad Autónoma de Madrid


Detalle de una miniatura de la Chronica Majora de Mateo Paris. Wikimedia commons.

Desde 1130, aproximadamente, el islam andalusí tuvo que hacer frente a las órdenes militares –primero a las venidas de Tierra Santa y luego a las propiamente hispánicas–, unas nuevas instituciones que destacaban por su espiritualidad militar, siendo su principal objetivo la lucha contra los infieles, principalmente los musulmanes (1). A pesar de la importancia que tuvieron las órdenes militares en todo el proceso de conquista cristiana del territorio de al-Andalus, las referencias que de estas instituciones aparecen en las fuentes andalusíes y norteafricanas son muy escasas, sobre todo si las comparamos con el volumen de menciones que hay sobre las mismas en las fuentes árabes orientales que detallan los pormenores de la zona sirio-palestina.

Cronológicamente, la primera mención que podría hacer referencia a las órdenes militares hispánicas se encuentra en una carta almohade, editada y traducida a mediados del siglo XX por Lévi-Provençal, donde se recoge una incursión, fechada en 1173, de cristianos de Ávila por tierras islámicas. Entre las huestes atacantes habría unas tropas que la epístola llama ifrayr, “freires”. Este término hacía referencia en Oriente a los miembros de las órdenes militares, aunque no lo encontramos en las fuentes hasta un periodo más tardío, en concreto hasta finales del siglo XIII, ya en época mameluca. Aparece, por ejemplo, en el pacto de rendición que establece el sultán Baybars (m. 1277) con la guarnición del Krak de los Caballeros en 1271, o en el tratado que firma con Acre el soberano mameluco Qalāwūn (m. 1290) en el año 1283. No obstante, lo más probable es que el término se transmitiese de forma oral, o a través de fuentes que no se han conservado, del Oriente al Occidente islámico, dado que en el primer contexto las referencias son mucho más abundantes. En el caso de la carta almohade, bien podría estar haciendo referencia a los fratres de Ávila, milicia concejil sacralizada que en 1172 había pasado a formar parte de la orden de Santiago. En el mismo corpus epistolar, Lévi-Provençal editó otro texto, fechado esta vez en 1196, que recogía una de las expediciones islámicas producidas tras la batalla de Alarcos (1195) por tierras toledanas. Las tropas almohades se encontraron en Piedrabuena con un contingente cristiano en el que había también freires, ifrayr, probablemente calatravos, ya que esta orden poseía allí un castillo al menos desde 1187.

Las siguientes menciones a las órdenes militares hispánicas las encontramos ya en la cronística magrebí. Ibn Abī Zar‘ (m. c. 1320) dice lo siguiente en el contexto de la batalla de Las Navas de Tolosa (1212):

«Cuando Alfonso se cercioró de aquel estado de cosas y supo que el poder de los musulmanes se había debilitado y que su ardor por la guerra se había extinguido, se dispuso a tomar venganza. Levantó sus cruces insensatas en todos los países infieles, y acudieron los reyes cristianos con sus ejércitos magníficamente equipados, llenos de fuego para combatir. Se allegaron también los siervos de Santa María (‘ibād sānṭāmariyya), y en todos se vio un entusiasmo gentílico…» (2)

Rawḍ al-Qirṭās de Ibn Abī Zar‘. Leiden, Universiteitsbibliothek, inv. Or. 17.

Es decir, el autor fesí relata cómo los siervos de Santa María, probablemente miembros de la orden de Calatrava, acudieron a la llamada del rey castellano Alfonso VIII (m. 1214) para participar en la famosa batalla. Por su parte, el Bayān de Ibn ‘Iḏārī, redactado aproximadamente en 1312, recoge dos referencias relacionadas con el castillo calatravo de Salvatierra, cercado y conquistado por los almohades poco antes de Las Navas:

«La fortaleza conocida por Salvatierra, que había sido cogida en las redes de la Cruz y por cuyo deseo, pues estaba en medio del país, sufría el corazón de la fe musulmana, la había puesto la Cristiandad como unas alas para todo objetivo y la había preparado para las puertas de las ciudades como una llave; en sus alturas y hondonadas eran despreciados los ritos de Dios y la religión de la verdad estaba a su derecha y a su izquierda y delante y detrás de ella. La consideraban los infieles como su peregrinación (ḥaŷŷ) y su guerra santa (ŷihād) y la servían sus reyes, sus monjes (ruhbān) y sus ciudades y fluían a ella sus dírhemes y sus dinares y creían que ella protegía su morada y alejaba sus crímenes (awzār)».

«Pedimos a Dios la buena idea de sitiarlo y nos dedicamos a preparar los medios para forzarlo y dijimos: ‘Él [Salvatierra] es la mano derecha del señor de Castilla y si la cortamos se le quita este guía y su presunción de tener otros y no se dirigirá a ellos, pues se alzará la prueba más clara de su debilidad'».

Como se puede observar, el castillo de Salvatierra es descrito como un lugar de peregrinación y, por tanto, de veneración, así como de guerra santa, de ŷihād, para los cristianos. Es decir, se produce una combinación de conceptos –peregrinación y guerra santa– que nos acerca a las ideas de espiritualidad militar y del acto bélico como práctica ascética tan propias de las órdenes militares (y de la cruzada). Era, asimismo, una fortaleza servida por reyes, ciudades y monjes, convertida en “la mano derecha del rey de Castilla”.

Es evidente que esos “monjes” eran los calatravos que poseían en ese momento Salvatierra, y que, además, se habían constituido en una importante herramienta del poder real, quizá de ahí la referencia a “la mano derecha del rey”. Encontramos un interesante paralelismo a esta cuestión en Oriente: un espejo de príncipes persa escrito a mediados del siglo XII, en el entorno de las fundaciones religiosas de Nūr al-Dīn (m. 1174), y titulado Baḥr al-Favā’id, “Mar de preciosas virtudes”, que, además de incluir un capítulo sobre el ŷihād en el que se enfatizaba el aspecto espiritual, llamaba al líder turco a seguir el ejemplo de los reyes cristianos de Jerusalén, quienes siempre escuchaban el consejo de los monjes, ruhbān. Con este término, probablemente el anónimo autor de este tratado se estuviera refiriendo a las órdenes militares de Tierra Santa que, como sabemos, tenían una importante influencia en la corte jerosolimitana.

Esta idea de que el poder político cristiano parecía vinculado e incluso subordinado al religioso, es una cuestión recurrente en las fuentes árabes de las cruzadas, y se suele exponer de forma elogiosa. En una de las escaramuzas que tuvieron lugar durante la batalla de Acre, cuenta Ibn Šaddād (m. 1234), consejero y biógrafo de Saladino, que los cruzados maniobraron y formaron en posición de combate. En el centro estaba el rey con los evangelios delante de él, cubiertos con una tela de satín y sujetados por cuatro personas. Es decir, el rey luchaba subordinado a la religión y por esta, no por su propio interés. La misma idea da Ibn al-Aṯīr (m. 1233), gran cronista oriental, cuando dice que liderando la defensa de Jerusalén frente a Saladino (m. 1193) estaban Balián de Ibelín (m. 1193) –protagonista de la hollywoodiense “El Reino de los Cielos”– y el patriarca latino, “reverenciado por los cruzados y más importante que el rey”. Y es que el fervor religioso y la fe que percibieron los musulmanes de los cruzados llamó la atención de una forma positiva a los diferentes autores islámicos. ‘Imād al-Dīn (m. 1201), otro de los hombres cercanos a Saladino, comentaba lo siguiente sobre la movilización de los ejércitos cruzados con cierta admiración:

«No ha quedado ningún rey en sus países e islas, ningún gobernante o gran hombre, que no haya mantenido el ritmo con sus vecinos en la constitución de ejércitos y que no haya superado a su par en esfuerzo. Han sacrificado como si nada la sangre y vida de sus corazones en la defensa de su religión […] Hicieron lo que hicieron y sacrificaron lo que sacrificaron para defender aquello que veneran y para honrar sus creencias».

Ilustración de Saladino incluida en el manuscrito de una obra científica de Ismāʿīl ibn al-Razāz al-Ŷazarī (m. 1206). Wikimedia commons.

Quizá en este mismo sentido elogioso debido a su religiosidad tenemos que entender las referencias magrebíes a las órdenes militares. Como hemos visto, Ibn Abī Zar‘ expone que, frente a la extinción del ardor guerrero de los almohades, los cristianos, entre ellos los siervos de Santa María, llegaban “llenos de fuego para combatir”.

Por tanto, un vistazo a la perspectiva islámica oriental en torno a las órdenes militares nos puede ayudar a entender mejor las referencias a estas instituciones que aparecen en las fuentes del Occidente islámico. La primera mención aparece en la crónica del damasceno Ibn al-Qalānisī (m. 1160), donde se comenta la participación de hospitalarios y templarios en la batalla de Banyas en 1157. Para la orden de San Juan se utiliza el término isbitāriyya, una traslación del latín hospitalis. Por su parte, la orden del Temple recibe el apelativo de dāwiyya, un término oscuro que la mayoría de especialistas hacen proceder de devotus, concepto que describiría bien a estos freires. Por tanto, la primera aparición de estas órdenes militares en las fuentes árabes –que marcará una pauta muy generalizada en los próximos 150 años– se hace a través de términos individualizados para cada una de ellas, como en el caso de ‘ibād sānṭāmariyya para los calatravos.

El Krak de los Caballeros, Siria. Wikimedia commons.

En esta primera etapa la mayoría de las menciones que se hacen de estas instituciones son sencillas y en ellas no aparecen excesivos juicios de valor o miradas ideologizadas: son descritas como un tipo más de unidades militares cruzadas o de señores de castillos. Es decir, no se les presta ninguna atención especial ni se les supone ningún carácter específico. Sin embargo, a partir de 1180, coincidiendo con la escalada del antagonismo discursivo entre cruzados y musulmanes previo a la batalla de Hattin y a la reconquista de Jerusalén por parte de Saladino –y también a la mayor importancia que van teniendo las propias órdenes militares en el tablero de Tierra Santa–,estas instituciones cristianas comienzan a ser vistas con especial cuidado. Casi todas las referencias ven a los miembros de las órdenes como elementos especialmente peligrosos. Por ejemplo, Ibn al-Aṯīr entiende que Saladino, al ejecutar a templarios y hospitalarios tras la batalla de Hattin, ha salvado al pueblo islámico de un poderoso mal, ya que son los más fieros de todos los cruzados. Este es el momento, como hemos visto, en el que aparecen las primeras menciones a órdenes militares en las fuentes del Occidente islámico, coincidiendo también con su naciente y creciente actividad allí, así como con un momento de profundo énfasis discursivo en la violencia religiosa. No debemos olvidar que uno de los pilares de legitimación del movimiento almohade era la guerra santa, y que la cruzada estaba ya totalmente integrada en los reinos cristianos peninsulares como herramienta política.

La batalla de Hattin representada en un manuscrito del siglo XIII de la Chronica Majora de Mateo Paris. Wikimedia commons.

Abū al-Ḥasan al-Harawī (m. 1215), viajero y consejero de Saladino, escribió para el sultán ayyubí un tratado sobre la guerra en el que llamaba a los miembros de las órdenes militares “monjes”, ruhbān, al igual que veíamos hacer a Ibn ‘Iḏārī, y los describía como poseedores de un gran fervor religioso y un especial alejamiento del mundo, lo que les convertía en una peligrosa amenaza en el enfrentamiento por su total devoción a la causa cristiana. Es decir, al igual que veíamos antes y podíamos también detectar en el caso de las fuentes magrebíes, se subraya de nuevo su religiosidad y espiritualidad en cierto modo de manera elogiosa, ya que es la causa de su fiereza en el combate.

No obstante, sobre las órdenes militares aparecieron también algunos relatos en cierto modo “amistosos”. Usāma b. Munqiḏ, caballero musulmán de linajuda familia, comenta en sus “memorias” cómo un templario le habría ayudado a rezar en la mezquita de al-Aqṣà, sede en aquellos momentos del Temple, en contra de la opinión de unos cruzados recién llegados. Esta anécdota pone de relieve una realidad conflictiva en el seno del reino latino: por un lado, los cruzados que más tiempo llevaban en Tierra Santa o que incluso habían nacido ya en Outremer, entre los que en ocasiones se encontrarían los freires de las órdenes militares, eran partidarios de una relación menos tensa con los musulmanes; por otro, los europeos recién llegados a Palestina rechazaban los pactos con los infieles y buscaban la confrontación directa y sin concesiones.

En cuanto a la terminología utilizada en las fuentes islámicas para designar a las órdenes militares –que también se amplió a partir de las últimas décadas del siglo XII–, además de los términos individualizados ya comentados, así como el de “monjes” (ruhbān), apareció también el de ijwān, hermanos, una traducción directa de fratres. Asimismo, y haciendo gala de un profundo conocimiento del funcionamiento de estas instituciones, los textos árabes dirán que los freires vivían en casas monásticas, bayt, así como que obedecían directamente al papa.

Representación de las órdenes militares en las Cantigas de Santa María.

Las órdenes militares eran así percibidas por los musulmanes, tanto en Occidente como en Oriente, y especialmente en el periodo a caballo entre los siglos XII y XIII, como instituciones imbuidas de una especial religiosidad y espiritualidad militar, característica que les llevaba a ser unidades ciertamente peligrosas en la batalla. Asimismo, eran también entendidas como un importante instrumento del poder real, al que aparecen muchas veces vinculadas. Por otro lado, y aunque el arco temporal de interacción con los musulmanes fue mayor en el contexto peninsular, es en Tierra Santa donde más referencias encontramos a los freires. Es posible que esto se deba al carácter más independiente –menos integrado en huestes de mayor tamaño y heterogeneidad– con el que allí operaron principalmente templarios y hospitalarios, lo que habría permitido su mayor individualización en las fuentes islámicas.


Notas:

  • (1) No obstante, y debido a la complejidad propia de los contextos medievales que en numerosas ocasiones se desentiende del discurso ideológico e incluso lo contradice, muchas veces las órdenes militares contaron entre sus huestes con tropas auxiliares musulmanas o permitieron el asentamiento de población islámica en sus señoríos.
  • (2) Las traducciones son del autor apoyándose, en algunas ocasiones, en las realizadas previamente por Ambrosio Huici Miranda para las fuentes magrebíes.

Para ampliar:

  • ALBARRÁN, J. (2017): El sueño de al-Quds. Los musulmanes ante la conquista cruzada de Jerusalén. Madrid, La Ergástula.
  • AYALA, C. de (2003): Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV). Madrid, Latorre Literaria-Marcial Pons.
  • GABRIELI, F. (1969): Arab Historians of the Crusades. Suffolk, The Chaucer Press.
  • HAMBLIN, W. J. (2001): «Muslim Perspectives on the Military Orders during the Crusades», BYU Studies Quarterly, 40(4), pp. 97-118.
  • LEWIS, K. J. (2017): «Friend or Foe: Islamic Views of the Military Orders in the Latin East as drawn from Arabic Sources». En CARR y SCHENK: The Military Orders vol. 6: Culture and Conflict in the Mediterranean World. Abingdon, Routledge, pp. 20-29.