La Reconquista, un concepto tendencioso y simplificador

La fuerte toxicidad derivada de la pesada carga ideológica nacionalcatólica de la Reconquista es una de las razones principales que obligan a rechazar la idoneidad del concepto


Alejandro García Sanjuán
Universidad de Huelva


Cabecera del periódico carlista La Reconquista, 10 de febrero de 1873

En España se ha atribuido a la noción de Reconquista una relevancia fundamental en la explicación del período medieval peninsular. Se trata de un concepto que, de hecho, ha servido para caracterizar el conjunto de dicho período ya que, según quienes lo defienden, permite articular el desarrollo del proceso histórico que transcurre entre los siglos VIII y XV, desde la conquista musulmana de 711 hasta la de Granada por los Reyes Católicos en 1492.

Esta fue, de hecho, la perspectiva que adoptó a mediados del siglo XX C. Sánchez-Albornoz (1893-1984), para quien la Reconquista fue la auténtica ‘clave’ de la historia de España. Sus planteamientos han sido asumidos de manera acrítica por buena parte de la historiografía española posterior, pese a que la fuerte influencia de sus ideas españolistas y religiosas convierten a dicho autor en el paradigma de la historiografía nacionalcatólica española de su época.

A pesar de la amplia vigencia actual de la noción de Reconquista, tanto en medios académicos como extraacadémicos, a mi juicio existen numerosas razones que obligan a cuestionar su idoneidad o pertinencia. A continuación me propongo ofrecer una breve exposición resumida de algunas de dichas razones, una exposición necesariamente esquemática en la que me limitaré a establecer los elementos básicos de cada uno de mis argumentos.

La idea de la conquista de al-Andalus en los textos medievales

A raíz de la conquista musulmana de la Península a comienzos del siglo VIII, textos latinos elaborados en los territorios no controlados por los musulmanes registran la idea de la necesidad de combatirlos e incluso expulsarlos del territorio. Estos textos son obra de clérigos cristianos que actúan en el entorno de las incipientes autoridades políticas que tratan de afirmarse y legitimarse frente al poder de los soberanos Omeya de Córdoba.

Las más antiguas manifestaciones de estas ideas aparecen en textos elaborados en la corte de Oviedo, capital del reino de Asturias, a partir del siglo IX. Estos textos mencionan la idea de salus Spaniae, la salvación de Spania, así como la de la expulsión de los musulmanes del territorio peninsular: ‘con ellos los cristianos día y noche afrontan la batalla y cotidianamente luchan, hasta que la predestinación divina ordene que sean cruelmente expulsados de aquí’ (Crónica Albeldense, finalizada en 881).

Mucho tiempo más tarde, en el siglo XI, algunos textos árabes nos permiten apreciar que la existencia de ese proyecto cristiano de liquidación de la presencia islámica estaba lo suficientemente difundido como para que los propios musulmanes tuviesen conocimiento del mismo. Así lo revelan las Memorias de Abd Allah, soberano de la taifa Zirí de Granada, obra en la que reproduce lo que le comentó en cierta ocasión Sisnando, visir del rey Alfonso VI de Castilla y León:

«Al-Andalus —me dijo de viva voz— era en principio de los cristianos, hasta que los árabes los vencieron y los arrinconaron en Yilliqiya, que es la región menos favorecida por la naturaleza. Por eso, ahora que pueden, desean recobrar lo que les fue arrebatado, cosa que no lograrán sino debilitándoos y con el transcurso del tiempo, pues, cuando no tengáis dinero ni soldados, nos apoderaremos del país sin ningún esfuerzo».

También en el siglo XI se contextualiza otro texto de sentido muy similar que registra una crónica árabe más tardía, obra del autor magrebí Ibn Idhari. En dicho texto, Fernando I, conde de Castilla y rey de León, aparece dirigiéndose en los términos siguientes a los habitantes de Toledo cuando trataba de lograr que le pagasen las parias o tributos que quería imponerles:

«Nosotros hemos dirigido hacia vosotros [sufrimientos] que nos procuraron aquellos de los vuestros que vinieron antes contra nosotros, y solamente pedimos nuestro país que nos lo arrebatasteis antiguamente, al principio de vuestro poder, y lo habitasteis el tiempo que os fue decretado; ahora os hemos vencido por vuestra maldad. ¡Emigrad, pues, a vuestra orilla [allende el Estrecho] y dejadnos nuestro país!, porque no será bueno para vosotros habitar en nuestra compañía después de hoy; pues no nos apartaremos de vosotros a menos que Dios dirima el litigio entre nosotros y vosotros».

Estos y otros textos que contienen obras medievales muy diversas permiten comprobar que las elites políticas y religiosas cristianas concibieron el proyecto de combatir a los musulmanes y de liquidar su presencia en territorio peninsular. Se trata de un hecho perfectamente documentado y que está fuera de toda duda.

Sin embargo, lo que los historiadores españoles modernos han entendido por Reconquista es, en realidad, algo muy distinto a eso, algo que incluye esa idea de conquista pero que, además, va mucho más allá, lo cual obliga a distinguir cuidadosamente entre las ideas medievales de conquista y liquidación de al-Andalus y el concepto moderno de Reconquista.

La idea de Reconquista en la historiografía moderna

Las diferencias comienzan desde el propio término. En los textos medievales no se usa la palabra ‘reconquista’ para referirse a ese proyecto político y militar de liquidación de al-Andalus, salvo algunas escasas excepciones que no pueden, en absoluto, generalizarse. Por lo tanto, el término ‘reconquista’ como forma de designar la guerra contra los musulmanes no puede ser considerado de origen medieval, ni mucho menos como la forma medieval de denominar la ‘ideología’ que habría sustentado dicho proyecto.

Los partidarios de la idea de Reconquista responden a este argumento a través de la diferenciación entre término y concepto: aunque se admite que la palabra ‘reconquista’ apenas se usa en los textos medievales, la idea sí sería de origen medieval. En realidad, este planteamiento es muy discutible. Como afirma el historiador mexicano M. Ríos ‘el concepto no fue inventado en la Edad Media, sino que fue inventado en el siglo XIX. Y es que las palabras solo pueden nombrar y enunciar a las cosas cuando éstas existen y si antes del siglo XVIII no se utilizó nunca el vocablo reconquista para designar el enfrentamiento entre los reinos hispano-cristianos y Al-Andalus, se debe a que el concepto, como tal, tampoco existía’.

Lo acertado de este razonamiento queda mucho más claro si analizamos las definiciones que se han dado de la idea de Reconquista a lo largo del tiempo. Tomaré como referencia la definición más básica, la del diccionario de la Real Academia de la Lengua, en el que la acepción de la palabra ‘reconquista’ con el significado específico que se le ha dado en España solo se incorpora en una fecha tan tardía como 1936, siendo definida como ‘recuperación del territorio español invadido por los musulmanes y cuyo epílogo fue la toma de Granada en 1492’.

La idea de ‘recuperación del territorio español invadido’ implica dos cosas: que España ya era una entidad existente en el momento de la conquista islámica y que los musulmanes habían arrebatado de forma ilegítima el territorio a los españoles. Esta definición resulta muy reveladora de la idea de la Reconquista tal y como había sido concebida y utilizada hasta ese momento. Se trata, por lo tanto, de una noción que pertenece a la lectura del pasado peninsular elaborada por el nacionalcatolicismo español. Dada esa íntima conexión ideológica, no resulta en absoluto extraño que Franco se sirviese de la idea de Reconquista para justificar su golpe de Estado contra la República, siendo elogiado por sus propagandistas como ‘caudillo de la nueva Reconquista’ (poema de Manuel Machado): si la Reconquista medieval había servido para ‘liberar’ a ‘España’ de los moros, la llevada a cabo por Franco haría lo propio respecto a rojos, ateos y masones.

La plena compatibilidad de la idea de Reconquista con el nacionalcatolicismo queda asimismo de manifiesto en la figura de Sánchez-Albornoz, como ya se dijo con anterioridad. Esta conexión no es una mera casualidad, sino que responde al hecho de que la Reconquista, lejos de ser una idea medieval, es un concepto creado por el nacionalcatolicismo a partir del siglo XIX.

La fuerte toxicidad derivada de la pesada carga ideológica nacionalcatólica de la Reconquista es una de las razones principales que obligan a rechazar la idoneidad del concepto. Muchos especialistas actuales consideran que, superado hoy día el paradigma nacionalcatólico, la Reconquista ha quedado desideologizada y puede ser perfectamente válida como un concepto historiográfico ‘neutro’. En realidad, este argumento resulta muy cuestionable. En primer lugar, no es cierto que dicho paradigma haya quedado postergado. Al contrario, en los últimos tiempos ha recibido un fuerte impulso, como revelan ejemplos recientes. De hecho, basta echar un vistazo a las redes sociales y a mucha de la literatura (o seudo-literatura) que se publica sobre el tema para comprobar que la Reconquista sigue siendo entendida por muy amplios sectores en su estricto sentido original nacionalcatólico.

De hecho, la conexión de la Reconquista con la idea de unidad nacional se mantiene vigente, incluso en la historiografía académica actual. Así lo revela, por ejemplo, Serafín Fanjul, cuando en su Al-Andalus contra España afirma que ‘en ningún otro país europeo se vivió la necesidad de guerrear contra los infieles con la necesidad acuciante, como tarea colectiva, con que se sintió en España. Chicos y grandes percibieron el esfuerzo a largo plazo que implicaba la restauración histórica’.

La idea de la guerra contra los infieles como ‘tarea colectiva’ sentida de igual manera por ‘chicos y grandes’ no deja de ser una simple reformulación de la noción de Reconquista como lucha de liberación nacional, tal y como fue definida por los historiadores decimonónicos. En realidad, dicha ‘tarea colectiva’ no fue nunca tal, ya que la guerra fue siempre el asunto que ocupó, de forma exclusiva, a las elites medievales, es decir, monarquía, nobleza y alto clero.

El ejemplo citado no representa un caso aislado. Hace doce años, el medievalista J. Valdeón publicó un libro cuyo título, de nuevo, vuelve a revelar que la conexión entre la Reconquista y la idea de España sigue estando vigente en la historiografía española más reciente: La Reconquista. El concepto de España: unidad y diversidad.

Fuera del ámbito académico, la conexión de la Reconquista con la noción de unidad nacional está mucho más generalizada, ya que sigue plenamente vigente en amplios sectores sociales, políticos y mediáticos conservadores. Por ejemplo, recientemente, el célebre propagandista ultraderechista Pío Moa ha publicado La Reconquista y España.

Con la Reconquista, por lo tanto, ocurre algo similar a lo que ha sucedido con el franquismo: muerto el dictador, muchos pensaron que sus ideas acabarían desapareciendo por sí solas, con el paso del tiempo. En realidad, como sabemos, en 1975 murió Franco, pero no el franquismo.

La Reconquista frente a las complejas realidades históricas medievales

La naturaleza nacionalcatólica de la Reconquista revela que se trata de un concepto muy alejado de las realidades medievales y, por lo tanto, escasamente útil para definirlas. A continuación trataré de resumir algunos de los argumentos que, a mi juicio, invalidan la capacidad explicativa de dicha noción.

El medievo peninsular representa un período de enorme complejidad y riqueza. Reducirlo al proyecto cristiano de liquidación de la presencia musulmana equivale, en buena medida, a ignorar esa diversidad ya que, de entrada, se está ignorando la perspectiva musulmana sobre ese problema. La idea de Reconquista supone la consideración de la presencia musulmana como mero objeto de conquista, soslayando, así, una parte sustancial del período medieval, sin la cual resulta sencillamente imposible entender esa etapa histórica.

Más aún, hablar de ‘re-conquista’, en lugar, simplemente, de ‘conquista’, implica, en última instancia, asumir el propio proyecto ideológico cristiano. Por lo tanto, la Reconquista supone la deslegitimación de la presencia musulmana y la legitimación de su destrucción, algo que claramente contradice el presunto uso ‘neutral’ que afirman sus defensores actuales y revela la fuerte tendenciosidad inherente al concepto.

Tanto la tendenciosidad como la renuncia a la complejidad han tenido, de hecho, consecuencias muy desfavorables para el conocimiento histórico. El Medievalismo español, profundamente apegado a la noción de Reconquista, ha tendido de manera sistemática a ignorar las realidades propias de la sociedad musulmana, que ha quedado tradicionalmente excluida del ámbito de dichos estudios, cercenando, así, una parte sustancial del medievo ibérico. Aunque es cierto que, en la actualidad, esta situación ha experimentado algunos cambios importantes, sigue habiendo una abrumadora preferencia de los medievalistas por las realidades cristianas, de modo que los estudios de al-Andalus tienen una presencia muy marginal en esa disciplina académica, algo que no resulta razonable a comienzos del siglo XXI.

Otro de los problemas que plantea el concepto de Reconquista es que tiende a presentar una visión excesivamente lineal y plana del proceso histórico. El proyecto de liquidación de la presencia musulmana no se llevó a cabo sin vacilaciones, cambios y alianzas estratégicas. La pretensión de otorgar continuidad lineal y unidad a un proceso tan prolongado en el tiempo fue lo que llevó ya en 1921 a Ortega y Gasset a afirmar en su España invertebrada que no entendía cómo se puede llamar reconquista a algo que dura ocho siglos. El continuismo lineal que la idea de Reconquista introduce en el análisis historiográfico resulta incompatible con la extrema complejidad de las realidades medievales, y ello es una razón de peso para cuestionar seriamente la validez de este concepto.

Pero la idea de Reconquista no solo representa un ejercicio de simplificación, sino que resulta, en muchos casos, un concepto distorsionador a la hora de definir la propia realidad de la conquista cristiana. Pensemos, por ejemplo, en ciudades como Murcia, Almería o Badajoz, que fueron fundadas por los musulmanes: ¿cómo hablar de ‘reconquista’ de unas ciudades que nunca fueron ‘conquistadas’, ya que surgieron con posterioridad a la irrupción musulmana? Tal vez el caso más significativo a este respecto sea el de la propia ciudad de Granada, también fundada por los musulmanes, y cuya conquista por los Reyes Católicos en 1492 se considera, tradicionalmente, la culminación de la Reconquista.

De hecho, la conquista del territorio musulmán peninsular forma parte de un proceso más amplio de expansión protagonizado por las distintas monarquías peninsulares que, en el caso de la Corona de Castilla, por ejemplo, incluyó, en la época de los Reyes Católicos, territorios como las Islas Canarias, que nunca antes habían sido cristianas, o como el Reino de Navarra, tan cristiano como cualquiera de los demás reinos peninsulares. Algo similar cabría decir de la ciudad norteafricana de Melilla, ocupada en 1497 por una flota organizada por el Duque de Medina Sidonia ¿En qué se diferencia la conquista del Emirato Nazarí de Granada de la de las Canarias, Navarra o Melilla?, ¿por qué deberíamos singularizar a la primera considerándola Reconquista, cuando, en realidad, todas forman parte del mismo proceso histórico de expansión de la Corona de Castilla a finales del siglo XV?

Esta distorsión de la realidad histórica se acentúa mucho más cuando, como se sigue haciendo hoy día, se pretende conectar la liquidación de al-Andalus con el restablecimiento de la unidad territorial peninsular. Si es cierto que el proyecto cristiano de destrucción de la presencia musulmana implicaba la idea del restablecimiento de la unidad del reino visigodo de Toledo, debe admitirse que ese ideal nunca llegó a concretarse de manera efectiva. La Hispania anterior a la conquista musulmana de 711 quedó dividida de forma definitiva en diversas entidades políticas. La unidad dinástica creada por los Reyes Católicos a finales del siglo XV entre las coronas de Castilla y Aragón no supone la superación de esa división, ya que el reino de Portugal se afirmó desde el siglo XII de manera definitiva como una entidad independiente.

La vieja Hispania romana y visigoda nunca volvió a estar integrada territorialmente después de 711. La idea de la Reconquista, que fue inventada por el nacionalismo español decimonónico con la intención de establecer un sentido de continuidad entre Hispania y España, resulta totalmente errónea, ya que dicha continuidad es una mera ficción que no se corresponde con la realidad histórica. Hispania y España son realidades históricas completamente distintas y la Reconquista no supuso la superación de esa ruptura.

En definitiva, en el mejor de los casos, la Reconquista es un concepto simplificador y tendencioso, que se remite en exclusiva a la perspectiva cristiana del proceso histórico medieval peninsular, ignorando la musulmana, mientras que, en el peor, constituye la máxima expresión del mito nacionalcatólico del origen de España, lastrado por una pesada carga ideológica fuertemente tóxica que sigue alimentando en la actualidad discursos sectarios y xenófobos. Debido a ambas razones, parece razonable plantear la necesidad de prescindir, de forma definitiva, de la noción de Reconquista.

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