Los historiadores medievales del mundo islámico rara veces escribieron sobre mujeres, a excepción de algunas que pertenecían a la clase dominante, ya sea por nacimiento o como la esclava que daba a luz al heredero del emir (umm walad). Estas mujeres fueron conmemoradas por su generosidad con sus familias y como donantes a mezquitas y otras instituciones piadosas. En cambio, este artículo tiene que ver con dos mujeres que no son musulmanas ni tampoco están casadas con musulmanes
Ann Christys

Los historiadores medievales del mundo islámico rara veces escribieron sobre mujeres, a excepción de algunas que pertenecían a la clase dominante, ya sea por nacimiento o como la esclava que daba a luz al heredero del emir (umm walad). Estas mujeres fueron conmemoradas por su generosidad con sus familias y como donantes a mezquitas y otras instituciones piadosas. En cambio, este artículo tiene que ver con dos mujeres que no son musulmanas ni tampoco están casadas con musulmanes. La primera es la esposa anónima de un gobernante vikingo que se entretenía con un poeta, Yahya b. Hakam al-Yayyani (de Jaén, m. 864), muy conocido en las cortes de cinco emires de al-Andalus. Recibió el apodo de al-Gazal (la gacela) tal vez por su belleza, pero el nombre podría también referirse a un género lírico árabe sobre el amor. La segunda mujer, a quien le han dado el nombre de Berta, es una reina de los francos que envió una carta al califa abbasí al-Muktafi (902-908) en Bagdad con una propuesta de matrimonio. Los dos relatos proceden de la literatura islámica (adab), un campo del saber que abarcaba aspectos diversos, aparte de los más obviamente ligados a la religión, como los dichos del Profeta, la exégesis del Corán y la ley islámica. El adab se producía en el mismo entorno que las ciencias religiosas y, a veces, por los mismos sabios. Ofrecía tanto lecciones morales como entretenimiento, como ilustran los casos de las dos reinas.
Al-Gazal y la reina vikinga
La curiosa historia de la embajada de al-Gazal a la corte de un rey vikingo se encuentra en una antología de versos de unos 120 poetas, la mayoría de al-Andalus, compilada en Egipto. Su autor andalusí, Ibn Dihya (m. 1225), contó episodios de la vida de los poetas como introducción a sus versos – aunque tanto los lectores medievales como los modernos han llegado a la conclusión de que se inventó una parte, quizá la mayor parte, de este material. Según Ibn Dihya, leyó la historia de la embajada en un poema épico (hoy perdido, salvo algunos fragmentos) cuyo autor la escuchó del propio poeta. Ibn Dihya cuenta que, tras el primer ataque vikingo a al-Andalus en 845, «los representantes diplomáticos del rey de los vikingos (mayus en árabe) vinieron al emir Abd al-Rahman II buscando la paz tras haber evacuado Sevilla y destruido sus alrededores […] Este decidió aceptar su petición. Ordenó a al-Gazal que fuera a esta misión con los representantes diplomáticos de su rey». El poeta navegó sufriendo tormentas terribles hasta que llegó a una gran isla en el océano, a tres días de viaje de al-Andalus. Desafortudamente no existe prueba alguna de la veracidad de este viaje. Posiblemente se base en una embajada anterior a Constantinopla que, según se dice, emprendió el poeta. Tal vez Ibn Dihya leyó un relato de la embajada de al-Gazal a Constantinopla seguido de noticias de los vikingos; una yuxtaposición semejante puede encontrarse en la obra de un historiador posterior. En cualquier caso, el relato fue escrito o reescrito no antes del siglo XI, cuando el autor podía decir de los habitantes de Escandinavia que «los vikingos eran paganos, pero ahora son cristianos».
El emir eligió a al-Gazal para la misión, «teniendo en cuenta su agudeza, astucia, la habilidad para la réplica, el valor y audacia y su entrada y salida por todas las puertas». Prueba literal de ello se demuestra en el momento de la llegada a la corte vikinga, cuando el rey intenta rebajar a su visitante haciéndole entrar por una puerta muy baja. El emperador bizantino había planteado a al-Gazal el mismo desafío. En ambos casos, al-Gazal decidió entrar en presencia del soberano con los pies por delante, un grave insulto a la dignidad real. El encuentro del poeta con la reina vikinga imita su primera visión de la emperatriz bizantina, cuando el poeta quedó mudo ante los encantos de ella, pero recuperó el sentido a tiempo para componer un poema en su honor. En la corte vikinga, al-Gazal halaga a la reina con un verso que comienza así: «Tú (es decir, el poeta) tienes que resistir, oh corazón mío, a un amor que te turba y contra el que te defiendes como un león. Estás enamorado de una reina vikinga, que nunca deja que se ponga el sol de la belleza, y que vive en el extremo menos visitado del mundo». No consta la respuesta del rey al escandaloso comportamiento del poeta y la reina.

Aquí, y para subrayar que su antología se centro en la poesía y no en los anécdotas sobre sus autores, Ibn Dihya interrumpe la narración para lamentar el olvido en que han caído los versos de al-Gazal, simplemente porque el poeta era andalusí y no oriundo del mundo islámico oriental. Y luego la trama tiene un giro imprevisto. Al-Gazal bromea con la reina sobre sus canas. Parece que es demasiado viejo para cortejar a una dama. Es el momento de presentar otro poema de al-Gazal, sobre las locuras del amor entre un anciano y una joven amante, que dictamina que «la pasión juvenil no es buena para un anciano» y describe al amante como «demasiado viejo a los cincuenta años». El poeta ha puesto a la reina en una posición difícil. Ella no está protegida de la mirada del desconocido, como lo habría estado una mujer musulmana, ni de insinuaciones inapropiadas. Pero la reina no parece haberse dado cuenta. Quizás las mujeres así están acostumbradas a coquetear. Ibn Dihya describe a la reina vikinga utilizando los estereotipos de la libertad sexual de las mujeres no musulmanas y la falta de celos de sus hombres que se pueden encontrar en los relatos de otros viajeros musulmanes como Ibn Fadlan. Ibn Dihya añade una relación de las costumbres raras de los vikingos que incluye el culto al fuego, los matrimonios incestuosos y los divorcios frecuentes, porque los hombres pasan años en el mar. Como embajador y poeta, al-Gazal funciona doblemente como intermediario para sus lectores musulmanes. Muestra a la reina bárbara de un lugar lejano como una tentación especialmente peligrosa que los buenos musulmanes deben evitar. La historia de la reina de los francos aporta otra serie de advertencias sobre los peligros de estas mujeres.

La reina de los francos
La versión más antigua de la carta de la reina de los francos al califa se conserva en el Libro de Regalos y Rarezas compuesto en el siglo X en Irak. Los regalos eran un tema popular dentro del adab. Muchas obras enciclopédicas incluyen un capítulo sobre el regalo y se escribieron libros dedicados al mismo tema. Suelen comenzar con los regalos del Profeta e incluyen anécdotas sobre personajes conocidos de la historia, la mayoría de ellos musulmanes, pero también figuran emperadores bizantinos y otros no musulmanes. Entre los títulos de los capítulos del Libro de Regalos y Rarezas figuran: ‘Los que hicieron un regalo acompañado de un poema’; ‘Los que hicieron un regalo no acompañado de un poema’; ‘Los que criticaron lo que se les dio, en verso o en prosa’; ‘Los que pidieron algo como regalo y se les negó o se retrasó y lo criticaron y se les hizo esperar, en verso’. Parece que en todas estas situaciones había lecciones que aprender.

La versión más antigua de la historia de la reina de los francos consiste en su carta con una breve introducción; las versiones posteriores describen una carta escrita en seda y dan detalles de la entrega de la carta al califa, su traducción al árabe y la respuesta del califa. El episodio comienza así: «…… Berta, hija de al-Awtari, reina de los francos, escribió una carta a al-Muktafi en la que describía los regalos que enviaba con ella». Esta Berta se ha identificado con una hija del soberano carolingio Lotario II (855-869), esposa de Adalberto, marqués de Toscana, identificación apoyada en el hecho de que sus fechas coinciden con las del reinado de al-Muktafi. Esta conclusión es inverosímil por varias razones, pero aquí sólo se tratará la cuestión del nombre de la reina. Ni en el Libro de Regalos y Rarezas ni en las obras posteriores en las que aparece la reina se escribe su nombre en la forma «Berta». En una copia del periodo otomano, el nombre aparece una vez como «Turta» y otra como «Turna», y puede ser significativo que esta última pueda significar «ramera». La confusión de Turta y Turna puede explicarse como una confusión de «t» y «n» por parte del copista, ya que estas letras son idénticas en árabe salvo por los puntos diacríticos escritos sobre o bajo ellas, que a menudo se omitían. De hecho, el nombre podía leerse en varias combinaciones de estas y otras letras. Cuando el editor del Libro de Regalos y Rarezas discutió este problema entre un grupo de sabios, una dama a la que sencillamente se llama «la esposa del orientalista Dr. Charles Coons» propuso el nombre de Berta de Toscana, dándose así inicio a una búsqueda inútil de la identidad de esta supuesta Berta.

Ms. lat. fol. 295 80v, Chronicon Universale. Staatsbibliothek zu Berlin. Wikimadia Commons.
Tampoco la carta debe tomarse demasiado en serio, ya que su retórica la revela como una parodia. La reina se vanagloria de que «mi autoridad es más amplia y mi ejército mayor que los del emperador bizantino; mi dominio se extiende sobre veinticuatro reinos, en cada uno de los cuales se habla una lengua distinta de la del vecino. La gran ciudad de Roma también se encuentra en mi reino». Muchos de los regalos de la reina al califa se parecen a los que se intercambiaban o regalaban de oeste a este: espadas y perros francos, esclavos y piezas de tela tejidas con oro. Los califas y los emperadores bizantinos que se mencionan en los Libros de Regalos intercambian regalos similares. Sin embargo, los regalos de la reina no llegan a lo que se esperaba. Podemos compararlos con los regalos que otra mujer envió al padre de al-Muktafi que incluían bandejas de perfume, máscaras completas y bailarinas y una pequeña tienda donde el califa se sentó en un trono de ébano desde el que observó cómo le esparcían 13.000 dirhams. En cambio, las rarezas de la reina dan la impresión de una embajada de un lugar lejano. La «lana que se encuentra dentro de las ostras extraídas del mar …. capaz de asumir todos los colores del arco iris y un color diferente para cada hora del día» podría ser una referencia bastante fantasiosa a la «lana de mar», que se fabricaba con un tinte extraído de un molusco encontrado en el delta del Nilo. Pero «los pájaros que pueden dar la alarma cuando detectan veneno» y «los abalorios que extraen sin dolor puntas de flecha y de lanza cuando la carne se ha hinchado» son mucho más extraños que la mayoría de los regalos mencionados en los libros de regalos, incluso los enviados de tierras lejanas como China.
El simple hecho de que la reina de los francos hable por sí misma en su carta reduce su verosimilitud porque en la literatura islámica las mujeres casi siempre eran representadas por escritores masculinos, quienes caracterizaban a las mujeres no musulmanas por explotar su elocuencia y su sexualidad contra los hombres. En un género del adab que trata específicamente de lo extraño y lo maravilloso, las gobernantes femeninas son especialmente exóticas. Así, la soberana de la isla de Waq-waq, donde la gente crecía materialmente en los árboles, era una mujer. Desde esta perspectiva, las pretensiones exageradas y los dones raros de la reina de los francos son la prueba que avala la suposición de que no se debe creer en la existencia de una reina así o, como mínimo, de que era una ramera que había subido al trono por medios inmorales. En esta obra no se la representa principalmente como reina, ni siquiera como mujer, sino específicamente como franca, es decir, como cristiana del más allá del mundo del Islam. El Libro de Regalos y Rarezas hace explícita esta categorización. El capítulo diez se titula «sobre los regalos de los reyes de los confines de la tierra a los sultanes y las cartas que los acompañaban». Sólo hay dos: de Occidente, la reina de los francos, y de Oriente, «Dahmi, el rey de la India», que envía una embajada al califa al-Ma’mun. Al igual que la reina de los francos, el rey de la India envía regalos exóticos, entre ellos una esclava de siete codos de altura y una serpiente capaz de tragarse un elefante; quien se siente sobre su lomo durante siete días se curará de la tisis. El rey de la India (que en una versión de este texto aparece como reina, gobernando una tierra azotada por la peste) no ha atraído la atención de los estudiosos en la misma medida que la reina de los francos. No parece que se haya intentado identificar al rey de la India con un personaje histórico. Los dos gobernantes participan en la etiqueta de la entrega de regalos siguiendo el mismo protocolo que los califas y los emperadores bizantinos que aparecen en los Libros de Regalos, pero los extravagantes obsequios que ofrecen y la propuesta de matrimonio de la reina, en particular, no deben tomarse en serio.

Las representaciones de mujeres en la literatura islámica fueron escritas por y probablemente para hombres como reflejo de su propia sociedad y su moral. Ofrecen lecciones a las musulmanas sobre cómo comportarse – o, en el caso de las reinas no musulmanas, cómo no comportarse. En realidad, la capacidad de una mujer musulmana para negociar su posición en la sociedad era limitada. Es probable que tanto las mujeres como los hombres leyeran obras de adab. Si sacaron alguna moraleja de su lectura de las historias de las reinas musulmanas y ajenas, era que la generosidad era buena, pero que ninguna mujer, fuese musulmana, cristiana o bárbara, debía infringir las normas de la sociedad musulmana.
Para ampliar:
- Bray, J., ‘Men, women and slaves in Abbasid society’ en L. Brubaker and J. M. H. Smith (eds.), Gender in the early medieval world: East and West, 300–900, Cambridge: Cambridge University Press 2004, pp. 121–146.
- The Book of Gifts and Rarities, trans. G. al-Qaddumi, Harvard Middle Eastern Monographs, vol. XXIX, Cambridge MA, 1996.
- Christys A., ‘The queen of the Franks offers gifts to the caliph al-Muktafi’’ in W. Davies and P. Fouracre (eds.), The Languages of Gifts in the Early Middle Ages, Cambridge: CUP, 2010 pp.149-170.
- Christys A., Vikings in the South. Voyages to Iberia and the Mediterranean, London: Bloomsbury, 2015.
- González Campo, M. (ed.) (2002), Al-Ghazal y la embajada hispano-musulmana a los vikingos en el siglo IX, Madrid: Miraguano.