¿Todos los caminos llevan a Córdoba?

Córdoba no fue la primera ciudad elegida como capital de al-Andalus. Los ejércitos de la conquista establecieron su sede en Sevilla, centro de la antigua provincia romana y visigoda de la Bética, con buenos enlaces con el resto de la península. Pero pocos años después la capital se trasladó a Córdoba. La ciudad alcanzó su apogeo en el siglo X bajo los califas ‘Abd al-Raḥmān III y al-Ḥakam II. Los geógrafos árabes de la época la elogiaron, situándola como el centro de una red de caminos que vinculaban la capital con el resto de la península. Sin embargo, tras la caída de los omeyas, el centro del poder se trasladó de nuevo a Sevilla. Tal vez los geógrafos hayan tergiversado algunos de los factores que ponen a Córdoba en una situación de desventaja, situación que desempeñó un papel en el declive de la ciudad


Ann Christys


Vista de Córdoba. Wikimedia Commons.

Entre los geógrafos que describieron al-Andalus algunos nunca visitaron la península. Ibn Juradadbih, jefe de los servicios postales de la corte abasí de Bagdad y Samarra hacia el año 900, incluyó una breve descripción de al-Andalus en su Libro de rutas y reinos (Kitāb al-masālik wa-l-mamālik). El geógrafo – probablemente refiriéndose a la época visigoda – comentó: ‘Toledo, donde vive el rey, está a veinte días de viaje de Córdoba’. Nos informó de que había un volcán activo en los Pirineos y explicó que a los autóctonos de la Hispania pre-islámica se les llamaba los Ispān por su origen en Isfahān en Irán. En el libro de Ibn Juradadbih, al-Andalus suena como algo raro, como un reino lejano, casi imaginario.  

No obstante, un viajero de Irán, Ibn Ḥawqal, llevará consigo un ejemplar del libro de Ibn Juradadbih cuando visitó Córdoba en 948. Ibn Ḥawqal incluyó una descripción de al-Andalus en su geografía del mundo islámico, la Descripción de la Tierra (Kitāb ṣūrat al-arḍ). Algunos manuscritos de este texto se ilustran con mapas, entre ellos un mapamundi, que presentaba una perspectiva islámica del mundo. Se puede comparar este mapa con la Tabla Peutinger romana que situaba Roma en el centro del mundo, y con los mapamundi cristianos medievales que se centraban en Jerusalén. La Tabla Peutinger incluía las rutas que conducían a Roma, no como guía para los viajeros, sino para mostrar que todos los caminos llevaban a la capital. En uno de los mapamundi de Ibn Ḥawqal, la tierra de los cristianos, desde Constantinopla hasta el extremo occidental de Europa, ocupa un pequeño rincón. Al-Andalus (señalado en el dibujo con una flecha) se encuentra en un rincón aún más pequeño. Constantinopla está marcada en el mapa, pero falta Córdoba. Se puede ver que el Occidente islámico – al-Andalus, el norte de África y Sicilia – tenía poca importancia para los lectores del Oriente islámico.

Ibn Ḥawqal, Kitāb ṣūrat al-arḍ, MS Ahmet 3346, Topkapi Saray Museum, Estambul.
Fotografía: Karen C. Pinto, Islamic Maps, p. 67.

Ibn Ḥawqal enumeró las fronteras y las principales ciudades de la Península Ibérica, así como los itinerarios que unían Córdoba con Sevilla, Toledo y otras ciudades importantes, con sus estaciones de paso, el tiempo de viaje entre ellas y unos pocos datos sobre las ciudades. Dice de Sevilla, por ejemplo, que ‘es una ciudad próspera, que tiene muchos vergeles y viñedos; produce sobre todo higos; está situada junto al río de Córdoba’. 

Determinaciones de los itinerarios de España: de Córdoba a Murad, una jornada de marcha – de Murad a Gargira, una etapa – de Gargira a Sevilla dos días – de Sevilla a Niebla, dos días; – de allí a Gibraleón, dos días – de Gibraleón a Lepe tres días – de Lepe a Ocsonaba cuatro días – de Ocsonaba a Silves seis días – de Silves a Alcácer do Sal cinco días – de allí a Almada, que está en la desembocadura de un río, tres días – de la desembocadura del río de Lisboa un día – de Lisboa a Cintra dos días – de Cintra a Santarém dos días – de Santarém a Aviz cuatro días – de Aviz a Juromenha dos días – de Juromenha a Elvas un día – de Elvas a Badajoz, donde se atraviesa el río, un día – de Badajoz a Qanṭarat [al-Sayf], cuatro días; de Qanṭarat [al-Sayf] a Mérida, un día – de Mérida a Medellín dos días – de Medellín a Trujillo dos días; de Trujillo a Cáceres, dos días – de Cáceres a Menaza, dos días – de Menaza a Majadat al-Balat, un día – de Majadat al-Balat a Talavera, cinco días – de Talavera a Toledo, tres días.1 

Ibn Ḥawqal también incluye una ruta directa de Córdoba a Toledo pasando por Caracuel, Calatrava, Malagón y Yébenes, que vamos a analizar con más detalle para ilustrar algunos de los problemas que plantea la información de los geógrafos árabes.  

La descripción de al-Andalus en la obra de Ibn Ḥawqal se centra en Córdoba:  

La ciudad más grande de [al-Andalus] …, que no tiene su equivalencia en todo el Magreb, más que en la Alta Mesopotamia, Siria o Egipto, por la cifra de población, la extensión de su superficie, el gran espacio ocupado por los mercados, la limpieza de los lugares, la arquitectura de las mezquitas, el gran número de baños y caravasares. Varios viajeros originarios de esta ciudad, que han visitado Bagdad, dicen que ella equivale a uno de los barrios de la ciudad mesopotámica. … Es una ciudad de un muro de piedra, provista de hermosos barrios y vastas explanadas. Hace mucho tiempo que el soberano de esta ciudad reina sobre ella y tiene su residencia y su palacio en el interior de la muralla que la rodea. …  La mezquita–catedral, que es muy bella y grande, se encuentra en la misma ciudad.2

Sin embargo, la relación entre lo que vio Ibn Ḥawqal y lo que escribió es complicada. Poco se sabe de los geógrafos árabes aparte de los manuscritos de sus obras, copiados en árabe o persa entre los siglos XI y XIX. No está claro a qué autor pertenecieron los textos y mapas, ya que el nombre del autor no siempre aparece en el título o en el colofón, sino a veces en inserciones como «Ibn Ḥawqal dijo». El manuscrito más antiguo atribuido a Ibn Ḥawqal que ha llegado hasta nuestros días se copió en 1086. Esta versión del texto contiene abundantes detalles sobre Sicilia, sobre todo de su capital; el autor decía que conocía todas las mezquitas de Palermo y que no había visto las de Córdoba. De hecho, el texto de «Ibn Ḥawqal» que leemos hoy es obra de editores modernos, que combinaron el manuscrito de 1086 con la descripción de Córdoba que acabamos de citar, procedente de un manuscrito posterior.   

Ibn Ḥawqal copió bastante información sobre al-Andalus de la obra de otro geógrafo iraní, al-Istajrī, que tampoco había visitado la península. Al-Istajrī incluyó catorce itinerarios, de los cuales diez comienzan en Córdoba; dice que el viaje a Toledo necesita seis días, pero no da información sobre la ruta. Uno de los ejemplares del texto de Ibn Ḥawqal describe, o imagina, un encuentro entre los dos geógrafos en el río Indo. Ellos compararon los mapas que habían dibujado. Al-Istajrī elogió algunos de los mapas de Ibn Ḥawqal, pero condenó su descripción del Magreb por «inexacta en su mayor parte». Es un comentario justo sobre el mapa del manuscrito de 1086, que incluye un río importante al sur del Guadalquivir y localiza muchas ciudades fuera de su sitio. Sin embargo, el texto de Ibn Ḥawqal sirvió a su vez como una de las principales fuentes para la descripción de al-Idrīsī de al-Andalus que recopiló para el rey Roger II de Sicilia en la década de 1160, aunque al-Idrīsī afirmó haber visitado muchos de los lugares que describía.  Como es bien sabido, los geógrafos encontraban gran parte de su información en sus bibliotecas, tanto si ellos mismos habían viajado como si no.  

Esquema e interpretación del mapa de Ibn Ḥawqal.

Al-Idrīsī emprendió un viaje río arriba desde Sevilla e incluyó su descripción. Es algo inusual, ya que los geógrafos musulmanes rara vez mencionaban los viajes por agua. Podía ser más rápido viajar en barco por la costa que por tierra, pero la primera referencia a un viaje de este tipo, de Almería a Valencia, data del siglo XI. En el siglo I de nuestra era, el geógrafo griego Estrabón había señalado que el Guadalquivir era navegable hasta Córdoba, pero sólo en pequeñas embarcaciones. Los historiadores árabes mencionaron inundaciones y sequías en el Guadalquivir que debieron afectar a la navegación fluvial, pero aún era posible el transporte fluvial hasta Córdoba tras la conquista cristiana de 1236. No cabe duda, sin embargo, de que la superioridad portuaria de Sevilla fue uno de los factores de su preeminencia sobre Córdoba tanto en el periodo preislámico, como en los siglos después la caída de los omeyas, hasta que el río comenzó a encenagarse en el siglo XVII.  

Los historiadores medievales registraron muy poca información sobre las rutas seguidas por embajadas, mercaderes y otros viajeros. Se sabe que muchos sabios musulmanes y algunos cristianos viajaron a Córdoba, pero se conservan pocos detalles de sus viajes. Juan de Gorze, en una embajada de Otón I a la corte cordobesa en 954, navegó por el río Ródano, donde el barco zozobró y perdió su equipaje, pero llegó sano y salvo a Barcelona y siguió su viaje por Tortosa y Zaragoza. Una embajada de regreso dirigida por el obispo Recemundo de Elvira tardó diez semanas en llegar a la corte de Otón en Fráncfort, pero no se nos dice qué ruta siguió. Las pasiones de dos cristianos que viajaron a Córdoba en la década de 920 y encontraron la muerte allí advertían de que «el camino de la vida es recto y estrecho, pero el que lleva a la perdición es ancho», un sentimiento que era más pertinente a los hagiógrafos que el camino real que recorrieron los mártires.  

Hace más de medio siglo Félix Hernández intentó dar cuenta de los itinerarios de los geógrafos árabes haciendo referencia a la geografía española y a las cambiantes realidades políticas. ¿En qué estaciones del año se podían vadear los ríos? ¿Seguían en uso las calzadas y puentes romanos? Consultó una amplia variedad de fuentes escritas, incluida una descripción de la península por Fernando, el hijo de Cristóbal Colón, así como mapas modernos e informantes locales, que arrojaron luz sobre topónimos oscuros en las crónicas y sugirieron razones por las que un viajero podría verse obligado a dar un rodeo. Hay referencias a las campañas contra el norte cristiano llevadas a cabo por los hijos de al-Manṣūr en 1003 y 1005, que siguieron una ruta directa de Córdoba a Toledo por Sierra Morena. Un cronista afirma que la primera expedición tardó 14 días en llegar a Toledo, pero es posible que esto incluyera retrasos para reunir a las tropas o para hacer frente a la oposición interna, ya que las puertas del norte de Córdoba estaban rodeadas de rebeldes. Los viajeros no militares, que viajaban en mulas, probablemente tomaran rutas distintas de las de los ejércitos. De hecho, Eneko López demostró a través de la herramienta SIG que el itinerario de menor coste entre Córdoba y Toledo es el de Ibn Ḥawqal en lugar de la ruta directa. Es posible que algunas de los itinerarios copiadas en las geografías se expliquen por cuestiones estratégicas que sólo se aplicaron durante un breve periodo, pero la información se siguió incluyendo cuando ya no era relevante. 

Mapa de las principales carreteras romanas en Hispania. Wikimedia Commons.

Quizá podamos explicar algunos de estos itinerarios remitiéndonos a otro mapa: el de las calzadas romanas recogidas en el itinerario antonino del siglo III. Aquí Córdoba es sólo uno de los puntos nodales. La Vía Augusta unía Córdoba con Cádiz y Cartagena, y desde allí con Tarragona. Otra de las vías principales de Córdoba, la Vía Emérita, conducía a Mérida, punto nodal aún más importante. Para llegar a Toledo desde Córdoba había que pasar por aquí, desde donde la ruta principal hacia el norte y hacia Zaragoza pasaba por Toledo. Los cronistas árabes señalan que el puente romano de Mérida, como el de Córdoba, fueron reparados en época islámica, aunque no se mencionan otros puentes que pudieron caer en desuso. Un cronista comentó que quien partiera de Carmona para viajar a Narbona nunca tendría que abandonar «el camino empedrado», es decir, la Vía Augusta. Esta es una de las numerosas referencias a una calzada empedrada (balāṭ en árabe), origen del topónimo Albalate. Se puede reconstruir un plan más detallado de la red de calzadas romanas a partir de sus restos físicos y de los relatos escritos a lo largo de los siglos. De él se desprende que la Vía Emérita era la única vía romana que salía de Córdoba, aunque no existen ni pruebas arqueológicas ni testimonios escritos de que el tramo entre Córdoba y Mérida fuera transitable en el siglo X. Y el camino de Toledo a través de Mérida fue una de las rutas más importantes de la península durante toda la Edad Media, y no principalmente a Córdoba, sino a Sevilla. Alfonso VI de Castilla la recorrió con frecuencia y en mapas posteriores se la denominó «camino real a Sevilla».  

Los itinerarios que describieron los geógrafos árabes pueden relacionarse con la red de calzadas romanas. Pero la relación no es directa. Cabe dudar de que todas estas calzadas siguieran en uso en época omeya. Además, decir que Córdoba era su destino principal era ignorar el hecho de que Sevilla era más fácil de alcanzar tanto por tierra como por agua. Córdoba fue el centro del reino durante un periodo relativamente breve. Sólo a partir del siglo X, o para los que se remontan al Siglo de Oro de la capital, todos los caminos parecían conducir allí, aunque a veces hubiera que dar muchas vueltas. 


Notas:

  1. Ibn Hawqal, Configuración del Mundo (fragmentos alusivos al Magreb y España), trad. M.J. Romani Suay, Valencia, 1971, p. 68.
  2. Ibn Hawqal, trad. Romani Suay, pp. 63-66, quien traduce al-Andalus como ‘España’ y la mezquita aljama (en la que se pronuncia del sermón del Viernes) como mezquita-catedral.

Para ampliar: