Algunos remedios medicinales descritos en las obras farmacológicas andalusíes (primera parte)

En al-Andalus se escribieron un sinfín de obras científicas, únicas en este periodo histórico, y se produjo un desarrollo tecnológico hasta entonces desconocido en todo el Mediterráneo. Para ilustrar este periodo de progreso científico e intelectual dentro del campo de la farmacología, vamos a repasar los contenidos de algunas de las composiciones más interesantes


Ana M. Cabo González
Universidad de Sevilla


Médico preparando una medicina a partir de miel. Ilustración de una traducción árabe del Materia medica de Dioscórides. The Metropolitan Museum of Art.

La farmacología andalusí

La relación establecida entre el ser humano y su entorno se constituye desde el mismo momento del comienzo de su existencia. Las plantas, los animales y los minerales que conforman la tierra sirven de sustento, principalmente, y de apoyo, consecuentemente, al recorrido de la humanidad.

La farmacología o parte de la medicina encargada del estudio de los medicamentos, sus propiedades, acciones y efectos sobre el organismo, es una ciencia que nace con el mismo hombre y con él mismo se desarrolla. Basta echar una mirada a la historia de la medicina para encontrar indicios de usos farmacológicos ya en las primitivas civilizaciones, las posteriores culturas antiguas, donde encontramos a egipcios, chinos y griegos, fundamentalmente, con nombres de todos conocidos como Asclepio, Hipócrates, Galeno, Aristóteles o Dioscórides, cuyas obras han trascendido hasta la actualidad y, a continuación, los árabes, herederos directos de todo ese saber acumulado.

A medida que los musulmanes fueron agrandando sus dominios geográficos, también lo hicieron con la cultura y el conocimiento, haciendo suya la erudición y la ciencia conservadas en las grandes bibliotecas helenísticas y persas.

Transcurridos estos primeros siglos (VII-VIII-IX), y una vez arribados los árabes a las costas hispánicas, al-Andalus se convirtió en el centro neurálgico del estudio y desarrollo de todas las ciencias y, en el caso que aquí nos ocupa, de la medicina y de su hija predilecta, la farmacología.

Los siglos X, XI, XII y XIII fueron decisivos en el occidente musulmán, concentrando en sus tierras a los más importantes científicos medievales, venidos de todas partes del mundo conocido con la finalidad de aprender, llevar y traer saber y ciencia.

El esplendor científico que al-Andalus llegó a alcanzar fue el resultado de una larga trayectoria que comenzó con la llegada de los musulmanes a la península ibérica en el 711, adquirió importancia cuando ʿAbd al-Raḥmām I accedió al poder en el año 756 y alcanzó un desarrollo sin precedente con sus sucesores. El fruto de este esplendor, tanto en los ámbitos científicos como tecnológicos, va a ser continuado, y sus resultados van a manifestarse hasta prácticamente el último siglo de dominación musulmana. El reinado de ʿAbd al-Raḥmām III y, posteriormente, el florecimiento de las diferentes taifas que surgieron en el siglo XI fueron los punto de inflexión de esta larga y provechosa carrera, cuyos resultados se tradujeron en un sinfín de obras científicas, únicas en este periodo histórico, y un desarrollo tecnológico hasta entonces desconocido en todo el Mediterráneo, que, por supuesto, fueron la piedra angular para el posterior desarrollo del Renacimiento en Europa, pues gran parte de las obras científicas compuestas en al-Andalus fueron traducidas al latín, incluso en época muy temprana.

Médico preparando un elixir. Ilustración de una traducción árabe del Materia medica de Dioscórides. The Metropolitan Museum of Art.

Para ilustrar este periodo de progreso científico e intelectual dentro del campo de la farmacología en la historia de la península Ibérica, vamos a elegir los contenidos de algunas de las composiciones más interesantes que sus autores escribieron durante estos siglos de gloria.

Nos referimos al cordobés Ibn Ŷulŷul (943/332-994/384), al toledano Ibn Wāfid (999/389 –1075/467), al ceutí Al-Idrīsī (1099/493-1175/571) y al malagueño Ibn al-Bayṭār (1190/576-1248/646).

Ibn Ŷulŷul vivió toda su vida en Córdoba durante los mandatos de ʿAbd al-Raḥmām III, al-Ḥakam II y Hišām II, y allí murió. Como médico de la corte, estudió esta ciencia y la practicó, exponiendo sus resultados en varias composiciones, entre las que vamos a destacar la Maqāla Ṯāmina (Tratado octavo). Trabajo que contiene la enumeración y el estudio de sesenta y dos medicamentos simples, ninguno de ellos descrito en la Materia médica de Dioscórides, y que se entiende como un apéndice a la obra de este médico griego. Por lo tanto, esta composición viene a completar la larga lista de drogas o fármacos conocidos hasta ese momento.

Ibn Wāfid, natural de Toledo, fue una de las personalidades más notables de la ciencia de su época y sobresalió en los campos de la agricultura y de la farmacología. Se le atribuyen cinco obras, dos bien conocidas, pero la que aquí nos interesa es el Kitāb al-adwiya al-mufrada (Libro de los medicamentos simples). La composición consta de dos partes, en la primera se ocupa de generalidades sobre los medicamentos, sus cualidades según la doctrina galénica, en tanto que la segunda consiste en un extenso repertorio, que totaliza un listado de más de 460 simples, de los que se describen la morfología, las cualidades, los usos terapéuticos y todo tipo de observaciones médico-botánicas a partir de las obras de Dioscórides y Galeno, a las que añade citas y extractos de otros tratadistas, además de las observaciones del propio autor que, en ocasiones, ofrece sinónimos de los simples en diversas lenguas, entre ellas el romance andalusí. La obra de Ibn Wāfid fue tempranamente traducida al latín por Gerardo de Cremona en el siglo XII.

Al-Idrīsī, de origen ceutí y conocido fundamentalmente por su obra geográfica, que desarrolló en la corte del rey normando de Sicilia, Roger II, también compuso un tratado sobre farmacología titulado Kitāb al-ğāmi’ li-ṣifāt aštāt an-nabāt wa-ḍurūb anwā’ al-mufradāt (Libro compendio de la descripción de diferentes plantas y las diversas especies de simples medicinales). La disposición es alfabética, siguiéndole al nombre del encabezado una descripción física del medicamento simple, los sinónimos con los que los fármacos son conocidos en otras lenguas (griego, persa, latín, siriaco, hindú, griego y dialectos de al-Andalus y del norte de África) y, por último, menciona los efectos terapéuticos de cada medicamento, con clara dependencia de Dioscórides y Galeno. Con frecuencia cita sus fuentes, tanto en el apartado taxonómico como en el terapéutico.

Ibn al-Bayṭār nació en la provincia de Málaga, parece probable que fuera en Benalmádena o sus alrededores, y es uno de los botánicos y farmacólogos más conocidos de la historia de la ciencia arabo-musulmana. Con poco más de 20 años inicia un largo viaje que le llevará hasta El Cairo y, después, a Damasco, donde pasó el final de su vida y donde murió como consecuencia, al parecer, de haber tomado, por error, un medicamento mortal mientras llevaba a cabo su proceso de constatación de las propiedades del mimo. La obra de Ibn al-Bayṭār es muy extensa y está dedicada al estudio de la farmacología. En el caso que nos ocupa nos vamos a centrar en la más importante de todas ellas: el Kitāb al-Ŷāmiʿ li-mufradāt al-adwiya wa-l-agdiya (Colección de medicamentos y alimentos). En esta composición podemos encontrar mencionadas más de ciento cincuenta autoridades, empezando por las clásicas, Dioscórides y Galeno, pasando por los hindúes, los persas y los árabes, y terminando por los magrebíes y los andalusíes de su tiempo. A todo ello debe unirse su experiencia personal y su trabajo de campo, que relata en primera persona. El Kitāb al-ŷāmiʿ está ordenado alfabéticamente y ofrece referencias de unos mil cuatrocientos simples, de los cuales más de trescientas son aportaciones árabes a la farmacología, muchas de ellas propias de nuestro autor. Fue una obra muy conocida en su tiempo, y prueba de ello son las ochenta y seis copias manuscritas que se conservan. La estructura que sigue cada simple descrito es muy parecida a la que lleva a cabo el autor anterior, Al-Idrīsī.

Los tratados arriba descritos, como hemos podido constatar, tienen una estructura muy parecida, generalmente siguen un orden alfabético y detallan las propiedades medico-farmacológicas, tanto de las plantas como de los animales y de los minerales.

Así pues, una vez descritas las obras y conocidos los autores que las compusieron, pasaremos a copiar algunos de los textos con los que podremos ejemplificar los usos medicinales de los llamados elementos simples, es decir, plantas, animales, minerales y productos derivados de los mismos.

Medicamentos de origen mineral

En primer lugar, vamos a comenzar con los minerales. Los textos que hablan de las propiedades de los minerales comienzan, por lo general, con una descripción de la piedra en cuestión (forma, color, dureza), los lugares donde esta puede rencontrarse, los diferentes nombres con los que se la puede conocer y, finalmente, las propiedades curativas que puede tener, junto con su proceso de preparación. Solo hemos extraído sus propiedades, y, para ello, hemos elegido el alabastro, el talco, la hematites, el lapislázuli, la sal y el azufre.

El alabastro (sulfato cálcico hidratado)

«Se encuentra, sobre todo, en las minas de ónice. En griego se denomina alabastritès. Se trata de una piedra de color blanco, que tiene rayas y círculos. El alabastro se coge, se quema, se mezcla con sal gema, se tritura suavemente y se pulveriza sobre los dientes a modo de dentífrico; con esta acción también se fortalecen las encías. Igualmente, es un buen remedio contra las quemaduras de fuego y, para ello, se machaca hasta convertirlo en polvo y se esparce sobre la zona quemada. Esta piedra se encuentra en abundancia en Egipto».

Fragmento de alabastro. Wikimedia commons.

En la actualidad, el alabastro se utiliza para creaciones artísticas, fundamentalmente luminarias.

El talco (silicato de magnesio hidratado)

«Es una piedra blanca y brillante, del color de la plata que, al ser golpeada, se deshace en finísimas láminas. De esta piedra se hacen luminarias para los baños, pues puede sustituir al vidrio. Es conocida por diferentes nombres y hay distintas variedades de talco. El talco es fácil de convertir en polvo. Para ello, se envuelve en un trapo junto con piedrecillas, se mete en agua tibia y se agita suavemente hasta que se deshace. Luego, se saca del agua y se deja secar al sol. Algunas personas dicen que ingerirlo es peligroso, en la medida en que sus trozos se adhieren al estómago y se asientan en él, al igual que en la garganta y el esófago. Es astringente y hemostático; es un buen remedio contra los tumores de las mamas, de los genitales, de las glándulas parótidas y del resto de las glándulas, cuando estos tumores se están iniciando; combate la expectoración de sangre del pecho, mezclado con agua de llantén; corta las hemorragias de la matriz y del ano, tanto si se ingiere como si se unta, una vez lavado con agua de llantén; también es útil contra la disentería. Es muy bueno contra las úlceras que aparecen en las extremidades de aquellas personas afectadas por la lepra, pues las limpia y las restablece. Tiene la virtud de deshacer los cálculos del riñón, pero daña al bazo. Si se tritura, se amasa con clara de huevo y se aplica en emplasto sobre las quemaduras de fuego, las cura».

En la actualidad, el talco se utiliza en cerámica, pinturas y cosméticos. Tiene propiedades antitranspirantes, absorbentes y blanqueantes.

La hematites (mineral de hierro oxidado)

«Es un mineral que se mezcla con los colirios de los ojos, aunque puede utilizarse solo en el tratamiento de estos y contra las asperezas de los párpados. Si estas asperezan van acompañas de inflamación, se pulveriza la hematites y se disuelve en clara de huevo o en agua en la que se haya cocido alholva. Si las asperezas están libres de inflamación, una vez pulverizada la piedra, se disuelve en agua y se instila en los ojos, en el párpado inferior, con un pincel. Convertida en polvo, es buen remedio para secar las úlceras. Este mismo polvo, mezclado con leche de mujer y aplicado en untura, es útil contra la oftalmía, el lagrimeo, el escozor ocular y los ojos sanguinolentos. La piedra hematites, añadida al vino, remedia la disuria y la menorragia y, disuelta en jugo de granadas, conviene contra las hemorragias».

En la actualidad, la hematites se utiliza, principalmente, para la fabricación de pigmentos.

El lapislázuli (aluminosilicato de calcio y sodio)

«Es una piedra azul, que se halla en las minas de oro, principalmente. Esta piedra purga la bilis negra y los humores espesos que se mezclan con la sangre. Machacado hasta convertirlo en polvo, mezclado con jarabe tibio de rosas y bebido, cura las fiebres cuartanas. Si se bebe con miel, esta acción es mayor. Es un buen remedio para los ojos y hace crecer las pestañas usado como colirio».

Fragmento de lapislázuli. Fotografía de James Petts. Wikimedia commons.

En la actualidad, el lapislázuli se utiliza en joyería y en la elaboración de objetos artísticos.

La sal (cloruro de sodio)

«Hay dos clases de sal: la marina y la de roca. Las cualidades fundamentales de la sal son limpiar, astringir y disolver. Si con un puñado de sal se hace un emplasto junto con harina y miel, es un buen remedio contra las torceduras y las roturas; usada a modo de colirio, quita las excrecencias carnosas que hubiera en los ojos y también reduce las cataratas, introducida en una muela cariada, quita el dolor que esta produce, si se mezcla con aceite y se frota, quita los picores y si, además, a esta mezcla se la añade vinagre, remedia la sarna, la lepra y los eczemas; mezclada con aceite, vinagre y miel y frotado en el paladar, aprovecha contra las inflaciones de la boca y contra las aftas de las encías; también se aplica como emplasto, junto con linaza, contra las picaduras de escorpiones, y con brea y alquitrán, contra las mordeduras de serpientes y las picaduras de avispas; si se disuelve en agua, haciendo una salmuera espesa, y se aplica como emplasto sobre las quemaduras de fuego al principio, impide que se levanten ampollas; diluido en vinagre e instilado en los oídos doloridos, aprovecha contra ello; si se mezcla con agua y aceite, y se bebe tras una comida excesiva, provoca un buen vómito».

Las propiedades medicinales de la sal son: reguladora del pH del cuerpo, antiinflamatorias, antihistamínicas, fortalecedora de los huesos y digestivas.

El Azufre (elemento químico con símbolo S y número atómico 16)

«Es un mineral de color amarillo. Triturado, amasado con orina, baba o aceite y espolvoreado sobre las picaduras de las sabandijas, es buen remedio contra el veneno que estas inoculan; si se pone en un huevo y se bebe o se hacen con él sahumerios, aprovecha  contra el asma, el resfriado, la tos y el catarro; si la mujer se sahúma con él, aborta; si se mezcla con goma de terebinto y aceite, quita la sarna, los eczemas y las manchas blancas que salen en las uñas; del mismo modo, si se unta triturado con vinagre, quita la sarna y el vitíligo, sobre todo, si se usa en el baño».

Azufre. Fotografía de Ben Mills. Wikimedia Commons.

Actualmente, el azufre se utiliza para la creación de fertilizantes, jabones y detergentes, y está presente en muchas verduras, carnes y mariscos de los que obtenemos nutrientes para nuestro organismo.

El antimonio (elemento químico con símbolo Sb y número atómico 51)

«También llamado kohl, es un mineral de color negro y brillo plateado. Quita la carne sobrante de las llagas, las cicatriza y las limpia. Si las mujeres beben polvo de antimonio durante cuatro días, les impide el embarazo. Mezclado con cera y un poco de albayalde cicatriza las llagas de las quemaduras en las que se hayan formado escaras. Es astringente, corta las hemorragias si se bebe, y seca el lagrimeo y las llagas si se usa como colirio, conservando la salud de los ojos».

En la actualidad, para la elaboración del kohl se utiliza el hollín de origen vegetal. Las propiedades del antimonio son: expectorantes, liberadoras de toxinas, eméticas y protozoarias.

Medicamentos de origen vegetal

En segundo lugar, vamos a continuar con los vegetales, de los que las obras farmacológicas refieren nombres en varias lenguas, descripciones morfológicas, localizaciones geográficas y propiedades curativas solos o en combinación con otros elementos, además de su proceso de preparación. Solo hemos extraído sus propiedades.

Y, para ello, hemos elegido las violetas, la cicuta, el laurel, el aloe o acíbar, el eneldo, las rosas, las lentejas, el regaliz, la lechuga, el ajo, la higuera, los altramuces y el granado.

Las violetas (Viola odorata L.)

«Si se muelen, se mezclan con harina de habas, harina de cebada y algún jugo frío como el de las hojas de beleño, y con esto se hacen emplastos, remedia las inflamaciones de los testículos y el pene. Sus flores, si se huelen, calman el dolor de cabeza. La compota de violetas aprovecha contra la tos y suaviza el pecho. Su jarabe es diurético y remedia el catarro y las fiebres. Cocidas con camomila y usado en embrocaciones sobre la cabeza, remedia el dolor de cabeza acompañado de fiebre».

En la actualidad, está demostrado que las violetas tienen propiedades hipotensora, sudoríficas, anticatarrales, vomitivas, expectorantes, emolientes y estomacales.

La cicuta (Conium maculatum L.)

«Es un medicamento letal que mata enfriando. Usada en forma de emplasto, reduce la inflamación causada por la alfombrilla; triturada y utilizada de la misma manera sobre los testículos, reprime las poluciones nocturnas; el mismo emplasto, colocado en los testículos de los niños, los empequeñece y los encoge y, sobre los miembros viriles, los relaja; si se pone sobre las mamas, corta la leche e impide que los senos de las parturientas adquieran un gran tamaño. Bebida, anula la razón, hace perder la visión, provoca hipo y delirio mental, enfría las extremidades, contrae los nervios, dando lugar a la asfixia y, finalmente, provoca la muerte».

Cicuta. Fotografía de Nicolás Ramírez. Wikimedia Commons.

En la actualidad, está demostrado que la cicuta tiene propiedades anestésicas, analgésicas y tóxicas.

El laurel (Laurus nobilis L.)

«Los baños de asiento hechos con la decocción de sus hojas es un buen remedio contra las enfermedades de la vejiga y del útero; majadas y aplicadas en forma de emplasto sirven contra las picaduras de las avispas y de las abejas; mezcladas con pan o flor de harina mitigan cualquier tipo de inflamación; bebidas, relajan el estómago y provocan el vómito; cocidas en vinagre, calman el dolor de muelas. Las bayas de laurel, utilizadas en forma de electuario con miel y melote, son útiles contra la úlcera del pulmón; se beben con vino contra las picaduras de los escorpiones, las afecciones del bazo y las cefaleas; su extracto, mezclado con vino añejo y aceite de rosas e instilado en los oídos, es útil contra los zumbidos de estos y los problemas auditivos. La corteza de las raíces del laurel deshace los cálculos y mata los fetos; además, es beneficiosa para los enfermos de hígado. La decocción de las bayas esparcida por la casa espanta las moscas».

En la actualidad, está demostrado que el laurel tiene propiedades diuréticas, aperitivas, astringentes, emenagogas, carminativas, antioxidantes, bactericidas, expectorantes, antiinflamatorias y repelentes de los insectos.

El aloe o acíbar (diversas especies del género Aloe)

«El acíbar es el jugo del aloe. Es un medicamento muy útil al estómago, aglutina las fístulas profundas, cura las úlceras difíciles, especialmente las que aparecen en el ano y en el pene; del mismo modo, cura las heridas; es buen remedio contra las inflamaciones de la boca, la nariz y los ojos. Si se toman dos cucharadas con agua fría o tibia, purga el vientre y limpia el estómago; mezclado con los medicamentos laxantes, disminuye el daño que estos producen al estómago. Cuando se unta sobre las heridas, las pega, cura las úlceras y les impide que se extiendan. Si se diluye en vino dulce, sana las hemorroides y el uñero ulcerado y, cuando se mezcla con miel, quita las marcas de los cardenales. Combinado con vinagre y aceite de rosas y untado sobre la frente y las sienes, calma el dolor de cabeza; mezclado con vino, retiene el pelo que se cae; mezclado con jugo de puerro o aceite de rosas es buen remedio contra las hemorroides. Asimismo, si se arroja un tozo de aloe al fuego y se aspira el humo a través de un embudo, es un buen medicamento contra el asma, especialmente si eso se hace con asiduidad. Si el acíbar se disuelve en aceite de rosas y esta mezcla se unta sobre la frente, es eficaz contra las cefaleas».

En la actualidad, está demostrado que el aloe o su jugo, el acíbar, tiene propiedades tónicas, laxantes, purgantes, dérmicas (contra empeines y eccemas, fundamentalmente) y oxitócica.

El eneldo (Anethum graveolens L.)

«Es una hierba de aroma intenso y sabor ligeramente dulce y anisado, que provoca la orina, calienta el cuerpo, es buena para el estómago y muy digestiva. La decocción de eneldo provoca la secreción de leche en las mujeres que están amamantando, quita los retortijones y las flatulencias y, además, usada en baño de asiento, conviene a las mujeres que sufren padecimientos de matriz. Con el eneldo cocido en aceite de oliva se hace un ungüento cuyo uso calma los dolores, provoca sueño y madura las tumoraciones. El jugo de eneldo conviene contra los dolores de oído. La decocción de eneldo con miel limpia el pecho de flema y, untada esta mezcla en el ano, tiene efecto laxante. El eneldo fresco, comido, ayuda a expulsar los gases del estómago».

Eneldo. Fotografía de Tepeyac. Wikimedia Commons.

En la actualidad, está demostrado que el eneldo tiene propiedades estomacales, carminativas, antisépticas y galactógenas.

Las rosas (Rosa sp.)

«El agua de las rosas secas, cocida en vino, es un buen remedio contra los dolores de cabeza, de ojos y de oídos; como colutorio, quita el dolor de las encías. Los pétalos secos de rosa se queman, se pulverizan y se usan a modo de colirio para embellecer las pestañas y fortalecerlas. Tanto el agua de rosas como su aceite fortalecen los miembros; cocidas con miel y usadas en gargarismos son un buen remedio para la garganta. La decocción de rosas secas conviene contra las asperezas de los párpados. El vino al que se le han macerado pétalos de rosas secas, bebido después de las comidas, quita el dolor de estómago y aligera las digestiones, también remedia la diarrea y cura las úlceras intestinales. Los pétalos, frescos o secos, cocidos y aplicados en forma de cataplasma sobre los ojos, es buen remedio contra la conjuntivitis y calma dolor que esta produce, sobre todo si se mezcla con un poco de alholva. Las rosas, cuando están bien secas, se machacan hasta convertirlas en polvo y este se esparce en la cama de los enfermos de viruela y sarampión, ayudándoles a secar las pústulas supurantes».

En la actualidad, está demostrado que las rosas tienen propiedades astringentes, antiescorbúticas, diuréticas, tóxicas, febrífugas, oftálmicas y tonificantes.

Las lentejas (Lens esculenta Moench.)

«Las lentejas estriñen ligeramente, no en exceso, mientras que el agua en la que se cuecen, lo suelta. Es recomendable cocer las lentejas con vinagre y durante mucho tiempo, pues de no hacerse así, provocan gases en el vientre y deterioran el estómago. Mezcladas con cáscara de granada o rosas secas y cocidas con miel, remedian las úlceras gangrenadas, las ampollas, las pústulas, la alfombrilla ya extendida y los sabañones; cocidas con agua de mar y hojas de col y aplicadas en forma de emplasto, son un buen remedio para las mamas inflamadas por la congestión y los coágulos de leche. Las lentejas espesan la sangre, lo que hace que no fluya bien por las venas y disminuyen el flujo de la orina y de las reglas menstruales; así pues, no deben tomarlas aquellas personas que padezcan afecciones urinarias. Las lentejas no se deben mezclar con dulces, ya que entonces crean obstrucciones en el hígado; aún peor es cocerlas con carne salada. Tienen que abstenerse de tomarlas aquellas personas que padecen enfermedades atrabiliarias como la melancolía, las varices y las hemorroides».

En la actualidad, está demostrado que las lentejas tienen propiedades nutritivas, resolutivas y galactógenas.

El regaliz, orozuz o paloduz (Glycyrrhiza glabra L.)

«Las raíces de esta planta son de color negro por fuera y amarillo por dentro. Son astringentes y de sabor dulce. El jugo de su decocción remedia las asperezas de la garganta; chupadas o masticadas, estas raíces convienen contra la gastritis, los dolores de pecho acompañados de tos y los dolores de hígado y de riñones; también cortan la sed. El cocimiento de raíces de regaliz, trituradas secas y aplicadas en emplasto, son un buen remedio contra el panadizo».

Regaliz. Fotografía de N. Teerink. Wikimedia Commons.

En la actualidad, está demostrado que el regaliz tiene propiedades expectorantes, antitusivas, antiinflamatorias, antibacterianas y para el tratamiento de las úlceras estomacales.

La lechuga (Lactuca sativa L.)

«Ingeridas, las hojas de la lechuga cortan la sed, son diuréticas, provocan sueño, calman los dolores y son emenagogas; también se usan en emplasto para curar luxaciones; y aprovechan contra la ictericia, si se comen en ayunas. Sus semillas, cocidas con vinagre y bebidas por la mañana durante varios días, cortan el semen y las poluciones nocturnas y anulan el apetito sexual. Estas mismas semillas, si se machacan y bebe su jugo, calman el dolor producido por las picaduras de escorpiones. La leche que sueltan sus hojas cuando se cortan, instilada en los ojos, quita las llagas de la córnea».

En la actualidad, está demostrado que la lechuga tiene propiedades refrigerantes, vitamínicas, laxantes, calmantes, hipnóticas y emolientes.

El ajo (Allium sativum L.)

«Es emenagogo, mueve el vientre, expulsa aires, provoca sed y, untado sobre la piel, le produce llagas; restregado sobre la zona afectada por la alopecia, le es de provecho. Si se bebe el cocimiento de los ajos secos, conviene contra las picadura de sabandijas y la ingestión de medicamentos letales; mezclado con jarabe de miel y bebido, remedia el escozor en la boca del estómago y la retención de orina; si se come después de haber sido mordido por un perro rabioso, le es de provecho; ingerido crudo, asado o cocido, limpia la garganta y calma la tos crónica; bebido con cocimiento de menta, mata piojos y liendres; si se quema y se amasa su ceniza con miel y ungüento de ben y se unta en la zona afectada por la alopecia, la cura; si se mezcla con sal y aceite, cura las pústulas; combinado con miel y untado en las pústulas de lactancia, eczemas, llagas frescas o casposas de la cabeza, vitíligo y sarna, les es de provecho; cocido con madera de pino y mantenido el cocimiento en la boca, alivia el dolor de muelas. Sus hojas, hervidas con vino y usadas por las mujeres en baños de asiento, son emenagogas y expulsan los fetos y las secundinas; esto mismo también lo hace el sahumerio. Si los ajos se trituran, se mezclan con aceitunas negras y se comen, son diuréticos; cocidos, mezclados con manteca y puestos sobre los abscesos, los disuelve y los abre sin dolor alguno; si se comen con pan, son un buen remedio contra las pérdidas de orina y su retención y, además, aclaran la voz».

En la actualidad, está demostrado que los ajos tienen propiedades bactericidas, fungicidas, hipotensoras, carminativas, antisépticas, antineoplásica y rubefacientes.

La higuera (Ficus carica L.)

«El higo maduro y fresco es malo para el estómago, evacúa el vientre, provoca sudor y corta la sed; en cambio, el seco es muy alimenticio, pues se digiera con rapidez, engorda, cura las asperezas de la garganta y el pecho, y limpia riñones y vejiga de arenilla. Si se cuece un puñado de higos secos con otro tanto de alholva, hasta que todo se deshaga, a continuación, se cuela el agua y se mezcla con miel, se cuece todo y se prepara un electuario, su bebida es un buen remedio contra el asma y la tos seca. Si se aplican higos secos en emplasto sobre los abscesos, los maduran; su cocción, usada en gargarismo, es útil para disolver los tumores de la garganta y la úvula. Si se machacan junto con cáscaras de granada y se aplican en emplasto sobre el panadizo, lo cura; los higos secos, cocidos en vinagre y aplicados en cataplasma sobre las quemaduras, las cura».

En la actualidad, está demostrado que los higos tienen propiedades expectorantes, laxantes, antirreumáticas, dermáticas (especialmente contra las verrugas), eritematosas y son de fácil digestión.

Los altramuces (Lupinus albus L.)

«Si se lame la masa hecha con harina de altramuces y miel, mata las lombrices del vientre, sobre todo si se toma en ayunas; el mismo efecto tienen si se maceran en agua, hasta que se reduzca un poco su amargor y se comen, o si se bebe el agua de su cocción con ruda y pimienta. El excremento de los niños que comen altramuces es un buen remedio contra las pecas y las manchas de la piel, untado sobre ellas; igual efecto tiene su harina amasada con agua. Triturados, amasados con miel y untados sobre las inflamaciones que aparecen detrás de las orejas, las disuelve. Mezclada su harina con vinagre y aplicado en forma de cataplasma, remedia el dolor de gota. Cocidos con miel y mirra y usado a modo de supositorio, es emenagogo y abortivo. La raíz de esta planta cocida y bebida es diurética».

Altramuces. Fotografía de Tamorlan. Wikimedia Commons.

En la actualidad, está demostrado que los altramuces tienen propiedades vermífugas, hipoglucemiantes, resolutivas, nutritivas y tóxicas.

El granado (Punica granatum L.)

«Las granadas ácidas son astringentes, especialmente su cáscara que, si se come en cantidad, es diurética. Los granos, macerados en agua de lluvia y bebidos, aprovechan contra las expectoraciones de sangre; el zumo de estos mismos granos, cocido con otro tanto de miel, aprovecha para limpiar de llagas la boca y el trasero, quitar las llagas malignas, las excrecencias carnosas, el dolor de muelas y las llagas del interior de la nariz. Las granadas convienen al estómago, pero son poco nutritivas. Si se mezclan granadas dulces con ácidas, se exprimen con su cáscara y se le añade azúcar, fortalecen el estómago y aprovechan contra la gastritis. Asimismo, si se cuecen y el resultado se usa como colirio, quita del ojo el prurito, la sarna y la blefaritis, ayudando a aumentar la visión. Si se vacía una granada de sus granos, se llena de ungüento de rosa, se templa a fuego y se instila este líquido en los oídos, les calma el dolor. La raíz del granado, pelada, cocida y bebida en ayunas durante siete días seguidos mata las tenias y las lombrices del vientre. Si se cuecen cáscaras de granadas y las mujeres la usan como baño de asiento, les remedia las hemorragias; estas mismas cáscaras, mezcladas con harina y aceite onfacino y cocidas a modo de gachas, corta las diarreas inmediatamente. Si se trituran cáscaras de granada, se mezcla con miel y, durante varios días, se unta sobre las marcas que dejan la viruela, las hace desaparecer».

En la actualidad, está demostrado que las granadas tienen propiedades antipiréticas, astringentes, vermífugas, estomacales, refrescantes, nutritivas y antidisentéricas.