Aunque se han venido utilizando los términos de “juderías” y “barrios” o “arrabales de mozárabes” para nombrar a los barrios de las ciudades andalusíes poblados por judíos o por cristianos, en el estado actual de nuestros conocimientos nada indica que tales barrios existieran, y mucho menos guetos donde estas personas vivieran marginadas
Christine Mazzoli-Guintard
Nantes Université
El tópico de la presencia de barrios confesionales en las ciudades de al-Andalus sigue difundido, en particular en la red mundial del conocimiento compartido. La página «Judería» de Wikipedia dice lo siguiente:
«La presencia de judíos en España se testimonia desde época romana y visigoda, aunque no consta que vivieran en barrios separados. Surgieron con el crecimiento de las ciudades musulmanas de al-Ándalus, que se estructuraron espacialmente con criterios étnico-religiosos (una medina árabe-musulmana —en torno a la alcazaba y la mezquita— y arrabales de distinta composición, particularmente de mozárabes —es decir, cristianos sometidos— y judíos). […] La consolidación o creación de juderías en las ciudades cristianas fue realizándose esporádicamente a lo largo de la Edad Media, habitualmente al reordenar los espacios urbanos tras las sucesivas reconquistas y repoblaciones […] mientras que los judíos confirmaban o reubicaban su localización».
Ahora bien, ¿cómo se elaboró ese tópico? Cabe buscar en la indefinición de ambos términos, juderías y barrios de mozárabes, uno de los factores de la persistencia del tópico hasta la fecha. Y, por fin, ¿qué dicen las fuentes a propósito de barrios religiosos en las ciudades de al-Andalus?
¿Cómo se elaboró el tópico de la presencia de barrios de judíos y de cristianos en las ciudades andalusíes?
El tópico aparece en la primera mitad del siglo XX, bajo la pluma de los maestros del orientalismo y del medievalismo. Fue creado a partir de datos muy parcos y muy aislados, muchas veces solamente la presencia de un edificio de culto: en Sigüenza, se supone que los cristianos vivían agrupados en torno a una iglesia situada dentro de la ciudad como sugiere su nombre, Santa María de Medina. En Murcia, se supone la ubicación del barrio mozárabe alrededor de la iglesia Santa María de la Arrixaca; en Zaragoza, estaba situado en el ángulo noroeste de la ciudad, porque estaba allí la iglesia principal de Santa María. El tópico fue creado también a partir de datos muy tardíos, en particular la presencia de judíos o de juderías en las ciudades de los reinos cristianos: de la mención de judíos en el privilegio que Alfonso VI concede a la ciudad de Santarém en 1095, concluyó E. Ashtor que había una comunidad judía en época musulmana. En el reino de Aragón, la judería de Zaragoza ocupaba el ángulo sureste del espacio murado y J. M. Lacarra suponía que ocupaba el mismo emplazamiento en época andalusí. Pasa lo mismo con la judería de Toledo, y otras más.
Por otro lado, el cliché sobre los barrios religiosos de las ciudades andalusíes se alimentó con las observaciones que hicieron los sabios orientalistas en el Magreb en la primera mitad del siglo XX: para É. Lévi-Provençal, la fisonomía general de la ciudad de Fez en esa época apenas había variado con el transcurso de los siglos, es decir que «la ciudad musulmana», como se la designaba entonces, había conservado la misma fisonomía desde el medioevo. É. Lévi-Provençal y otros orientalistas de la época no tardaron en establecer un paralelo entre los mellahs de las ciudades marroquíes que pudieron observar, y las juderías de al-Andalus, sobre las cuales tan pocos datos tenían.
Por fin, el tópico de los barrios religiosos en las ciudades andalusíes se configuró con lecturas a veces apresuradas de los textos medievales: en la ciudad de Toledo, según É. Lévi-Provençal, los judíos moraban en un barrio aparte, nombrado ‘ciudad de los judíos’ (madīnat al-yahūd), tal y como aparece en una fuente del siglo XI, el Muqtabis de Ibn Ḥayyān, a propósito de una rebelión del año 820. Lo que narra en realidad Ibn Ḥayyān es lo siguiente: cuando los toledanos se rebelaron contra el emir de Córdoba, el jefe de la revuelta sitió la «ciudad de los judíos» antes de venir a Toledo, donde permaneció algún tiempo. Si bien no sabemos de qué ciudad de los judíos se trata, ya que varias ciudades andalusíes fueron llamadas así, lo que queda claro es que no se trata de un barrio judío de Toledo.
La presencia de barrios de judíos y de cristianos en las ciudades andalusíes es un lugar común que se fundamenta en bases frágiles, datos demasiados tardíos o una concepción ahistórica de la ciudad islámica, que no tiene apoyo ni en el tiempo ni en el espacio. Y el tópico debe su persistencia hasta la fecha a la indefinición que lo rodea: convirtió las juderías y los barrios mozárabes de las ciudades andalusíes en barrios invisibles, porque no se habían fijado con claridad sus rasgos.
Juderías y barrios cristianos de las ciudades andalusíes: barrios indefinidos e invisibles
Los barrios religiosos de las ciudades andalusíes, donde se agrupaba la gente que compartía la misma fe, permanecen sin definir en varios aspectos. Primero, en la realidad misma de la existencia del barrio, con datos distintos según el grupo religioso, como recuerda el léxico: en el Diccionario de la Real Academia, «judería» significa barrio de los judíos y conjunto de los judíos, mientras que «mozarabía» solo hace referencia a la gente mozárabe. La existencia de barrios judíos está, en efecto, mucho más afirmada que la de barrios cristianos, según afirmó L. Torres Balbás en los años 1950, sin que se hayan debatido sus propuestas desde entonces. Los cristianos «vivían unas veces mezclados con el resto de la población y otras en comunidades, en barrios o arrabales independientes, ya dentro de la madina, ya exteriores […] En casi todas las ciudades de la España islámica los judíos vivían en comunidad, separados de los musulmanes, en arrabales o barrios a ellos destinados. Apartadas de las calles de tránsito de la urbe islámica, las juderías formaban núcleos aislados en su interior, con uno o pocos ingresos». Se mencionan barrios de cristianos en Zaragoza, Tudela o Calatayud, cristianos que vivían mezclados con los musulmanes en Córdoba, Toledo, Écija, judíos que, en Granada, tuvieron su barrio propio en el centro de la ciudad mientras que algunos de ellos vivían en varios arrabales de Granada: la implantación topográfica de los grupos religiosos presenta en realidad un amplio panel de situaciones. En el caso de las juderías, se plantea además la cuestión de su cierre por murallas: ¿fueron siempre encastilladas las juderías, como la de Lucena, descrita a mediados del siglo XII por al-Idrīsī, o como la judería de Lorca (ss. XIV-XV), que se excavó hace veinte años?
Por otro lado, los barrios religiosos de las ciudades andalusíes permanecen sin definir en cuanto a su localización: hubo barrios de cristianos intramuros en Toledo o Écija, extramuros en Valencia, Alcira, Murcia o Granada según se ha escrito, mientras que hay discrepancias a propósito de Córdoba para saber si quedaron iglesias, y por tanto barrios de cristianos, dentro del recinto de la medina. Ahora bien, estamos de nuevo ante una cuestión de léxico sobre la cual no se ha reflexionado: ambos términos que designan las unidades topográficas de las ciudades, barrio y arrabal, tienen historia compartida en su etimología árabe, y en su campo semántico. Barrio, según el DRAE es «Cada una de las partes en que se dividen los pueblos y ciudades» y el «arrabal o barrio fuera del recinto de una población». Cuando el geógrafo al-Ḥimyarī (m. c. 1325) indica que Écija tenía varios arrabales y que en uno de ellos se encontraban la mezquita mayor y la iglesia, ¿qué quiso decir? L. Torres Balbás hizo de este rabaḍ el núcleo de la ciudad, distinto de la alcazaba urbana, situada en el sureste del recinto, es decir que el rabaḍ era un barrio intramuros. Y nosotr@s, historiador@s del siglo XXI, ¿qué estamos examinando al ubicar intramuros o extramuros un barrio? ¿Cierta proximidad con el espacio del poder, tradicionalmente fortificado y, por supuesto, intramuros? ¿Un momento de la formación de la ciudad?
Por último, los barrios religiosos de las ciudades andalusíes permanecen sin definir en cuanto, precisamente, a su historia, ya se trate del momento de su aparición o de su permanencia o desplazamiento a lo largo de los siglos: ¿el barrio de cristianos de Calatayud existía antes del año 1120, cuando el rey de Aragón conquistó la ciudad, o se formó después de la expedición del año 1125? En Córdoba, en el arrabal de Cercadilla, queda constancia de la presencia de dhimmíes cristianos desde el siglo VIII hasta la época almohade, con un hiato poblacional en el siglo XI, debido a la fitna. Se suele pensar que las juderías de Córdoba y Toledo permanecieron en el mismo lugar después de la conquista castellana, mientras que las de Sevilla y Granada fueron desplazadas. De manera que los barrios religiosos en las ciudades andalusíes resultan ser barrios indefinidos en varios aspectos —ubicación, recinto, evolución en el tiempo, realidad social— y, por lo tanto, quedan invisibles. Ahora bien, desde hace unos veinte años, el análisis de nuevas fuentes, jurídicas, ha aportado un enfoque nuevo del tema, mientras que los métodos de análisis de las fuentes literarias, renovados, hacen hincapié en la arqueología de los textos.
¿Qué dicen las fuentes medievales sobre los barrios religiosos?
La documentación medieval aporta, ya, la palabra que designa el barrio, es decir la unidad básica de la ciudad, realidad a la vez espacial y social, puesto que los habitantes del barrio mantienen relaciones de vecindad: ḥawma en la obra de Ibn Sahl, jurista cordobés del siglo XI que compila casos judiciales de época omeya y taifa; rabaḍ en la obra de Ibn Baškuwāl, cordobés también, que en el siglo XII redactó un diccionario biográfico. En ambas listas, los barrios llevan el nombre de un elemento arquitectónico de la ciudad, una mezquita a menudo, una calle, una puerta, una almunia, un baño (ḥammām), etc., con más diversidad léxica en época almohade. Pero jamás aparece asociado al término ‘barrio’ una palabra que podría hacer referencia a una comunidad religiosa. En el léxico, pues, no hay constancia de la existencia de barrios religiosos.
En la obra de Ibn Sahl, sin embargo, figuran siluetas de cristianos y judíos en ciertos casos judiciales: ¿sabemos algo de su lugar de vida, de su barrio? Pues sí: vivían en barrios mixtos, mezclados con musulmanes. En la Córdoba de los años 1030, se denuncia a un almuédano que molesta a su vecindario al subirse de noche al techo de la mezquita para rezar en voz alta. Uno de los muftíes consultados contesta que el demandante en este caso judicial puede hablar en nombre de «todos los que están en las proximidades de la mezquita, los musulmanes y los demás, en caso de que ellos le hayan designado como su representante»: claramente, moraban en la ḥawma del almuédano mañanero musulmanes y dhimmíes. Cuarenta años más tarde, se presentan delante del juez dos vecinos de Córdoba que se disputan un edificio arruinado situado entre sus propias casas, que están en la ḥawma de la mezquita de Ṣawāb, en la medina de Córdoba. Uno es musulmán, el otro, es un judío que representa los bienes habices de la sinagoga y defiende una casa constituida en habiz en provecho de la sinagoga: en la ḥawma de la mezquita de Ṣawāb, en los años 1070, la propiedad de un musulmán lindaba con otra que pertenecía al edificio de culto israelita. En la Córdoba del siglo XI que figura en la obra de Ibn Sahl, no hay rasgo de barrios religiosos, sino de barrios donde vivían mezclados musulmanes y dhimmíes.
Datos similares ofrecen otras fuentes, para diferentes épocas que enmarcan este siglo XI. En época emiral, en Córdoba, el gran jurista Ṭālūt b. `Abd al-Ğabbār salvó su vida durante la revuelta del arrabal del año 818 quedándose escondido durante un año en «casa de un vecino (ğār) suyo, dhimmí judío que le dio amparo, piadosamente conmovido», según cuenta el gran cronista Ibn Ḥayyān: ambos personajes vivían, pues, en el mismo barrio. En el mismo siglo y según el mismo autor, «la mezquita mayor de Toledo estaba junto a una iglesia, y, habiendo caído el alminar de la primera, los toledanos pidieron al emir Muḥammad I [852-886] autorización, que les fue concedida, para reconstruirlo […] y unir, al mismo tiempo, a la sala de oración la iglesia contigua»: al menos hasta los años 850, o incluso hasta los años 880, en el barrio de la mezquita aljama convivieron musulmanes y dhimmíes cristianos. En cuanto a la kanīsat al-nasārā (iglesia) ubicada cerca de la mezquita aljama de Écija según al-Ḥimyarī, si todavía no sabemos de quién el geógrafo consiguió el dato, debe suponerse que remite a una época en la que todavía conserva importancia la comunidad cristiana, quizá el siglo X. De la misma época puede ser la referencia al arrabal sin cercar de Lucena donde convivían musulmanes y judíos, según al-Idrīsī, que superpone en su obra estratos distintos, en particular de época califal. A principios del siglo XII, en Córdoba, quedan indicios de barrios compartidos entre musulmanes y dhimmíes: tras la compra de una casa, un musulmán quiere anular la venta alegando que tiene que compartir el pozo con la casa vecina, que pertenece a unos dhimmíes. Consultado sobre el asunto, Ibn al-Ḥāğğ (m. 1135) contesta que no es válido el motivo para anular la venta y da testimonio de la existencia de barrios mixtos. En Granada, a principios del año 1492, los judíos vivían en varios barrios de la ciudad y tenían vecinos musulmanes, como indica el tratado de capitulación, y no moraban todos en la judería cuya existencia mencionó Jerónimo Münzer al visitar la ciudad en 1494.
En el estado actual de nuestros conocimientos, podemos afirmar que no hubo en las ciudades de al-Andalus barrios de cristianos o juderías entendidos como barrios que habrían reunido de manera autoritaria a todos los miembros de dichas comunidades, similares a los guetos de la época moderna: si parece lógico pensar en vecindarios con mayoría judía o cristiana que permitieran un reagrupamiento pragmático en las proximidades de los edificios de culto, las fuentes literarias y las jurídicas evidencian una convivencia topográfica entre musulmanes y dhimmíes, y eso a lo largo de la amplia historia urbana andalusí. Por otro lado, también sabemos que cuando Alfonso X mandó cerrar la judería cordobesa en 1272 y obligó a sus habitantes a residir allí, no todos los judíos de Córdoba habitaron en este barrio.
Conclusión
¿Hubo barrios de judíos y de cristianos en las ciudades andalusíes? Los hubo si consideramos que el barrio religioso era el espacio de la ciudad donde una parte de una comunidad religiosa determinada se inclinaba a morar, ya que por razones pragmáticas le resultaba más cómodo vivir en las proximidades del edificio de culto: el barrio se identificaba por su centro y no por sus límites, en una concepción muy medieval del espacio. Solo un dato se puede hacer extensible a toda la historia urbana de al-Andalus: la existencia de una convivencia topográfica que llevó a poblaciones de diferentes religiones a compartir relaciones de vecindad. Por lo demás, cada ciudad tuvo su propia historia en cuanto a sus barrios religiosos, y quedan por escribir estas monografías urbanas.
Para ampliar:
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- MAZZOLI-GUINTARD, Christine (2009): «Juifs, chrétiens et musulmans en terre d’Islam: des quartiers multiconfessionnels dans la Cordoue des Xe-XIe siècles», Églises de l’ouest, églises d’ailleurs, B. Joly et J. Weber éd., Paris: Les Indes savantes, pp. 475-486.
- MAZZOLI-GUINTARD, Christine (2018): «Judíos, cristianos y musulmanes en las ciudades de al-Andalus: la experiencia del otro (ss. VIII-XV)», El legado de la España de las tres culturas, XVIII Jornadas de Historia en Llerena, F. Lorenzana de la Puente y F. Mateos Ascacibar coord., Llerena: Sociedad Extremeña de Historia, pp. 11-27.
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- VIGUERA MOLINS, María J. (2004): «Cristianos, judíos y musulmanes en al-Andalus», Cristianos, musulmanes y judíos en la España medieval: de la aceptación al rechazo, J. Valdeón Baruque dir., Valladolid: Ámbito-Fundación Duques de Soria, pp. 43-70.
- ZANÓN, Jesús (1989): Topografía de Córdoba almohade a través de las fuentes árabes, Madrid: CSIC.
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