Los clientes (mawālī) en al-Andalus bajo los omeyas

ʽAbd al-Raḥmān I contó con el apoyo de los clientes omeyas establecidos en la Península para hacerse con el poder y convertirse en emir de al-Andalus. Pero ¿quiénes eran estos clientes? ¿Por qué le ayudaron? ¿Por qué desempeñaron ese papel tan importante?


Maribel Fierro
CCHS-CSIC


Estatua de ʽAbd al-Raḥmān I en Almuñecar

En el año 132/750, el califa omeya de Damasco fue depuesto y comenzó una nueva dinastía, la de los abbasíes. Un príncipe omeya llamado ʽAbd al-Raḥmān b. Muʽāwiya logró escapar de la masacre de sus parientes y tras un accidentado viaje por Egipto y el Norte de Africa cruzó el Estrecho de Gibraltar y se hizo con el poder en al-Andalus, reinando desde 138/756 hasta 172/788. Sus descendientes gobernaron primero como emires y luego como califas hasta el año 442/1031, cuando el califato omeya de Córdoba fue abolido tras unas sangrientas guerras internas.

ʽAbd al-Raḥmān I no tuvo fácil hacerse con el gobierno de al-Andalus, principalmente a causa del rechazo de los árabes que allí ejercían el poder desde la conquista, y que no estaban dispuestos a renunciar a él. Uno de ellos expresó de forma muy gráfica la amenaza que veían en él. Ese líder —a la cabeza de los árabes del norte— se llamaba al-Ṣumayl b. Ḥātim y era un jefe militar próximo al entonces gobernador de al-Andalus, Yūsuf al-Fihrī, un miembro de la tribu de Qurayš (la del Profeta). Cuando algunos clientes omeyas establecidos en la Península les pidieron ayuda para que ʽAbd al-Raḥmān pudiese pasar desde el Norte de Africa, al-Ṣumayl se negó a hacerlo porque sabía que su llegada pondría en peligro la autonomía de los árabes, una posibilidad que describió diciendo que ʽAbd al-Raḥmān pertenecía a un clan tan importante que si uno de sus miembros orinaba en la Península todos los líderes tribales se ahogarían.

Dentro de la lógica de facciones que caracterizaba al ejército conquistador, si los árabes del norte se mostraron hostiles a la entrada del omeya, sus enemigos, los árabes del sur o yemeníes, fueron en cambio receptivos a su llegada y también lo fueron los beréberes, cuya conversión al Islam había tenido lugar durante el califato omeya de Damasco. Pero ʽAbd al-Raḥmān contaba sobre todo con el apoyo de los clientes omeyas establecidos en la Península, cuya clientela él podía reclamar ahora como herencia que le era debida. ʽAbd al-Raḥmān, además, desde el año 136/753 promovió la entrada de clientes omeyas en al-Andalus. Cuando finalmente cruzó el Estrecho, logró eliminar a al-Sumayl y al gobernador Yūsuf al-Fihrī. A este último le dio muerte un mawlà omeya, Maymūn b. Saʽd, cuyo antepasado beréber había sido manumitido por el califa de Damasco al-Walīd b. ʽAbd al-Malik (r. 86/705-96/715). Maymūn había entrado en al-Andalus con ʽAbd al-Raḥmān, quien le nombró luego gobernador de Toledo.

Pero ¿quiénes eran estos “clientes” o mawālī  que tan determinantes fueron para que ʽAbd al-Raḥmān tuviera éxito en su empeño?

El Islam, en tanto que religión, exigía la sustitución de las lealtades tribales por la adhesión a la comunidad religiosa (la umma). Pero en la primera época islámica los conversos que se unían a la comunidad islámica, así como otros individuos que carecían de lazos de sangre dentro de ella, necesitaron vincularse también mediante el establecimiento de lazos familiares o tribales con los primeros creyentes, que eran árabes. La institución del patronato (walā’) resolvía esta situación: gracias a ella, un patrono (mawlà) árabe-musulmán otorgaba su protección a ese individuo, que se convertía en su cliente (también llamado mawlà). Había dos tipos fundamentales de patronato:

En primer lugar estaba el patronato contractual, que implicaba un acuerdo entre un árabe o árabe/musulmán y una persona libre, e incluía el patronato por conversión. Este último tipo de patronato dejó de ser considerado válido dentro del derecho islámico hacia la segunda mitad del siglo II de la hégira (VIII de la era cristiana). Para entonces, en efecto, se consideraba que la conversión al Islam creaba un lazo, no entre individuos, sino entre el converso y la comunidad musulmana en su conjunto, de manera que dejaba de ser necesario adquirir una filiación (nisba) tribal árabe para ser considerado musulmán.

Y, en segundo lugar, estaba el patronato formado por la manumisión de un esclavo. En este caso, el patrono adquiría ciertos derechos y también obligaciones hacia su cliente. Ello se debía en parte a que el lazo establecido entre ambos se consideraba semejante a una relación de parentesco, en la que quedaba un residuo de la condición inicial de propiedad por parte del dueño del esclavo. La persona que manumitía podía heredar del esclavo al que había manumitido, estaba obligada a pagar el precio de la sangre (diya, es decir, la compensación económica correspondiente) del manumitido si éste no tenía agnados que lo hiciesen, y recibía a su vez el precio de la sangre por la muerte de su cliente. El que había manumitido podía también actuar como guardián de la hija de su cliente en su matrimonio y, según los malikíes (la escuela jurídica predominante en al-Andalus), también podía actuar como custodio de los hijos del manumitido. Por su parte, el manumitido no tenía derecho a heredar nada de quien le había manumitido, no formaba parte del grupo obligado a pagar el precio de la sangre de quien le había manumitido (aunque para algunos malikíes sí formaba parte si no había otros candidatos), no podía actuar como guardián para el matrimonio de la hija de su patrono (aunque Mālik —el fundador de la escuela malikí— lo habría permitido) y no se le otorgaba la custodia de los hijos de su patrono (aunque los malikíes lo permitían si no había otros candidatos). En lo que se refiere a la práctica, de los clientes se esperaba que asistiesen a quienes les habían manumitido, ya fuese económicamente, en asuntos políticos y en otro tipo de asuntos, y así actuaban de hecho. La relación entre el que había manumitido y el manumitido se consideraba tan duradera como la del parentesco: ninguno de ellos podían ponerle fin, el que había manumitido no podía vender su patronato ni el cliente transferir su clientela a un nuevo patrono (esto según la doctrina del derecho islámico clásico, pero Patricia Crone ha mostrado que se dieron casos en el primer periodo islámico). Y, finalmente, la relación de clientela era heredada por los descendientes del patrono.

Las fuentes árabes de que disponemos nos informan de unos 20 personajes cuya clientela establecida con los omeyas en Oriente fue heredada por ʽAbd al-Raḥmān I en al-Andalus. La mayoría son descritos como esclavos manumitidos por sus dueños, entre ellos, por ejemplo, el tercer califa ortodoxo ʽUṯmān b. ʽAffān (r. 23/644-35/655) o el califa de Damasco Marwān b. al-Ḥakam (r. 64-5/684-5). Los orígenes de estos clientes —a los que denomino clientes ‘indirectos’ de ʽAbd al-Raḥmān I— eran diversos: bizantinos, abisinios, persas, beréberes. Tras establecerse algunos de ellos en al-Andalus tras la conquista, adquirieron propiedades y alcanzaron un status económico y social elevado. Con la toma del poder por los omeyas en Córdoba y la consolidación de la dinastía, fueron ellos y sus descendientes los que alcanzaron posiciones de poder y responsabilidad en la administración en tanto que gobernadores, visires, comandantes militares y secretarios. Por su parte, ʽAbd al-Raḥmān I generó sus propios lazos de clientela, informándonos las fuentes de unos 20 clientes ‘directos’ suyos. Veamos algunos casos.

Cuando llegó a al-Andalus, ʽAbd al-Raḥmān I no disponía de muchos recursos económicos. El gobernador Yūsuf al-Fihrī poseía un esclavo llamado Martinīl encargado de un huerto en Córdoba. Su propiedad pasó a ʽAbd al-Raḥmān I tras haber vencido al gobernador. Con el tiempo, el omeya manumitió a Martinīl y sus descendientes se transformaron en ulemas, sirviendo en la administración omeya como directores de la oración, inspectores del mercado y jefes de la policía.

Durante uno de sus combates en al-Andalus para hacerse con el poder, ʽAbd al-Raḥmān b. Muʽāwiya advirtió que uno de los soldados en sus tropas se distinguía por su valentía. Al preguntarle si era esclavo o libre, el soldado, llamado Bazī,ʽ contestó que era esclavo (otra fuente sugiere que era originario de Oviedo). El omeya ordenó comprarlo y lo nombró jefe de su guardia palatina formada por esclavos negros (ʽirāfat al-sūd). Esto sucedió entre 154-8/771-4.

Posteriormente, ʽAbd al-Raḥmān manumitió a Bazīʽ. El documento de su manumisión —el único de que disponemos para al-Andalus— se ha conservado en una fuente literaria, el diccionario biográfico de Ibn Ḥāriṯ al-Jušanī (m. 361/971). El texto —muy parecido a otro que se ha encontrado en un papiro egipcio— dice:

Dijo cierto ulema: “Leí el documento de su manumisión que se encontraba entre otros documentos suyos. Es el más conciso y el redactado con mayor claridad entre todos los que he visto. Su texto dice así: “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso, documento concedido por ʽAbd al-Raḥmān b. Muʽāwiya en favor de Bazīʽ, su mawlà, manumitiéndole por amor de Dios – ¡honrado y ensalzado sea!- Nadie podrá causarle daño (laysa li-aḥad ʽalayhi sabīl), pues su clientela me pertenece a mí y a mi descendencia”.

Ibn Ḥāriṯ al-Jušanī (m. 361/971), Ajbār al-fuqahāʼ wa-l-muḥaddiṯīn, manuscrito Biblioteca Real de Rabat, número 6916, folio 44v: documento de manumisión de Bazīʽ (cortesía de Luis Molina).

En efecto, la clientela de Bazīʽ fue heredada por un hijo de ʽAbd al-Raḥmān I, Umayya. Este Umayya fue encarcelado en 180/796 después de que su sobrino al-Ḥakam b. Hišām b. ʽAbd al-Raḥmān I se convirtiese en emir. Bazīʽ también fue encarcelado, prueba de que los clientes solían alinearse con sus patronos. Cuando tuvo lugar la revuelta del arrabal en Córdoba en el año 202/817, viéndose el emir al-Ḥakam I en grave peligro, Bazīʽ pidió a sus guardianes que le dejaran libre para poder combatir a los rebeldes. Se lo permitieron a condición de que regresase una vez que la rebelión fuese sofocada y así lo hizo. Hay que suponer que fue liberado poco después. Uno de sus hijos, al-Ḥāriṯ b. Bazīʽ, fue un famoso comandante militar durante los reinados de ʽAbd al-Raḥmān II (r. 206/822-238/852) y Muḥammad I (r. 238/852-273/886), además de gobernador en las Marcas, así como encargado de los telares reales (dār al-ṭirāz). Su sobrino Muḥammad b. Waḍḍāḥ b. Bazīʽ (m. 287/900) se convirtió en un famoso ulema interesado por las corrientes ascéticas y uno de los primeros en introducir la ciencia de la Tradición profética en al-Andalus, además de alfaquí malikí. Los descendientes de Bazīʽ pudieron por tanto prosperar y mejorar su situación social gracias a la lealtad mostrada a la causa omeya por su antepasado. Mientras que uno de los hijos de Bazīʽ siguió la trayectoria militar de su padre, los nietos pudieron incorporarse al mundo del saber gracias al proceso de islamización y arabización de la familia. Debemos suponer que Bazīʽ debió convertirse al islam tras su manumisión o un tiempo después (la manumisión de un esclavo no implicaba necesariamente que éste se convirtiese al Islam).

Imagen aérea de las excavaciones arqueológicas del arrabal de Šaqunda en Córdoba (zona A) (© UCO-GMU).
Imagen de una calle y algunas edificaciones del arrabal de Šaqunda en Córdoba (© UCO-GMU).

Llama la atención que la historia de Bazīʽ es muy parecida a la que se cuenta de otro esclavo manumitido por el califa omeya de Damasco Marwān b. al-Ḥakam: éste manumitió a un esclavo llamado ʽAbd Allāh b. Ŷābir que había luchado valientemente en la batalla de Marŷ Raḥīṭ (64/684). Los descendientes de este ʽAbd Allāh b. Ŷābir, establecidos en al-Andalus, se convirtieron en una de las familias más importantes empleadas en la administración omeya cordobesa.

Llama también la atención que la mayor parte de los casos de manumisión registrados en las fuentes árabes se refieren a los efectuados por miembros de la familia omeya y especialmente a ʽAbd al-Raḥmān I. Sin duda, ello se debe por un lado a la preeminencia de la transmisión de todo lo relacionado con la memoria de los omeyas, pero también con el éxito de estos a la hora de monopolizar la institución del patronato. Los conquistadores árabes habían establecido relaciones de clientela con los conquistados y podemos encontrar alguna referencia esporádica a los mawālī de Mūsā b. Nuṣayr y a los del gobernador Yūsuf al-Fihrī. Pero cuando ʽAbd al-Raḥmān se hizo con el poder, sus esfuerzos y los de sus descendientes se concentraron en aumentar el número de sus mawālī, mientras que otros grupos de mawālī prácticamente desaparecen del registro cronístico.

Los mawālī omeyas, por el contrario, son omnipresentes en dicho registro, pudiendo ser agrupados en familias cuya influencia se detecta a lo largo del tiempo. Ya se ha mencionado que acapararon varios puestos en la administración y que llegaron a ocupar un lugar destacado en las ceremonias cortesanas, tal y como analizó en su día Miquel Barceló, pudiendo tener sus propios clientes. Pocos son los casos de los que se rebelaron contra los omeyas y cuando lo hicieron fue en general por tomar partido por una facción dentro de la dinastía.

Un aspecto de la trayectoria de estos clientes que se puede trazar a partir de los datos de los diccionarios biográficos es cómo fueron adquiriendo los códigos culturales de sus patronos hasta el punto de convertirse en preceptores de los príncipes omeyas. Fue el caso de Siwār b. Ṭāriq, mawlà de ʽAbd al-Raḥmān I, quien hizo el viaje de estudios a Oriente (riḥla) y la peregrinación a La Meca, estudiando en Basora con el famoso gramático al-Aṣmaʽī  (m. 213/828 o 216/831). Uno de sus nietos, Muḥammad b. ʽAbd Allāh b. Siwār, también se formó en Oriente. Otro mawlà, de origen beréber, Milḥān b. ʽAbd Allāh b. Muḥammad b. Milḥān b. Sālim, cliente de un hijo de ʽAbd al-Raḥmān I llamado Maslama, fue gramático, poeta, secretario y preceptor de los hijos de ʽAbd al-Raḥmān III (r. 300/912-350/961). Ibrāhīm b. Ḥusayn b. Jālid b. Martanīl (m. después de 240/854 ó 247/861 ó 249/863) escribió un comentario del Corán.

Otros clientes se dedicaron al derecho islámico. El padre del alfaquí cordobés Ḥāriṯ b. Abī Saʽd Sābiq (m. 221/836) era un esclavo manumitido de ʽAbd al-Raḥmān I. Contando sin duda con el permiso y tal vez con la financiación de su patrono, viajó a Oriente y allí estudió con maestros malikíes en el Cairo antiguo y en Medina y cuando regresó fue muftí (alfaquí que emitía dictámenes legales) bajo al-Ḥakam I and ʽAbd al-Raḥmān II. Junto con uno de sus hijos, también fue nombrado jefe de policía. La presencia de clientes omeyas entre los alfaquíes fue, sin duda, de ayuda para los emires omeyas ya que a través de ellos podían influir en un ámbito, el legislativo, que no estaba en teoría bajo su control directo.

Los clientes podían ser utilizados por los omeyas en misiones que requerían confianza y lealtad, por ejemplo, como mediadores. Uno de los descendientes de Martanīl, ʽAbd Allāh b. Muḥammad b. Jālid b. Martanīl, fue enviado por el emir Muḥammad para poner fin a las hostilidades entre los árabes del norte y los árabes del sur en Beja. Ibrāhīm b. Hārūn, descendiente de un cliente del califa omeya de Damasco ʽAbd al-Malik b. Marwān (r. 65/685-86/705), custodiaba el dinero concedido por el emir Muḥammad para el mantenimiento de la mezquita de Rayya. Aunque no todos los esclavos manumitidos por ʽAbd al-Raḥmān I ni sus descendientes tuvieron trayectorias tan exitosas como las aquí mencionadas, en principio tuvieron sin duda más oportunidades que otros para prosperar. Gracias a las anécdotas que se cuentan de alguno de ellos podemos recuperar algunas de las expectativas que existían respecto a la conducta entre patrono y cliente. Un mawlà omeya llamado ʽĪsà b. ʽAbd al-Raḥmān Ibn Tārik al-faras estaba al servicio del gobernador Yūsuf al-Fihrī encargado de los pagos para las tropas. Yūsuf lo incluyó en una embajada enviada a ʽAbd al-Raḥmān I. Mientras dos de los embajadores iban al encuentro del omeya, Ibn Tārik al-faras permaneció rezagado con los presentes que llevaban. Los dos embajadores no tuvieron éxito en su misión y uno de ellos fue encarcelado. Cuando se enteró de esto, Ibn Tārik al-faras se escapó llevándose los regalos. Más tarde, ʽAbd al-Raḥmān I se lo recordaba censurándole: “Tú eres nuestro cliente, y conoces los estrechos vínculos que te unen a mí, tu patrón, y aun así actuaste de esa forma”. Ibn Tārik al-faras se disculpó por la lealtad que debía guardar a Yūsuf a cuyo servicio estaba. ʽAbd al-Raḥmān I —de quien se señala su magnanimidad con sus clientes— le perdonó, pero nunca lo distinguió como a otros de entre sus mawali.

Para ampliar:

  • Barceló, Miquel, “El califa patente: el ceremonial omeya de Córdoba o la escenificación del poder”, en Estructuras y formas del poder en la historia, Salamanca, 1991, 51-71; repr. El salón de `Abd al-Rahman III, Córdoba, 1995, 155-175 y El sol que salió por Occidente. Estudios sobre el estado omeya en al-Andalus, Universidad de Jaén, 1997, 137-162 (trad. inglesa en  M. Marín (ed.), The Formation of al-Andalus. Part 1: History and Society, Ashgate: Variorum, 1998, 425-56.
  • Crone, Patricia, Roman, provincial and Islamic law. The origins of the Islamic patronate, Cambridge, 1987
  • Fierro, María Isabel, “Bazīʽ, mawlà de ʽAbd al-Raḥmān I, y sus descendientes”, Al-Qanṭara VIII (1987), 99-118, http://digital.csic.es/handle/10261/32108.
  • Fierro, Maribel, “Los mawali de ,Abd al-Rahman I”, Al-Qantara XX (1999), 65-98 http://digital.csic.es/handle/10261/47944.
  • Meouak, Mohamed, Pouvoir souverain, administration centrale et élites politiques dans l’Espagne umayyade (IIe-Ve/VIIIe-Xe siécles), Helsinki, 1999.