Claudio Sánchez-Albornoz y su visión de al-Andalus

Don Claudio era plenamente consciente de que la única manera de conocer de la mejor forma posible el pasado alto-medieval de la península ibérica era acudiendo a las fuentes latinas y árabes y, como buen historiador que era, cotejarlas


Martín F. Ríos Saloma
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Nacional Autónoma de México


Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña. Biblioteca Digital Hispánica.

Claudio Sánchez-Albornoz : historiador y político

Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña (1893-1984) fue uno de los historiadores españoles más prolíficos del siglo XX. Aunque de familia abulense, nació en Madrid, en la céntrica plaza de Celenque. Realizó sus estudios en la Universidad Central de Madrid (1911-1914) y gracias a la influencia de Eduardo de Hinojosa se decantó por la historia institucional y del derecho en la alta Edad Media. Alumno notable, contó a lo largo de su trayectoria universitaria con apoyos como los de Ramón Menéndez Pidal o José Ortega y Gasset, quienes le allanaron el camino para la obtención de distintas becas concedidas por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) o para acceder a puestos de alto nivel en la universidad madrileña, de la que llegó a convertirse en rector en el bienio 1932-1934.

Placa conmemorativa en el edificio en que nació Claudio Sánchez-Albornoz. Plaza de Celenque 1, Madrid. España. Fotografía. Martín Ríos. Archivo personal.

Durante los primeros años de su derrotero intelectual, poco le interesó el estudio de las sociedades islámicas, centrado como estaba en el análisis de las estructuras feudales. Sin embargo, en el año de 1921, la Real Academia Española y la Real Academia de la Historia convocaron al “Premio Nacional Covadonga” con el objetivo de conmemorar el 1200 aniversario de la batalla en que Pelayo había vencido por vez primera a los musulmanes, iniciando el proceso de expansión territorial que la historiografía del siglo XIX denominó como Reconquista. Sánchez-Albornoz entregó en diciembre de 1922 el manuscrito de su trabajo intitulado Instituciones sociales y políticas del reino de Asturias, que le hizo acreedor al premio al año siguiente. La obtención de tal distinción significó, por un lado, su acceso a la Real Academia de la Historia como académico numerario en 1925. Por el otro, se tradujo en la formulación de una nueva problemática histórica gracias a la cual pretendía dilucidar cuál había sido el papel del islam peninsular en la forja del feudalismo hispano, tal y como lo anunció en la conferencia que pronunció el 14 de diciembre de 1929 en la Facultad de Derecho de Oviedo con el título “Los árabes y los orígenes del feudalismo”, sobre la que volveremos más adelante. 

En abril de 1931, Sánchez-Albornoz se convirtió en diputado por la provincia de Ávila bajo las siglas Acción Republicana. Nuestro historiador combinó a lo largo de cinco años su pasión por la historia y sus cargos académicos con sus responsabilidades políticas, pues llegó a ser ministro de Exteriores (octubre-diciembre de 1933) y vicepresidente de las Cortes (1936). Las pugnas en el interior del gobierno republicano durante el año de 1936 le hicieron salir del Consejo de Ministros, convirtiéndose en mayo de aquel año en embajador de la República española ante Portugal. Fue en Lisboa donde, en el ejercicio de sus funciones diplomáticas, tuvo conocimiento del golpe militar protagonizado por Francisco Franco y otros generales. El avance del autodenominado “Ejército Nacional”, las simpatías que dicha insurrección despertaba en el país luso y las amenazas a su familia obligaron a Sánchez-Albornoz a abandonar la capital portuguesa en octubre de 1936.

El antiguo Rector de la Universidad Central se exilió temporalmente en París y, a principios de 1937, se estableció en la Universidad de Burdeos gracias a las gestiones de George Cirot, al apoyo institucional y personal de Louis Halphen y March Bloch y a la subvención de la Fundación Rockefeller. Durante tres años, Sánchez-Albornoz ejerció la docencia en la institución bordelesa y continuó sus investigaciones sobre los orígenes del feudalismo peninsular. Sin embargo, la invasión nazi sobre Francia hizo que de nuevo la vida de Sánchez-Albornoz tomara un rumbo inesperado: tras diversas gestiones personales e institucionales, en el otoño de 1940 se embarcó hacia Argentina, país en el que había impartido una serie de conferencias a fines del verano de 1933.

Cuando Sánchez-Albornoz llegó a Buenos Aires a principios de diciembre de 1940, se habían instalado en los órganos de gobierno de la universidad de aquella ciudad personas que veían con poca simpatía el arribo de un profesor republicano. Tal hecho, sumado a la reciente fundación de la Universidad Nacional de Cuyo, urgida de profesores consolidados que quisieran formar a las juventudes de la región andina, llevaron a Sánchez-Albornoz a trasladarse a la ciudad de Mendoza, en la que ejerció la docencia a lo largo de año y medio. A dicha actividad sumó la preparación de la obra que había elaborado en Burdeos, y que finalmente vio la luz bajo el sugerente título de Los orígenes del feudalismo.

En junio 1942 Sánchez-Albornoz logro incorporarse a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde fundó el Instituto de Historia de España con el fin de impulsar el estudio de la Edad Media de la península ibérica. Hasta los años finales de la década de 1970, el antiguo académico de la Historia consagró su cotidiano a la docencia y la investigación, a la adquisición de fuentes, libros y revistas especializadas con las cuales nutrir sus estudios, a formar a diversas generaciones de estudiantes, a tejer vínculos personales, académicos e institucionales con diversos actores del medievalismo europeo, como Raffaello Morghen o Jacques Le Goff, a formar medievalistas argentinas y, en fin, a dirigir y a nutrir la revista Cuadernos de Historia de España por él fundada en 1944.

Biblioteca personal y mesa de trabajo de Claudio Sánchez-Albornoz conservada en el Centro Argentino de Estudios Históricos “Claudio Sánchez-Albornoz”. Palacio Pizzurno. Buenos Aires, Argentina. Fotografía. Martín Ríos. Archivo personal.

Durante el periodo 1962-1970 ejerció el cargo honorífico de Presidente del Gobierno de la República en el exilio. Esa actividad política, su prestigio intelectual y su compromiso con el gobierno republicano le convirtieron en un actor de primer orden durante la “Transición” española. Entre abril y junio de 1976, Sánchez-Albornoz realizó una estancia en España que lo llevó a Madrid, Valladolid, Ávila, Oviedo y Covadonga en la que impartió diversas conferencias y fue agasajado por antiguos alumnos y colegas. Una de las actividades más importantes fue la reunión que mantuvo con el monarca recientemente nombrado, Juan Carlos I. Aunque nunca trascendió el contenido de la conversación, es plausible suponer que ésta giró en torno a la conformación del nuevo orden político, pues don Claudio había sido depositario simbólico de la legalidad de la República.

Sánchez-Albornoz volvió por voluntad propia a su exilio argentino a pesar de las múltiples invitaciones que recibió para permanecer en España. Desde la capital argentina, a través de la prensa y la reedición de sus libros, hizo su particular contribución a la reconciliación política y a la conformación del Estado de las Autonomías. Su deplorable estado de salud obligó a su familia a llevarlo de vuelta a España en enero de 1984. Murió el 8 de julio de aquel año en Ávila. Fue enterrado en el claustro de la catedral en una ceremonia a la que acudieron don Felipe, Príncipe de Asturias, y Felipe González, presidente del gobierno.

Sánchez-Albornoz y su visión del islam peninsular

Como se ha indicado, el interés de Sánchez-Albornoz por la historia del islam peninsular nació a raíz del Premio Covadonga. El manuscrito que entregó al jurado se ha perdido y no ha sido posible hasta ahora establecer siquiera indicios de una posible ubicación. En cualquier caso, gracias a los trabajos posteriores sabemos que le interesó particularmente la forma en la que la invasión islámica transformó radicalmente el destino histórico de la España visigoda, pues, según el madrileño, de no haberse producido ésta, España habría seguido una evolución semejante a la de las otras monarquías germánicas.

Una de las primeras reflexiones de las que tenemos constancia fue la conferencia que pronunció en la Universidad de Praga en mayo de 1928, en el marco de su estancia de investigación en Viena, ciudad en la que preparó su intervención. En abril de 1929 Sánchez-Albornoz publicó el texto de la conferencia bajo el título “España y el Islam” en el número LXX de la Revista de Occidente, dirigida por José Ortega y Gasset. El texto hoy en día podría calificarse como poco científico, pero contiene algunas ideas que merece la pena subrayar, con el objetivo de mostrar cuál era la concepción sobre al-Andalus y el legado andalusí dentro del medievalismo español al cual Sánchez-Albornoz pretendía representar dignamente.  La argumentación del texto, más allá del tono exaltado y un tanto afectado, era sencilla: la invasión islámica de España en el siglo VIII tuvo como consecuencia el retraso de España respecto de Europa, debido a que no sólo escindió a la península ibérica del desarrollo de la Europa cristiana septentrional integrándola en un mundo arabizado, sino porque “los españoles” tuvieron que invertir todas sus energías en luchar cotidianamente con el invasor para reconquistar el suelo perdido.

El 14 de diciembre de 1929 Sánchez-Albornoz pronunció en el paraninfo de la Universidad de Oviedo la conferencia “Los árabes y los orígenes del feudalismo”. De la conferencia no queda sino el testimonio que el propio autor consignó en el tomo VI del Anuario de Historia del Derecho Español y que, escrito en tercera persona, sintetiza su contenido. Según el aviso publicado en la sección Varia, nuestro historiador inició su disertación exponiendo las teorías entonces en boga sobre los orígenes del feudalismo. La primera había sido formulada por el medievalista alemán Otto Brunner (1898-1982), quien sostenía que el feudalismo surgió como consecuencia de la necesidad que tuvo Carlos Martel para enfrentarse a “los jinetes árabes invasores” que asolaron la Galia en las primeras décadas del siglo VIII (p. 587), para lo cual habría confiscado los bienes eclesiásticos entregándoselos a los vasallos para que formaran una improvisada caballería. El historiador militar Hans Delbrück (1848-1929), por su parte, consideraba que  la caballería franca y por lo tanto el feudalismo habrían surgido como consecuencia de las dinámicas propias de aquella sociedad, sin vinculación alguna con la invasión musulmana. Finalmente, el historiador austriaco, Alphons Dopsch (1868-1953), con quien Sánchez-Albornoz había realizado una estancia en Viena en el ciclo escolar 1927-1928, apuntaba que el feudalismo y la caballería franca eran anteriores a la invasión musulmana y que la segunda se habría formado al calor de la lucha con los ávaros, por lo que las confiscaciones de época carolingia serían continuación de las llevadas a cabo en el periodo merovingio.

Frente a estas tesis, el historiador madrileño presentó un panorama de las “fuentes hispanoárabes aprovechables para conocer la caballería islamita de los primeros tiempos de la dominación de España por los árabes”. Dichas fuentes no eran otras, según se asentaba en el texto del Anuario, que “la Continuatio hispana; el Ajbarmachmúa, las crónica de Abenalcutia y Rasis, el Fatho l’andaluci [sic.] y las historias de Abendari y Abenalatir”. De todas ellas, la que a su parecer tenía mayor importancia por ser coetánea a los acontecimientos era el Ajbarmachmúa escrita, según Sánchez-Albornoz quien seguía al arabista Julián Ribera antes del 796. Así pues, a partir de estas fuentes, el académico de la historia estudiaba “los trozos de ellas que hablan de la caballería musulmana con motivo de la invasión misma de España, y de las luchas civiles entre los invasores, que estallan en seguida”.

Tras analizar estos enfrentamientos, nuestro historiador concluía que el número de jinetes sarracenos que participaron en la conquista de las Galias sería “escaso”, por lo que no podía atribuirse a su existencia ni el desarrollo de la caballería franca ni el surgimiento del feudalismo en Europa.

Cubierta de La España musulmana, de Claudio Sánchez-Albornoz (1946)

 La reseña de la conferencia concluía señalando que su expositor no quiso entrar en el debate “sobre las fechas y las causas del surgir del feudalismo” y afirmaba que “en el volumen próximo del Anuario publicará nuestro colega su estudio” (p. 588). Huelga decir que Sánchez-Albornoz no llegaría a publicar en ninguno de los subsecuentes números del Anuario de Historia del Derecho Español el prometido estudio, y éste sólo vería la luz en el segundo volumen de su Entorno a los orígenes del feudalismo, publicado en 1942, casi trece años después de que fuese pronunciada la conferencia.

La nota informativa en cuestión contiene diversos elementos que caracterizarían el trabajo científico de Sánchez-Albornoz sobre el mundo musulmán y las interpretaciones que de él hizo a lo largo de las siguientes décadas.

El primero de ellos consiste en que el interés que don Claudio muestra sobre el mundo andalusí no era un interés per sé, sino que estaba condicionado por su formación como historiador de las instituciones, formación que le llevaba a buscar en el pasado altomedieval los orígenes del feudalismo europeo.

El segundo es que la aproximación a ese pasado islámico no se realizó desde un conocimiento de la lengua árabe, sino a través de las traducciones que en el siglo XIX habían realizado, de distintas fuentes escritas en lengua árabe fuesen crónicas, leyendas o documentos de la administración, connotados arabistas, como Pascual de Gayangos, Reinhardt Dozy, Francisco Codera, Emilio Lafuente Alcántara, Julián Ribera y Tarragó, Emilio García Gómez o Miguel Asín Palacios.

No obstante esta deficiencia metodológica de origen, Sánchez-Albornoz, tercera característica, dedicó muchos años de su vida a intentar datar lo más exactamente posible aquellas fuentes latinas y a establecer al veracidad de la información que contenían, cotejándolas con las fuentes cronísticas y documentales que conocía mucho mejor. En este sentido, a pesar del problema que suponía la imposibilidad de leer las fuentes en su original, don Claudio era plenamente consciente de que la única manera de conocer de la mejor forma posible el pasado alto-medieval de la península ibérica era acudiendo a las fuentes latinas y árabes y, como buen historiador que era, cotejarlas. A ello obedece que en 1946 publicara, ya en su exilio argentino, su colección documental La España musulmana con el fin de “dejar hablar” a las fuentes (p. 25).

La última característica consistió en partir, como no podía ser de otra manera, de los presupuestos epistemológicos y culturales en los que se formó; es decir, de una interpretación nacionalista y esencialista del pasado de su patria. De esta suerte, compartía la idea de que España existía al menos desde los tiempos visigodos y que la presencia musulmana, además de ilegítima de ahí los términos empleados de “invasión” y “dominación” no había logrado transformar significativamente las esencias godas, latinas y cristianas de España, de donde se desprendía lógicamente que, aunque conocía el término al-Andalus, prefiriese siempre el de “España islámica” o “España musulmana” para referirse a aquel territorio, pues, aunque hubiese estado gobernado por emires y califas que hablaban árabe, en esencia nunca había dejado de ser, ante todo, parte de España. 

Sánchez-Albornoz: el compromiso intelectual

Uno de los textos que más difusión tuvo fue el ensayo histórico España, un enigma histórico¸ publicado en Buenos Aires en 1956. Sin embargo, reducir sus aportes historiográficos a este único volumen sería desconocer la ingente producción científica de nuestro autor, reflejada en libros y artículos científicos, así como su labor de divulgación, materializada en artículos periodísticos, antologías, ediciones de fuentes y libros de bolsillo.

Placa conmemorativa en la casa que habitó Claudio Sánchez-Albornoz en Buenos Aires. Calle Tomás Anchorena 1481 4-J. Buenos Aires, Argentina. Fotografía. Martín Ríos. Archivo personal.

Hoy en día la mayoría de sus posturas interpretativas han perdido vigencia, pero no cabe duda de que contribuyó significativamente al desarrollo de las bases metodológicas del medievalismo español y procuró, tanto en España como en su exilio argentino, contribuir al mejor conocimiento y comprensión de la historia medieval hispana. Y si bien erró al sostener a lo largo de su vida que la “invasión” de España por parte de los musulmanes no alteró las estructuras profundas de la Península ni el carácter de los “españoles”, no erró al señalar que: a) para comprender la historia medieval de la Península era necesario confrontar las fuentes latinas y árabes; b) la presencia islámica había hecho nacer una frontera entre la “España cristiana” y la “España musulmana” y c) que la presencia islámica y la idea de recuperar las tierras invadidas se convirtieron en el gran marco de legitimación de la expansión de los reinos hispano-cristianos. A casi 40 años de su muerte merece la pena volver sobre sus escritos y ponderar con espíritu sosegado sus aciertos y equívocos en la certeza de que se encontrará en cada uno de ellos, al menos, a un defensor de la libertad, de la honestidad intelectual, del rigor y del método histórico.


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