De al-Andalus a la Monarquía Hispánica

El Origen de la Casa de Granada pretende, a través de una reelaboración genealógica, demostrar que el linaje morisco de los Granada Venegas no solo descendía de la realeza nazarí, sino que entroncaba también con linajes aristocráticos de la Hispania anterior a la conquista islámica, proporcionándoles así un origen godo de sangre real


Javier Albarrán
Universität Hamburg / Universidad Autónoma de Madrid


Detalle de un grabado de la novela Los Monfíes de las Alpujarras, de Manuel Fernández y González (1859). Internet Archive.

Hace más de 40 años, el historiador Antonio Domínguez Ortiz realizó una afirmación que después sostuvo Louis Cardaillac en su Morisques et Chrétiens. Un affrontement polémique (1492-1640): los moriscos no tenían historia, ya que para existir la historia tenía que existir un grupo humano en evolución. Pues bien, en este sentido, no solo se ha podido hacer historia sobre los moriscos y su propia evolución y cambios como grupo social —o, más bien, como grupos sociales, ya que los moriscos ni mucho menos fueron un fenómeno homogéneo—, sino que también, y sobre esto versa este artículo, ellos mismos construyeron su historia. 

Una de las maneras en las que construyeron su historia —y su memoria— fue a través de la relectura, recontextualización y renegociación de su pasado islámico, para así poder justificar el mismo, superar el proceso de conversión e integrarse en el marco social de la Monarquía Hispánica. El mejor ejemplo de este proceso es el de algunos de los antiguos linajes andalusíes “evangelizados”, como es el caso de los Granada Venegas, descendientes de una familia de la aristocracia nazarí y convertidos al cristianismo a través de Yahya al-Nayyar (m. 1506), quien entregó Baza a los Reyes Católicos en 1489 y se bautizó como Pedro de Granada. En el seno de este linaje se escribió el Origen de la Casa de Granada, texto que se encuentra custodiado en un manuscrito de la Real Academia de la Historia y que nos traslada al marco de la integración en la sociedad cristiana y de la participación en el poder de las élites moriscas granadinas.

Retrato de Pedro de Granada. Patronato de la Alhambra y el Generalife. Colección fotográfica del Museo de Arte Hispano Musulmán, F 007441.

El Origen (godo y cristiano) de la Casa de Granada 

Esta obra pretende, a través de una reelaboración genealógica, demostrar que el linaje morisco de los Granada Venegas no solo descendía de la realeza nazarí, sino que entroncaba también con linajes aristocráticos de la Hispania anterior a la conquista islámica, proporcionándoles así un origen godo de sangre real. A este origen visigodo llega la obra a través de los reyes de Murcia y Zaragoza: “los caudillos y gobernadores de las ciudades se alzaron con ellas y se intitularon Reyes, entre los cuales fue Ibdinabal, de nación godo, que se intituló Rey de Zaragoza”. No era la primera vez que se presentaba esta idea. Ya Hernando del Pulgar (m. 1492), en su obra Claros Varones de Castilla, había dicho que don Pedro de Granada descendía de los reyes de Murcia y Zaragoza y, a través de estos, de los godos. En este sentido, la figura de Ibn Hud (al-Mutawakkil, rey taifa de Murcia tras la desintegración del imperio almohade), Abenhut, se torna fundamental: “Abenhut por ser príncipe de tan antiguo y real linaje y por su persona muy aventajado, así en presencia de cuerpo y valentía como en las virtudes de su ánimo muy liberal que mantenía mucho la verdad y la justicia. Y por todo esto no solo fue celebrado de los historiadores árabes de su tiempo mas también de los nuestros españoles”.  

Asimismo, el manuscrito presenta también una imagen del linaje con tintes filocristianos, lo que se sumaría a la legitimidad otorgada por los tiempos anteriores a la conquista islámica de la península Ibérica. Se estaba así construyendo un pasado que renegociara la herencia islámica del linaje granadino para que se pudiera acomodar al marco socio-cultural de la aristocracia de la Monarquía Hispánica. Es decir, la falsificación histórica iba de la mano de deseos de homologación social, redefiniendo la historia del linaje, y también su identidad, en función de los patrones que imponían las autoridades castellanas. Así, se construye una ficción genealógica que se plantea en términos de continuidad esencialista, permaneciendo algunos rasgos inalterables desde el antepasado godo hasta el noble nazarí: “La insignia y armas de los Reyes de Zaragoza de que usaron en sus edificios y pendones fue una banda azul [con] campo de Plata. Y el color de la banda [lo] mudaron sus sucesores mas de cuatrocientos años después ,como lo refieren graves autores y se ve en los edificios antiguos y casas reales de Granada y en uno de los cuartos de la Alhambra”.

Insignia de los “reyes moros de Zaragoza” según el Origen de la Casa de Granada. Ms. RAH B-86, f. 2.

“Con la pérdida de España perdieron también su ley”: conversión, genealogía y contexto intelectual 

Una de las primeras cuestiones que la obra nos lleva a plantearnos es la de la conversión, sin duda uno de los episodios clave a abordar en esta reconstrucción genealógica. ¿Cómo se entendía y explicaba la conversión? ¿Cuál era su función? En este sentido, es muy sugerente la representación de la conversión de Yahya al-Nayyar/Pedro de Granada en la obra, que aparece como un acto milagroso mediatizado por san Pedro y anterior a la caída de Granada (1492), algo que no parece muy probable y que, nuevamente, tiene que ver con el pretendido estatus del linaje: su conversión pre-conquista permitía su consideración como cristianos viejos. 

Representación de san Pedro en el Origen de la Casa de Granada. Ms. RAH B-86, f. 1.

La conversión se constituye así como uno de esos lugares de memoria, y don Pedro, y quizá también algunos reyes musulmanes de origen godo con actitudes filocristianas como el propio Abenhut, en mediadores entre identidades y entre el pasado islámico y el presente cristiano de esos moriscos: es interesante observar la actitud de Abenhut, que no duda en aliarse con los cristianos y también con los “mozárabes” de su reino, a los que trataba con justicia, contra los opresores almohades. Son estas actitudes de colaboración con los cristianos las que, junto a su linaje aristocrático nazarí, permitirán a los Granada Venegas, una vez convertidos, alcanzar puestos de responsabilidad, poder y prestigio en Granada.  

Otra de las cuestiones de interés al abordar el Origen de la Casa de Granada, es la del papel que desempeña la genealogía, como forma de historia, en la construcción de identidades y en la integración de grupos sociales tras un hito traumático como la conversión. Es decir, la función de la genealogía como medio de integración en una sociedad que antes era ajena a través de la renegociación de la identidad. En este caso, es evidente cómo dialoga —y se integra— con las técnicas de construcción de historia usadas por el resto de linajes peninsulares en esa época, construcciones del pasado muy vinculadas a la obtención de privilegios por hidalguía y de justificación de una posición social a posteriori. Se observa así una cierta asimilación de los métodos de construcción histórica y memorística, lo que no sólo afecta al medio escrito sino también a otros como el pictórico, en especial al hecho de que se hiciesen pintar retratos, o al arquitectónico, con la propiedad de palacios como la Casa de los Tiros.

Casa de los Tiros, Granada. Wikimedia Commons.

Igualmente, la obra también entronca con las corrientes historiográficas del momento, y en este sentido el goticismo es clave. Los visigodos son el precedente fundamental a buscar en el pasado para la unión de los reinos hispánicos y para la constitución de una monarquía católica, y, como se ha visto, los Granada Venegas, al igual que otros linajes peninsulares, no desaprovecharon la ocasión de apropiarse de ese pasado godo. Todo esto se tiene que poner en relación con la idea de pureza de sangre tan extendida en la época, escollo que los Granada Venegas intentaron sortear con esa ascendencia goda.

Tabla genealógica de la casa Granada Venegas. Ms. RAH Salazar y Castro D-25.

En este sentido, puede ser elocuente, de cara a revelar el contexto de producción de la obra, analizar el diálogo que se establece entre el Origen de la Casa de Granada y otros textos que tratan cuestiones similares u otros autores que tenían contacto y relación con los Granada Venegas. Un ejemplo puede ser el de Diego Hurtado de Mendoza (m. 1575), autor de la Guerra de Granada, que era primo y amigo de don Alonso Granada Venegas. Otro caso particular es el de la obra Antigüedad y excelencias de Granada de Bermúdez de Pedraza (m. 1655). El tercer libro de la misma habla sobre “la religión de Granada y sus excelentes cualidades”, incluyendo una sucesión de los reyes de Granada y una genealogía de los Granada Venegas. Se confirma la actitud filocristiana y la descendencia goda de la familia, puntualizando además que “con la pérdida de España perdieron también su ley”, por lo que cabe deducir que la recuperación de esta última llegaría con la restauración total de Hispania, es decir, con la caída de Granada. Asimismo, describe también la conversión de don Pedro de forma milagrosa y nos deja un interesante pasaje con el que reflexionar acerca de la memoria y su relación con la historia: “de los sucesores de estos (de los reyes árabes) no hay memoria, no por falta de ellos, que siempre los tuvo Granada, como tierra tan amena y fértil…sino por falta de historias árabes, o de quien las traduzca en castellano…”. Por otro lado, cabe recordar que Bermúdez de Pedraza escribió, en 1609, una obra en honor a Pedro de Granada Venegas titulada El secretario del rey.  

En este mismo sentido, el de ver cómo la obra dialoga con su contexto de producción, es importante aproximarse a la academia o tertulia literaria que los Granada Venegas impulsaron a caballo entre el siglo XVI y el XVII. Se sabe que participaban personajes de la talla de Diego Hurtado de Mendoza, Juan Latino, o Luis Barahona de Soto. Este último escribió una mitológica obra genealógica sobre sus patrones, los duques de Osuna, titulada Las lágrimas de Angélica (1586), basada en el Orlando furioso de Ariosto. En ella, Don Pedro Granada Venegas aparece bajo el pseudónimo de Pilas. El Orlando era, además, una de las fuentes de la Verdadera Historia de Miguel de Luna, de la que ya hemos hablado en otro lugar y que representa otro ejemplo de la renegocación —y cierta reivindicación— del pasado andalusí para adaptarlo a las corrientes historiográficas hegemónicas en la Monarquía Hispánica y para integrar a ciertos sectores de la población morisca. Las lágrimas de Angélica se publicó precedida de unos sonetos de Joan de Faría, abogado y relator de la Real Chancillería de Granada, perteneciente también a la tertulia y amigo de Miguel de Luna, al que escribió unos sonetos preliminares para su Verdadera Historia.

Sonetos de Joan de Faría en Las lágrimas de Angélica. Biblioteca Digital Hispánica. BNE R-6847,

Echemos un vistazo a la biblioteca de los Granada Venegas, ejercicio que nos puede ayudar a completar esta perspectiva sobre qué textos y narraciones sobre el pasado se pusieron en relación en este contexto de producción de historia y memoria. En el inventario realizado tras la muerte de Pedro de Granada Venegas, I Marqués de Campotéjar (m. 1643), hay 225 referencias bibliográficas, a las que hay que añadir “muchos libros en latín”. Entre las obras se encuentra una completa bibliografía sobre la historia de Granada que incluye autores como Hernando del Pulgar, Luis del Mármol, Bermúdez de Pedraza, Diego Hurtado de Mendoza, Gregorio López Madera, o Adán Centurión, etc.; textos sobre la historia reciente de los moriscos, en concreto sobre la expulsión de los mismos de Valencia, lo que nos indica una preocupación por las cuestiones relacionadas con esta comunidad; grandes monumentos de la historia de España, como el De rebus Hispaniae de Juan de Mariana (m. 1624), lo que muestra un interés por el relato hegemónico, providencial y sin fisuras que de su pasado presentaba la Monarquía Hispánica, donde su linaje debía de insertarse; crónicas medievales que venían a fundamentar esta perspectiva de la historia peninsular, como la de Lucas de Tuy (m. 1249), impresa por primera vez por el propio Juan de Mariana; y obras que inciden en alguno de los aspectos de ese relato, como el neogoticismo en el caso de la Historia de los Godos de Julián del Castillo. 

“De los sucesores de estos (reyes árabes) no hay memoria”: linajes de origen andalusí/magrebí en la Monarquía Hispánica 

Otro camino a recorrer a la hora de intentar reconstruir el contexto de producción de historia y memoria en el que surgió el Origen de la Casa de Granada es el de estudiar la relación que los Granada Venegas tenían con otros linajes de la aristocracia andalusí. Los Granada Venegas formaban parte del reducido grupo de nobles procedentes de la antigua élite islámica en el que también se incluían los Muley Fez, los Zegrí, los Córdoba Abén Humeya o los López Zaibona. Todos ellos pusieron en práctica los habituales caminos de integración en la oligarquía: consecución de patrimonio territorial, desempeño de oficios públicos, mayorazgos, honores como órdenes militares, construcción de genealogía, etc.  

Los Zegrí, por ejemplo, reivindicaban un origen real, el de la casa reinante en Marruecos. Así lo declaraba su hijo Francisco el Zegrí en su solicitud de entrada en la Orden de Calatrava. Por su parte, Gonzalo el Zegrí había contraído matrimonio con doña María de Venegas, hija de Don Pedro Granada Venegas. El enlace reforzaba la solidaridad entre moriscos nobles y asimilados. Como los Venegas, los hijos del Zegrí se casaron con cristianas viejas de buena familia. De todos modos, en la mayoría de estas familias los matrimonios mixtos no empezaron a producirse hasta finales del XVI, cuando nos hallamos ya en la tercera generación de conversos y cuando la guerra de las Alpujarras y la posterior expulsión de los moriscos granadinos redujo el número de las élites moriscas. Este apego por, digamos, un ambiente morisco, integrador eso sí, puede decir mucho de la identidad que pretendían construir en este contexto. Es esta una cuestión que también se puede trazar a través del lugar donde habitaban. Tan solo unas cuatro familias de la élite morisca vivían en un medio donde predominaban los cristianos viejos. La mayoría estaban ligados al Albaicín y, en particular, a la parroquia de San Miguel. Los lazos y el contacto con el pueblo llano morisco no estaban pues cortados. 

Iglesia de San Miguel Bajo. Albaicín, Granada. Wikimedia Commons.

En cuanto a los Muley Fez, eran seguramente príncipes meriníes huidos de Fez tras la rebelión de 1465. A esta familia pertenecía Fernando de Fez Muley, que actuó como representante de los moriscos en el “negocio general”, que es como se llamó al intento morisco de 1559 de lograr que el Santo Oficio dejase una cierta tranquilidad a los nuevamente convertidos a cambio de un tributo. No tuvo éxito, fue expulsado de Granada y sus bienes fueron confiscados. Solicitó el regreso y la restitución de sus bienes, alegando entre otras cosas linaje real, y consiguió quedarse en Granada tras las Alpujarras. A esta familia pertenecía también Francisco Núñez Muley, autor del famoso Memorial a través del cual intentó mitigar —diferenciando entre lo árabe y lo islámico— las prohibiciones culturales impuestas a los moriscos por la Pragmática Sanción de 1567. La conexión de amistad de ambas familias moriscas queda probada por la declaración de Fernando Muley de Fez en 1596 como testigo de la información genealógica emprendida por los Granada Venegas. 

Todas estas familias habían gozado de cargos municipales en la ciudad de Granada. El oficio de alguacil mayor, por ejemplo, quedó vinculado al linaje Granada Venegas durante la primera mitad del XVI, y Francisco el Zegrí realizó varias demandas para que descendientes de moros ocupasen las veinticuatrías alegando que los naturales del reino de Granada del linaje de moros gozaban de una real provisión de Felipe II. Por lo tanto, parece que existía una cierta memoria por la cual estos linajes de la antigua nobleza islámica debían continuar copando los puestos de gobierno de la ciudad precisamente por eso, por ser los más “naturales” del reino de Granada. Y esa vinculación identitaria se vio reforzada por la relación que existió entre estos linajes y el medio morisco granadino más amplio.  

En este sentido, y al igual que Núñez Muley, Don Alonso de Granada Venegas y Rengifo, que en ese momento era caballero de Santiago, veinticuatro de Granada y alcaide del Generalife, estuvo en Madrid en 1568 intentando negociar medidas suaves para los moriscos y paliar así la puesta en práctica de la pragmática de 1567. Asimismo, Diego Hurtado de Mendoza relata que Don Alonso fue requerido por unos moriscos del valle de Almería, liderados por el Ramí, para que fuese su rey, algo que este no quiso. Quien sí aceptó el liderazgo de los moriscos en la rebelión de las Alpujarras fue Fernando de Córdoba y Valor, personaje que reivindicaba un origen noble omeya y que era conocido como Abén Humeya. Atendiendo al documento surgido del interrogatorio a Brianda Pérez (23 de marzo de 1571), morisca de Alcolea de la Alpujarra que había sido esposa de don Fernando de Córdoba y Valor, la ceremonia de elección de rey tuvo lugar en casa de Álvaro “Elcaerçi”, un morisco rico habitante de la parroquia de san Miguel, la misma donde vivían varios miembros de la familia de los Granada Venegas. Es más, cuando terminó la reunión Fernando llevó a Brianda a refugiarse a una casa y huerta de don Pedro Granada Venegas. Según Brianda, en la ceremonia de coronación toda la sala estaba llena de alfombras, los moriscos besaban la mano a Fernando, que estaba sentado en una silla en medio de la sala a modo de trono, las mujeres estaban muy adornadas, y se sacaron cuatro banderas de seda con sus varas como lanzas y las pusieron como tienda sobre la cabeza del dicho Fernando. Asimismo, se utilizaron dos libros muy ricos con “cosas de moros” y se sacaron dulces. Además, dice que los moriscos que estaban en casa de Álvaro “Elcaerçi” eran de los ricos principales del Albaicín por su traje y hábito.

La coronación de Abén Humeya en un grabado de la novela Los Monfíes de las Alpujarras, de Manuel Fernández y González (1859). Internet Archive.

Este testimonio no solo habla de los hechos que tuvieron lugar aquella noche entre miembros de las principales familias moriscas de Granada, sino que también describe con detalle una serie de rituales y objetos de memoria, como el besamanos, las banderas o los libros, a través de los cuales estos moriscos pretendieron escenificar una ruptura con la situación actual. Abén Humeya, que acabó acusado de traición y ejecutado por los suyos, murió declarando que era cristiano y que lo único que había pretendido era vengar los agravios hechos a su familia y linaje, argumento que por otra parte don Alonso de Granada había esgrimido ya acerca del rey morisco, lo que lleva a pensar que conocía bien su modo de pensar. Estos acontecimientos deben hacernos reflexionar acerca de los límites de la conversión de estos personajes de la aristocracia granadina, de la renegociación de su pasado, así como de la naturaleza del motor de sus acciones, a veces más relacionada con cuestiones de prestigio social y poder que con problemas religiosos.  

Igualmente, cuando comenzaron a surgir los hallazgos de las placas de plomo del Sacromonte, los “descubridores” trajeron el primero de todos, la placa de San Mesitón, a don Alonso Venegas de Alarcón, un miembro eminente de la renombrada familia. Este hecho lleva a pensar en una posible vinculación de las falsificaciones con familias nobles de origen granadino nazarí, asociadas al problema de los linajes de origen “moro” y sus deseos de conseguir reconocimiento en la sociedad cristiana. Pero, sobre todo, indica la posición de prestigio que los Granada Venegas disfrutaban dentro del entorno morisco, algo quizá propiciado por la memoria colectiva que había alrededor de su linaje. Fray Marcos de Guadalajara, por ejemplo, cuenta cómo un alférez llegado de Flandes, don Jerónimo de Bustamante, fingió ser miembro de la familia Granada Venegas para intimar así con los moriscos de Quesada, que respondieron tratándole con honores. 


Agradezco a Rafael G. Peinado Santaella sus comentarios y sugerencias, que sin duda han contribuido a enriquecer el texto. 


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