El Palacio de lo Maravilloso

El palacio al-Badic de Marrakech, cuya estructura sigue los modelos de la mayoría de los palacios andalusíes, es seguramente uno de los conjuntos áulicos más imponentes del occidente islámico


Antonio Almagro
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando


Vista del Palacio de al-Badic, por Adriaen Matham (1640). Wikimedia commons.

El 4 de agosto de 1578 tuvo lugar en Alcazarquivir, al norte de Marruecos, la batalla conocida como de los Tres Reyes. En este hecho de armas fue totalmente derrotado el ejército portugués que bajo el mando del rey D. Sebastián, y con el pretexto de favorecer las aspiraciones de un pretendiente al trono del país norteafricano, pretendía acometer la conquista del Magreb. La muerte en el combate del rey portugués fue causa de la unión de todos los reinos peninsulares durante más de medio siglo. Pero en la batalla también murió el sultán sacdí Abd al-Malik, lo mismo que el pretendiente (de ahí el nombre con el que se conoce la batalla por los tres reyes fallecidos) lo que permitió al hermano del sultán, Ahmad al-Mansur, apropiarse no sólo del trono, sino de la gloria de la victoria.

Para conmemorar el triunfo conseguido y su acceso al trono, al-Mansur inició la construcción de un gran palacio en la ciudad de Marrakech al que dio el nombre de Qasr al-Badic (Palacio de lo Maravilloso). El sustancioso botín logrado de los pertrechos de los vencidos y los cuantiosos rescates que debieron pagar por su liberación muchos de los prisioneros capturados, proporcionaron los fondos para iniciar este vasto proyecto, a los que se sumaron posteriormente los pingües beneficios que generaba la producción azucarera del reino y los beneficios de la campaña de conquista del Sudán subsahariano, que permitió el control del comercio del oro proveniente de esta región. 

El palacio al-Badic de Marrakech es seguramente uno de los conjuntos áulicos más imponentes del occidente islámico, no sólo por sus enormes proporciones, fuera de lo habitual, sino también por lo original de su disposición que sin duda justifican su nombre. Sus restos están situados dentro de lo que fue la qasba sacdí de Marrakech y formaban parte del conjunto palatino levantado sobre el mismo emplazamiento que ocupó la anterior qasba almohade.

Vista actual de las ruinas del palacio al-Badic en Marrakech

La construcción del palacio se inició en diciembre de 1578, el mismo año del acceso al trono de al-Mansur, y duró hasta 1594, aunque en 1602, un año antes de su muerte, aún seguían haciéndose obras en él. Con la erección de esta suntuosa y monumental obra el nuevo sultán se propuso crear el marco arquitectónico que respaldara su política encaminada a sustentar su legitimidad y la construcción de una ideología imperial. Este fabuloso conjunto fue destruido apenas un siglo después por el sultán alauí Mulay Ismail (1672- 1727) con objeto de aprovechar sus materiales en la construcción de sus palacios en la nueva capital de Mekinez, pero también para eliminar cualquier edificio que pudiera rivalizar con ellos. 

El Badic era en realidad la parte pública del palacio del sultán, destinada a las grandes ceremonias de audiencia y a los festejos cortesanos entre los que cabe destacar las celebraciones del mawlid que, según algunos relatos, más que a conmemorar el nacimiento del Profeta, parecían estar destinadas a la mayor gloria del propio sultán, poniendo en evidencia el principal objetivo buscado en su construcción. 

Su estructura, que sigue los modelos de la mayoría de los palacios andalusíes, está organizada en torno a un patio de 152 x 110 m, en el que están presentes como verdaderos protagonistas junto a la arquitectura, el agua y la vegetación. En su perímetro se levantan crujías y pabellones que por el tamaño del conjunto adquieren dimensiones y aspecto que nada tienen que ver con las de otras construcciones anteriores o posteriores, aun cuando los elementos que en él se integran y su ordenación son un claro reflejo de los modelos andalusíes, a los que sin duda su promotor buscaba dar continuidad como modo de legitimarse.

Planta del palacio al-Badic de Marrakech

Elemento fundamental en la composición es una gran alberca de 90 x 20 m dispuesta en el eje mayor del patio que sigue aproximadamente la dirección Este-Oeste. Esta alberca contiene en su centro una pequeña isla, en la que, según documentos gráficos de la época, hubo una fuente de doble taza. A ambos lados de la alberca hay cuatro grandes áreas de vegetación de forma rectangular, rehundidas respecto a los andenes. La disposición del suelo de cultivo a más de dos metros de profundidad permitía que la mayor parte de la vegetación, incluso arbórea, apenas sobresaliera del nivel de los paseos que la rodeaban, facilitando de este modo la contemplación completa del conjunto sin interferencias visuales a la vez que se lograba una percepción de alfombra vegetal en una parte considerable de la superficie del patio. La separación entre las zonas de jardín se hace mediante amplios paseos, que estuvieron solados con azulejos de colores, y que en la dirección longitudinal bordean también la alberca mientras en la transversal forman disposición de crucero que queda interrumpido por la alberca. No obstante, estrechos puentecillos permitían cruzarla a través de la isla. Acompañando a los parterres ajardinados y ocupando los cuatro ángulos del patio se dispusieron otras cuatro albercas que junto con la central rodean dos pabellones con forma de qubba que se levantaban en el centro de los lados menores. 

Seguramente eran estos los elementos más sobresalientes de este conjunto. Sólo el del lado occidental conserva su muro perimetral, aunque nada de sus elementos ornamentales ni de sus pórticos ni de cubrición. Del pabellón oriental únicamente subsiste su cimentación. Conocemos los nombres dados a ambos edificios: la Qubba al-Jamsiniyya (qubba de los cincuenta) y la Qubba al-Dahabiyya (qubba dorada) también nombrada como Qubba al-Zuŷaŷiyya (qubba de los cristales). La primera era la del lado occidental y su nombre alude a su dimensión de 50 codos, algo más de 25 metros. El nombre de la segunda, la del lado oriental, hacía referencia a los dorados de su decoración o incluso al sobrenombre adoptado por el propio sultán, al-Dahabi. Seguramente su otro nombre hacía alusión a su techo de vidrios de colores a través del cual entraba la luz en su interior. Solo el pabellón occidental conserva estructuras en alzado que permiten plantear su reconstrucción, gracias también a un dibujo de la época conservado en la biblioteca de El Escorial. Su interior estaba formado por una gran sala cuadrada en cuyo interior había dos albercas y una fuente y a la que se unía otro espacio menor destinado al sultán. Ambos espacios se cubrían con techos de madera de los que solo queda su impronta en los muros. La otra qubba del lado oriental, de menor tamaño interior, sabemos que debió funcionar como espacio de contemplación y de acceso al jardín que se extendía al este del palacio, en un nivel inferior, llamado al-Muštaha (el deseado), y al que se descendía por una escalera desde el mismo pabellón. 

Representación del palacio al-Badic en un plano conservado en la biblioteca de El Escorial

En todo el perímetro del patio existían otras dependencias de muy diversa índole y entre ellas, algunas salas de gran importancia. En el lado norte había otro gran salón conocido como la Qubbat al-Nasr o qubba de la victoria, que seguramente fue el salón principal del palacio. Contaba con una sala alargada y un espacio cupuliforme frente a la entrada destinado al sultán, ricamente decorado. En el centro del lado sur del patio existía otro gran salón, la Qubbat al-Tiŷan o de las coronas.

La decoración del palacio incluía columnas y elementos de mármol y de otras piedras de calidad traídas muchas incluso de Europa, yeserías labradas, ricos mosaicos de alicatado, maderas ricamente esculpidas, figuras de animales y otros muchos elementos cuya existencia conocemos por descripciones de la época y porque muchos de ellos acabaron dispersos y reutilizados en construcciones posteriores a lo largo de todo Marruecos. Pero de esta ornamentación destacaba de un modo especial la presencia de numerosa epigrafía que reproducía distintos poemas, en su mayoría compuestos por el secretario de al-Mansur, al-Fištālī. En muchos de ellos se alude a la arquitectura sobre la que estaban colocados describiéndola de forma poética y ensalzando sus excelencias y las de su constructor.

Ahmad al-Mansur tuvo que hacer frente en su actividad política a las presiones del imperio otomano, fuertemente asentado en los vecinos territorios de la actual Argelia, y a la consumación del fin de al-Andalus que trajo consigo la presencia de potentes estados cristianos al otro lado del estrecho de Gibraltar. La caída de Granada, acaecida apenas un siglo antes, y el hecho de que muchos de sus habitantes habían emigrado al norte de África, le permitía sentirse legítimo heredero de su legado, al contar entre sus súbditos con una parte considerable de los antiguos pobladores del reino nazarí. El recurso a una supuesta reconquista de al-Andalus, lo mismo que cualquier referencia a ese territorio perdido por el islam, fueron instrumentos de su propaganda política.

Reconstrucción virtual del palacio al-Badic de Marrakech desde el noroeste

Al-Mansur estaba bien informado de cuanto sucedía en la Península Ibérica y sin duda tuvo buen conocimiento de las construcciones que allí existían. El desaparecido reino nazarí y los edificios y palacios levantados por sus soberanos constituían para él un referente al que recurrió en busca de formas y modelos que permitieran sustentar sus aspiraciones políticas y que sin duda sirvieron de inspiración para la construcción de su palacio. Según las crónicas de la época, siempre muy aduladoras del poder, la intervención del sultán en esta empresa fue muy directa pues le atribuyen su diseño como si hubiera sido su arquitecto, asemejándose en ello al propio Muhammad V, el gran sultán constructor del palacio de los Leones de la Alhambra.  

El palacio de El Badic debe considerarse un producto de la evolución de la arquitectura de al-Andalus. Tanto la forma general del edificio como los distintos elementos que lo integran tienen clara raíces y precedentes en lo construido por los califas y soberanos musulmanes en la Península Ibérica. La disposición general del edificio, organizado en torno a un patio concuerda con la de la mayoría de los edificios áulicos andalusíes. La presencia dentro del patio de un gran estanque en el eje de la composición nos muestra una continuidad con los esquemas que se imponen en el período nazarí, a partir de finales del siglo XIII, aunque ya están presentes en el período de transición desde lo almohade en la primera mitad de ese siglo, como en el caso de la Dar al-Sugra, en el actual Convento de Santa Clara, de Murcia, conjunto con el que comparte también otras similitudes. El más claro exponente de este tipo de composición es sin duda el patio de Comares de la Alhambra donde la gran alberca bordeada por dos pequeños parterres plantados de arrayán confiere la fisonomía característica al conjunto conformando un gran espejo en el que se refleja la arquitectura que la circunda. 

Vista virtual del pabellón occidental del palacio al-Badic de Marrakech

Sin embargo, en el caso granadino, ha desaparecido totalmente el esquema de crucero que sigue presente en Marrakech, manteniendo una tradición de siglos anteriores que sólo en el período nazarí parece en parte olvidarse, aunque también resurge en los palacios de los Leones y de Alijares. El patio de crucero está ya implícito en el jardín alto de Madinat al-Zahra y plenamente implantado en el jardín bajo. En el siglo XII, en el Castillejo de Monteagudo tenemos un patio con jardín de crucero, albercas en el eje y parterres de jardín rehundidos, es decir, todos los ingredientes que vemos siguen presentes cuatro siglos después en el palacio marroquí. En la mencionada Dar al-Sugra de Murcia tenemos seguramente la disposición más parecida a la de al-Badic, con cuatro parterres rehundidos separados por un andén de crucero que queda interrumpido por la gran alberca longitudinal.

También resulta de sumo interés comparar este palacio de Marrakech con el desaparecido palacio de la almunia de los Alijares, en los alrededores de la ciudad de Granada, que tenía una alberca central y cuatro pabellones con forma de qubba en los extremos de los andenes del crucero, en el centro de cada lado del patio, a semejanza de la disposición de las cuatro qubbas de al-Badic.

Vista virtual del interior del pabellón occidental del palacio al-Badic de Marrakech

Las dos albercas que en cada lado ocupan los ángulos del patio y que junto con la central rodean los dos pabellones, recuerdan a las albercas  que rodean el pabellón central del jardín alto de Madinat al-Zahra, primer ejemplo de este tipo de jardín con presencia de amplias áreas de vegetación y extensas albercas que además de servir para el riego permitían un control climático a la vez que provocaban visiones espectaculares al actuar como espejos en los que se reflejaba tanto la arquitectura como la luz que penetraba en ella. 

Los jardines rehundidos tienen una larga tradición en al-Andalus. Ya en Madinat al-Zahra, con la disposición de andenes a distinto nivel que encontramos en el jardín alto, junto a los grandes salones de recepción, se persigue la idea de “caminar sobre la vegetación”, que adquiere así el carácter de alfombra. El tema toma mayor relevancia en época almohade, cuando se construyen algunos ejemplos notables como es el caso del patio del Crucero del Alcázar de Sevilla, en el que el jardín ocupa un nivel totalmente distinto del resto del palacio, a más de cuatro metros por debajo de éste. Otros casos como el de la Casa de Contratación, también perteneciente al Alcázar sevillano, ofrecen soluciones intermedias. 

Vista virtual del pabellón oriental del palacio al-Badic de Marrakech

La presencia de los dos pabellones prominentes hacia el centro del patio nos trae inmediatamente a la memoria la disposición semejante que presenta el patio del Qasr al-Riyad al-Saʽid (Palacio del Jardín Feliz) hoy conocido como Patio de los Leones de la Alhambra, aunque salvando las enormes diferencias de tamaño de ambos conjuntos. Los pabellones de este palacio de Marrakech tienen unas características especiales que una vez más están en gran medida motivadas por la escala colosal del conjunto. No se trata en este caso de sencillos kioscos para albergar una fuente o para ser meras protuberancias de los pórticos del patio, sino que constituyen grandes qubbas usadas sin duda como espacios de recepción y protocolo. Sus precedentes andalusíes así lo confirmarían. El ejemplo más inmediato lo constituye el salón de Comares de la Alhambra, salón del trono de los sultanes nazaríes y verdadero espacio lleno de simbolismos que muy posiblemente estaría presente en la mente de al-Mansur a través de crónicas y relatos de los emigrados andalusíes. El recurso a las qubbas como espacio áulico ligado a la simbología del poder lo mismo que al disfrute de los espacios en que éstas se asentaban no se limitaba sólo a la Alhambra ni tan siquiera a los territorios musulmanes de la Península, sino que está presente también en numerosos palacios construidos por reyes y nobles cristianos. 

Aunque el uso de columnas pareadas, cuya presencia está demostrada en al-Badic por haberse conservado algunos capiteles dobles, no es muy habitual en la arquitectura andalusí, existe también el precedente del Patio de los Leones de la Alhambra en donde hay agrupaciones de dos y de tres columnas. También la presencia de los dos salones de los lados norte y sur del palacio, las qubbas al-Nasr y al-Tiŷan, nos recuerda a las dos qubbas del Palacio de los Leones, la sala de las Dos Hermanas y la sala de los Abencerrajes.

La disposición de un jardín alto, el del patio del palacio, y otro jardín bajo, al-Muštaha. visible desde el pabellón oriental, recuerda los jardines de las dos terrazas del alcázar de Madinat al-Zahra, pero también, y especialmente, el patio de los Leones y el jardín de Lindaraja que se contemplan desde el mirador de igual nombre, que también tiene un techo de vidrios de colores por el que penetra la luz y que seguramente sirvió de modelo al del palacio de Marrakech.

Vista virtual del techo luminoso del pabellón oriental del palacio al-Badic de Marrakech

También la presencia de poemas epigráficos en los que se describe el palacio y sus maravillas está sin duda alguna inspirada en los palacios de la Alhambra, en los que los versos compuestos por los secretarios de los sultanes nazaríes describen y alaban las excelencias de dichos palacios y las de sus moradores.  

Todas estas semejanzas que hemos referido muestran claramente que en el palacio levantado por Ahmad al-Mansur en la qasba de Marrakech pervive la tradición de la arquitectura áulica andalusí a la que sin duda recurrió el sultán sacadí como soporte de su legitimación y de sus ambiciones políticas, entre las que sin duda se encontraba la asunción del título califal que quiso detentar y trató de justificar mediante actos que, como la construcción de un gran palacio, le asemejaban a los grandes califas y monarcas que le precedieron a los que pretendió emular. 


Para ampliar:

  • El palacio al-Badi’, reconstrucción virtual realizado por el Laboratorio de Arqueología y Arquitectura de la Ciudad (LAAC) de la Escuela de Estudios Árabes de Granada (2012).

  • Almagro, A., “Análisis arqueológico del pabellón occidental del palacio al-Badī‘ de Marrakech”, Arqueología de la Arquitectura, 10 (2013), e008. Disponible en: http://dx.doi.org/10.3989/arq.arqt.2013.002.
  • Almagro, A., “El Salón Norte del Palacio al-Badī‘ de Marrakech: Estudio arqueológico e hipótesis sobre su forma original”, Arqueología de la Arquitectura, 11 (2014), e016. Disponible en: http://dx.doi.org/10.3989/arq.arqt.2014.003.
  • Almagro, A., “El palacio sa’adí al-Badī‘ (Marrakech). Entre al-Ándalus y el Egipto mameluco”, en J. C. Ruiz Souza y S. Calvo Capilla, Arte y Poder en las Cortes de Al-Ándalus y de Egipto, Madrid: La Ergástula 2017. Disponible en http://hdl.handle.net/10261/172880.
  • Almagro, A., “Los alzados del patio del palacio al-Badī‘ de Marrakech. ¿Diseño y construcción por el método de ‘prueba y error’?”, Arqueología de la Arquitectura, 17 (2017), e055. Disponible en: http://dx.doi.org/10.3989/arq.arqt.2017.012.
  • Almagro, A., “Algunos aspectos constructivos del palacio al-Badī‘de Marrakech”, en S. Huerta, P. Fuentes, y I. J. Gil Crespo (eds.), Actas del Décimo Congreso Nacional y Segundo Congreso Internacional Hispanoamericano de Historia de la Construcción, San Sebastián 3-17 de octubre de 2017, vol. 1, Madrid: Instituto Juan de Herrera 2017, pp. 1-10. Disponible en     http://hdl.handle.net/10261/172855.
  • Almagro, A., “Estudio del funcionamiento de dos albercas del palacio Sa’adí de al-Badī‘ (s. xvi), en Marrakech (Marruecos) mediante un modelo real a escala reducida”, Informes de la Construcción, 70 (550) (2018), e248. Disponible en: https://doi.org/10.3989/ic.16.137.
  • Almagro, A., Palacios Medievales Hispanos. Discurso del Académico Electo Excmo. Sr. D. Antonio Almagro Gorbea… Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid 2008. Disponible en http://hdl.handle.net/10261/19801.
  • Barrucand, M., Urbanisme princier en Islam. Meknès et les villes royales islamique post-médiévales, Paris 1985.
  • Deverdun, G., Marrakech, des origines a 1912, 2 vol. Rabat 1959.
  • Fernández Puertas, A., “La Alhambra. El Alcázar del Sultán (hoy Comares) y el Alcázar del Jardín Feliz (hoy Leones), según los Diwanes de Ibn al-Jatib e Ibn Zamrak”, AAVV. Exposición: Ibn Jaldún. El Mediteráneo en el siglo XIV: Auge y declive de los Imperios, Granada 2006, p. 98-125.
  • García-Arenal, M., Ahmad al-Mansur: the biginings of Modern Morocco, Oxford 2009.
  • Koehler, H., “La Kasba saadienne de Marrakech, d’après un plan manuscrit de 1585”, en Hesperis, XXVII (1940), p. 1-20.
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  • Orihuela Uzal, A., Casas y palacios nazaríes. Siglos XIII-XV, Barcelona 1996.