Una huella lejana de al-Ándalus: moros y cristianos a orillas del Garona

La ciudad francesa de Martres-Tolosane atesora una tradición que, tras varios vericuetos históricos, vincula a la ciudad con una remota huella andalusí: la fiesta en conmemoración de San Vidian, basada en un tema legendario elaborado a partir de las canciones de gesta medievales


Manuela Marín
Madrid


Recreación de la legendaria batalla de San Vidian en Martres-Tolosane (Francia). Fotografía de J. Pérez Lázaro.

La pequeña ciudad de Martres-Tolosane está situada a unos 60 kms. al sur de Toulouse, muy cerca del Garona; pertenece al departamento de Haute-Garonne y tiene en la actualidad una población de aproximadamente 2.300 habitantes. El plano de la villa revela su construcción medieval como bastida de una forma circular, situada en uno de los caminos franceses de Santiago: quedan restos de la muralla cuyo trazado se reconoce fácilmente. Los campos circundantes han sido fuente de hallazgos arqueológicos de cierta importancia, sobre todo de época romana. Martres es conocida sobre todo por su producción cerámica, que tuvo su mayor auge en el siglo XVIII. Actualmente subsisten cinco talleres artesanales.

Junto a los vestigios del urbanismo medieval, se conserva en Martres una hermosa iglesia datada en siglo XIV y construida en el característico estilo gótico-tolosano de la región, con algunos restos románicos. Asimismo atesora una tradición que, tras varios vericuetos históricos, vincula a la ciudad con una remota huella andalusí: la fiesta en conmemoración de San Vidian, que se celebra el domingo de la Trinidad, primer domingo después de la celebración de Pentecostés.

En su organización actual, la fiesta se remonta al siglo XIX, cuando se reconvirtió una precedente en ésta de ahora, que puede calificarse como de “moros y cristianos”, ya que guarda similitudes con las que tienen lugar en España y en varios puntos de Latinoamérica. Aunque he visto alguna alusión a que no es el único festejo de “moros y cristianos” que se celebra en Francia, no he conseguido documentar esa posibilidad.

La información que ofrece al visitante de Martres-Tolosane la oficina de turismo de la localidad (y que puede también consultarse en la página web del municipio) vincula los orígenes de la fiesta a la historia legendaria de San Vidian. Merece la pena resumir el argumento de esta leyenda, que se remonta a cantares de gesta franceses en los que los “sarracenos” (término utilizado tradicionalmente en Francia para referirse a los musulmanes) tienen un papel nada desdeñable.

Rue du Donjon, Martres-Tolosane.

En el siglo VIII, dice la leyenda, un noble franco de la región fue hecho prisionero en una batalla contra el señor sarraceno de la mítica ciudad de Lucerna, en Galicia. Tras algunos años en cautividad, el jefe musulmán le propone liberarlo a cambio de su hijo, Vidian, que acepta el trato y sustituye a su padre en la prisión. Como no consigue que Vidian se convierta al islam, su dueño lo vende a una rica comerciante extranjera, que termina por adoptarlo como hijo y le introduce, a través de muchos viajes, en sus empresas comerciales. Pero más adelante, Vidian renuncia a todos sus bienes y organiza una expedición militar contra Lucerna para derrotar al señor sarraceno, lo que consigue, además de destruir la ciudad. De vuelta a Francia, acude con su ejército en socorro de Angonia (antiguo nombre de Martres-Tolosane), asediada por los sarracenos; persigue al enemigo que se retira pero, herido y cansado, se detiene en una fuente para tomar fuerzas cuando un destacamento de sarracenos le da muerte. A continuación, los infieles destruyen la ciudad de Angonia y saquean todo el territorio. Más adelante, los cristianos enterraron los restos de Vidian y sus compañeros mártires, que dieron nombre a la nueva ciudad (Martres, o sea, “mártires”) construida sobre la ruinas de Angonia.

El caso de San Vidian no es único. Cerca de Martres-Tolosane, la ciudad de Rieux-Volvestre venera como patrono a San Cizi, que supuestamente pertenecía a la familia de los duques de Borgoña y que también combatió contra los sarracenos en esta región. Fue hecho prisionero y murió mártir, ante su negativa a convertirse al islam. Algo más alejado del Garona, el pueblo de Saint Aventin, en los Pirineos, debe su nombre a un ermitaño del valle de Larboust, que murió también como mártir a manos de los sarracenos. Se trata, por tanto, de un topos legendario, elaborado en las canciones de gesta francesas, de uno de cuyos personajes, Vivian d’Aliscans, toma algunos elementos la leyenda de San Vidian.

Desfile de las tropas sarracenas en Martres-Tolosane, 25 de mayo de 2018. Fotografía de J. Pérez Lázaro.

La fiesta que conmemora al santo patrón de Martres-Tolosane se desarrolla a partir de las 8,30 de la mañana, cuando las dos comparsas de moros y cristianos, precedidas por una pequeña banda de música, desfilan por el bulevar circular que rodea el casco antiguo de la villa y que sigue el trazado de la muralla. Cada una de las comparsas tiene un uniforme que no ha experimentado variaciones desde que en 1845 se estableciera el canon de la celebración: los “moros” llevan un traje que recuerda vagamente una vestimenta à la mauresque, en tonos blancos y amarillos, y los cristianos, un atavío que trata de reproducir un supuesto modelo militar medieval en el que predomina el azul. Cada uno de los dos bandos lleva un signo de identidad indudable: cruces y medias lunas, respectivamente. El recorrido del desfile está adornado con gallardetes de los mismos colores y símbolos.

Los dos grupos que realizan el desfile llegan después hasta la iglesia, situada en el centro de la villa, y entran en ella para oír la misa con el resto de la población que ha acudido a la ceremonia. La comparsa de los cristianos se sitúa en la parte más cercana al altar mayor y junto a la capilla que guarda el busto relicario de San Vidian, mientras que la de los sarracenos ocupa la parte más alejada del altar mayor, junto a la puerta de entrada a la iglesia.

Tropa cristiana y sarracena en la misa previa a la batalla. Martres-Tolosane, 25 de mayo de 2018. Fotografía de J. Pérez Lázaro.

Al término de la ceremonia, se organiza la procesión. Se lleva el busto de San Vidian en andas y la comitiva, encabezada por el párroco y la banda de música y acompañada de jinetes moros y cristianos, se pone en marcha seguida de un gran  número de habitantes de la villa. La procesión sale del casco urbano y se dirige, a través de los campos, hasta la fuente de San Vidian, donde se detiene; muchos participantes descansan a la sombra de los árboles, otros beben del agua de la fuente (a la que se atribuyen virtudes curativas), y el cura pronuncia un breve sermón encomiando las virtudes cristianas del santo patrón. Después de este descanso, continúa la procesión siguiendo los caminos que, de forma circular, llevan de vuelta hasta Martres, para detenerse de nuevo en una gran campa (“le Campestre”) donde los miembros de las comparsas proceden a la “reconstitución” de la batalla entre los dos bandos. Los jinetes realizan la parte más espectacular de la recreación, aclamada por el público, y que termina con la toma de la bandera de los sarracenos por los cristianos. Una vez se acaba la batalla, se vuelve a la villa, se celebra un Te Deum en la iglesia y, finalmente, un homenaje en el monumento a hijos del pueblo muertos por la patria. Todos los actos terminan aproximadamente a las 12,30, hora sagrada del almuerzo en Francia.

Quien presencia esta celebración, como yo lo he hecho, en tanto que visitante (no me atrevo a decir “turista”), tiene la sensación de que se trata de un festejo comunitario, construido sobre la participación de la gran mayoría de los habitantes del pueblo y que atrae a vecinos de la región circundante. Existe, en efecto, una  “Association Saint Vidian” que se encarga de organizar los actos y que prosigue la iniciativa que instauró todo este ceremonial a mediados del siglo XIX. Porque, claro está, la fiesta tiene, como tantas otras, una historia, una mitología e, incluso, una política.

Detalle del cartel del anuncio de la batalla. Martres-Tolosane, 25 de mayo de 2018. Fotografía de J. Pérez Lázaro.

Ha sido el antropólogo Daniel Fabre (1947-2016) quien ha hecho el análisis más profundo e interesante de la fiesta de moros y cristianos de Martres-Tolosane —y de su trabajo he extraído parte de los datos que mostraré a continuación—. Publicado en los años 80, su estudio analizaba las íntimas relaciones existentes entre la construcción decimonónica de la conmemoración de San Vidian y la necesidad de recuperar fiestas que dieran sentido a celebraciones tanto patrióticas y republicanas como religiosas; remito a su artículo, citado en la bibliografía final, para más información sobre este tema. Fabre afirma, por otra parte, que el ritual de la fiesta no había cambiado desde 1844 hasta la época (1979) en que él trabajó sobre esta cuestión; tal como aseguran la información de la alcaldía de Martres y las observaciones personales más recientes, continúa sin haberse producido ninguna alteración. Se trata, por tanto, de un ritual fosilizado, que perpetúa, sobre un cañamazo legendario, la transposición de un relato perfectamente adaptado a los requerimientos de la búsqueda de una identidad particular para un lugar históricamente marcado por el enfrentamiento entre cristianos y sarracenos/musulmanes, llegados desde la península ibérica.

Como recuerda Fabre, y así se registra hasta el momento actual en las informaciones que se ofrecen al visitante/participante en la fiesta, existía una celebración anterior al siglo XIX que, bajo la misma advocación de San Vidian, se estructuraba en torno al enfrentamiento de dos grupos locales de hombres: los de edad madura, armados de bastones con flores, y los jóvenes, de varas con cintas. A mediados del siglo, y bajo la acción conjunta del cura párroco de Martres, Melchior Jammes, y un personaje local, el barón Adolphe de Lees, se transformó esa fiesta en lo que todavía es hoy. El padre Jammes había publicado en 1840 una Vie de saint Vidian, basada en hagiografías latinas del siglo XIV; en 1844, Lees y él organizaron una sociedad de socorros mutuos bajo la advocación del santo, que llevó a cabo la “primera reconstitución histórica” de la batalla en 1845. En plena época romántica, con los cantares de gesta convertidos en la memoria histórica de la nación, Jammes y Lees, representantes de las clases ilustradas de la villa, dirigen y tutelan la celebración.

Detalle de la portada de laVie de saint Vidian, de Melchior Jammes, 1840

Será algo después, con la fiesta plenamente asentada, cuando se le dé un matiz que supera lo estrictamente religioso o folklórico, incorporándose a ella el valor de símbolo republicano que hoy día sigue manifestándose en el homenaje final a los muertos. También es la época, a finales del siglo XIX, en que se potencia el culto a Juana de Arco, y no sólo entre los católicos; los héroes de la historia francesa se recuperan y revalorizan en la medida en que sirven como modelos de resistencia contra invasores extranjeros. La batalla de Sedan (1870) y las pérdidas territoriales que siguieron a la derrota necesitaban de una nueva (y, a ser posible, épica) narración, en la cual podía figurar sin dificultad la resistencia contra los “invasores” sarracenos del siglo VIII. Las cosas han ido más allá: si todavía en 2002, cuando Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, sus partidarios llenaban las aceras de París con pintadas que rezaban “732 Martel, 2002 Le Pen”, más recientemente es posible encontrar, en webs islamófobas, descripciones entusiastas de la ceremonia de Saint-Vidian en Martres, codeándose con anuncios de libros como el de René Marchand, Reconquista ou mort de l’Europe (2013).

El concepto de “reconquista”, como puede observarse, ha traspasado fronteras y nos lleva de nuevo a las manipulaciones de la historia medieval, tan fértiles a ambos lados de los Pirineos. En lo que se refiere a las celebraciones de Martres-Tolosane, parece ser que la cordillera tampoco fue un obstáculo para la comunicación entre ambas laderas. La hipótesis de que el padre Jammes y el barón de Lees se hubieran inspirado en fiestas de moros y cristianos de la vertiente española de los Pirineos es plausible, ya que los contactos entre los valles de uno y otro lado han sido constantes a lo largo de la historia. La más conocida de estas fiestas es la que se celebra en Aínsa (en el Sobrarbe), cuyos orígenes se sitúan a inicios del siglo XIX; se trata, con todo, de una ceremonia muy distinta a la de Martres, y en la que se desarrolla una trama argumental centrada en el asedio de un castillo en poder de los moros y conquistado por los cristianos, todo ello acompañado de una serie de parlamentos e intervenciones actorales; un esquema que se repite, con múltiples variantes, en las regiones peninsulares donde se celebran estos festejos.

Infantería sarracena antes de la batalla. Martres-Tolosane, 25 de mayo de 2018. Fotografía de J. Pérez Lázaro.

Aunque los primeros ejemplos de ello datan en España, por lo general, de finales de la Edad Media, en su mayor parte habían entrado en una fase de decadencia en el XVIII, quedando reducidos a ámbitos rurales. Su revitalización se produce a partir de mediados del siglo XIX, gracias en parte, como ocurrió en Martres, a la intervención de lo que Soledad Carrasco llamó “sector educado de la sociedad local —un cura ilustrado, un maestro poeta”—. No es cosa de entrar aquí en el análisis de estas fiestas, que han sido objeto de excelentes estudios, empezando por los de la propia Soledad Carrasco, que siguen siendo modélicos. Pero sí conviene resaltar que su recuperación y difusión coincide con el auge de los regionalismos y/o nacionalismos; responde, por tanto, a un contexto concreto, como se ha visto en el caso francés.

En España, la organización de la fiesta como una dramaturgia, por muy somera que fuera, facilitó la inserción en ella de parlamentos relacionados con acontecimientos históricos con repercusión en la audiencia, que conocía su significado. De ese modo se introdujeron en las celebraciones hechos relacionados con la guerra de la Independencia, solapándose así las figuras enemigas e invasoras del moro y el francés; o, más adelante, las guerras con Marruecos, que alimentaban un imaginario popular en el que se identificaba a los moros medievales con los cabileños y rifeños que disputaban al ejército español su propio territorio —aquí, la ideología colonial invierte los términos de invasores/invadidos y sustenta la expansión militarista sobre el norte de África—. En Martres, la fijación del ritual, inamovible desde su creación, no ha impedido que, como en España, la fiesta se haya convertido en una auto-celebración de la comunidad urbana, que se reconoce en ella y la repite año tras año sin que precise apoyarse en una realidad histórica verificable.

El núcleo del relato o la representación, no obstante, permanece: se trata de una batalla, con vencedores y vencidos —aunque en el caso de Martres, el héroe encuentre la muerte al término de la batalla, la tradición subraya que los enemigos estaban al acecho de su llegada y aprovecharon la debilidad que le causan sus heridas para rematarlo—. Pero en último término, los sarracenos serán expulsados. Así, la batalla de Angonia se incorpora al repertorio de las batallas fundadoras, basadas en el enfrentamiento bélico entre cristianismo e islam: Covadonga, Poitiers, Clavijo… por no mencionar la de Alcoraz, que llevó a los blasones de Aragón las cabezas de los cuatro reyes moros supuestamente derrotados durante la conquista de Huesca por los cristianos.

¿Dónde está al-Ándalus en todo esto? Su huella, como se ha dicho al principio, es lejana, en el tiempo y en la conciencia colectiva de la fiesta. Cuando se menciona de manera más expresa, aparece como una construcción mítica, que poco o nada tiene que ver con la realidad histórica. Del padre de San Vidian dice la leyenda que luchó contra el rey musulmán de Lucerna, en Galicia; probablemente se trata del mismo topos que aparece en la hagiografía de otro santo del sudoeste de la Galia, San Úrbez, cautivo con su madre en tierras hispánicas de moros, es decir, también en Galicia, improbable ubicación de lo andalusí en las tradiciones de allende los Pirineos. La vida de este santo, en la que no vamos a entrar aquí, presenta otras similitudes con la de San Vidian: se trata también de un santo guerrero que lucha contra los musulmanes una vez terminado su cautiverio.

Las huellas materiales y documentales de la presencia islámica en esas regiones han sido bien estudiadas y analizadas por investigadores como Philippe Sénac. La toponimia ha sido objeto, igualmente, de trabajos que desvelan hasta qué punto la memoria local de esa presencia ha perdurado hasta nuestros días en el sur de Francia. Menos cultivado ha sido el ámbito de las creencias y leyendas populares, aunque no haya faltado quien se ocupe de ellas, especialmente folkloristas y etnógrafos; los historiadores suelen mirar con desconfianza este tipo de informaciones, que a menudo proceden de manipulaciones interesadas de hechos y dichos atribuidos a personajes inventados.

Aun así, la pervivencia de una tradición como las celebraciones de moros y cristianos, y más en un país como Francia, merece ser considerada como una huella, no propiamente de la historia, sino de representaciones de ella, que desvelan por un lado la continuidad de ciertas interpretaciones del pasado y, por otro, su utilidad como elemento vertebrador de sucesivos enfoques ideológicos. La leyenda de San Vidian, como la de otros “santos guerreros” de la región de Toulouse, nace por el impulso de la Iglesia, que promueve la redacción de hagiografías y el culto a estas figuras representativas de la defensa del territorio contra los sarracenos invasores. Con el tiempo, la leyenda cristaliza en una celebración popular, de la que se apropia, en el siglo XIX, un catolicismo que se implica en la elaboración de ideales nacionales y patriotas; lo mismo harán los defensores de la república laica y quienes promueven la exaltación de la lucha contra el enemigo exterior (el imperio alemán). En 1939, la Iglesia suprimió de su santoral oficial la conmemoración de San Vidian y otros santos regionales; para entonces, la permanencia de la fiesta estaba asegurada al haberse transformado en una celebración comunitaria que había perdido gran parte, aunque no todo, de su trasfondo religioso.

Hoy día, la huella andalusí permanece, en tanto que imagen de un islam amenazador; de ahí que, como en España, la ultraderecha recupere términos como “reconquista” y trate también de apoderarse de manifestaciones populares como la fiesta de San Vidian.

Para ampliar:

  • Albert-Llorca, Marlène, y Dominique Blanc, “ Faut-il brûler Anachronisme ? Souci historien et déni de l’histoire dans les rites festifs ”, Alban Bensa y Daniel Fabre, eds., Une histoire à soi. Figurations du passé et localités, Paris, 2001, pp. 87-102.
  • — y José Antonio González Alcantud, eds., Moros y cristianos. Representaciones del otro en las fiestas del Mediterráneo occidental, Toulouse-Granada, 2003.
  • Bancourt, Paul, Les musulmans dans les chansons de geste du cycle du Roi, Université de Provence, Aix-Marseille, 1982.
  • Carrasco Urgoiti, Soledad, El moro retador y el moro amigo. Estudios sobre fiestas y comedias de moros y cristianos, Granada, 1996.
  • Catafou, Aymat, “Toponymies “arabes” des Pyrénées catalanes : histoire ou légende?”, Michel Martzluff, dir., Roches ornées, roches dressées : aux sources des arts et des mythes. Les hommes et leur terre en Pyrénées de l’Est, Perpignan, 2005, pp. 513-525.
  • Domene Verdú, José Fernando, Las fiestas de moros y cristianos, Alicante, 2005.
  • Fabre, Daniel, “Saint Vidian entre l’Eglise et la République”, Jean-Claude Schmitt, ed., Les saints et les stars. Le texte hagiographique dans la culture populaire, Paris, 1983, pp. 175-192
  • Marchand, René, Reconquista ou mort de l’Europe, Editions Riposte Laïque, 2013.
  • Puccio, Deborah, “La Morisma, teatro de la conversión”, Marlène Albert-Llorca y José Antonio González Alcantud, eds., Moros y cristianos. Representaciones del otro en las fiestas del Mediterráneo occidental, Toulouse-Granada, 2003, pp. 135-150.
  • Sénac, Philippe, Musulmans et sarrasins dans le Sud de la Gaule du VIIe au XIe siècle, Paris, 1980.
  • Terrisse, Marc, “La présence arabo-musulmane en Languedoc et en Provence à l’époque médiévale”, Hommes et Migrations, 2014.