Astrolabios en al-Andalus: una historia de éxito

El desarrollo de la ciencia en al-Andalus, principalmente durante el siglo XI, y su materialización en la manufactura de instrumentos científicos como los astrolabios, es uno de los grandes hitos de la Edad Media española. Esos instrumentos, conservados en un buen número, despertaron el interés de las élites políticas y religiosas por sus usos, más allá del astronómico/astrológico, entre los que destaca la medida del tiempo, y por su simbolismo vinculado a la erudición


Azucena Hernández Pérez
Universidad Complutense de Madrid


Detalle del astrolabio de Aḥmad ibn Ḥusayn ibn Bāṣo. Granada, 1294. Real Academia de la Historia.

Un astrolabio es una representación bidimensional de la esfera celeste capaz de reproducir, de forma manual, su movimiento de rotación diario. Es un instrumento de precisión cuyo uso principal fue astronómico y matemático cuando se inventó en Alejandría en torno al siglo I a.C., pero cuya progresiva sofisticación le hizo servir para muchas otras funciones, principalmente la medida de alturas y profundidades y el cálculo del tiempo. Los astrolabios tienen forma circular con una anilla en su parte superior que es esencial pues se utilizan en suspensión, colgados de la mano libremente para asegurar su verticalidad (Fig. 1). Su diámetro suele ser de unos 25 centímetros, aunque nos han llegado astrolabios muy pequeños de unos 8 centímetros de diámetro y otros enormes de más de un metro de diámetro que, obviamente, deben utilizarse colgados de un soporte.

Figura 1: astrolabio en manos de Aristóteles enseñando a sus discípulos. MS Ahmed III 3206, f.90r. s. XIII. Museo Topkapi. Foto cortesía del Museo Topkapi.

Todos los astrolabios conservados son de latón, una aleación de cobre y zinc de aspecto dorado, y algunos conservan pequeñas incrustaciones en plata. Un astrolabio consta de varias partes: madre, dorso, araña, láminas y trono, ensambladas como se recoge en la figura 2. De entre todas las partes, es la araña, la parte frontal del astrolabio, la que incorpora los elementos decorativos que dotan al instrumento de una dimensión estética que siempre fue apreciada por las élites políticas y religiosas que promovieron su construcción. La araña es un mapa estelar en el que las posiciones de las estrellas se señalan mediante punteros en cuya base se inscribe el nombre de la estrella cuya posición señala. La araña consta de dos coronas, una cerrada más interior y otra abierta en el borde exterior. La circular cerrada representa la eclíptica que es la trayectoria que describe la Tierra en su giro anual en torno al Sol, pero que en la Edad Media se definía como la trayectoria que describe el Sol en torno a la Tierra (modelo geocéntrico del Universo), y lleva grabados los doce signos del zodiaco (de Aries a Piscis).

Figura 2: despiece de un astrolabio. Foto en el dominio público (pulse la imagen para agrandar).

El dorso del astrolabio contiene en su borde exterior una escala graduada en grados sexagesimales, un calendario zodiacal  con los doce signos del zodiaco y un calendario juliano (Enero, Febrero,…., Diciembre). Las láminas, que se sitúan bajo la araña, están grabadas por ambas caras y cada una sirve para ser utilizada en una determinada latitud, limitando por tanto la usabilidad del instrumento a aquellas latitudes para las cuales se cuenta con una lámina (esta limitación es la que resolvieron los astrolabios universales inventados en al-Andalus). Cada una de esas lámina lleva grabadas en su mitad superior las curvas almicantares y azimutales (las curvas almicantares u horizontales son a la esfera celeste lo que los paralelos son a la terrestre y las curvas azimutales o verticales juegan el mismo papel en la bóveda celeste que los meridianos en la terrestre), que conforman el sistema de coordenadas que permite ubicar los astros en la esfera celeste respecto al horizonte del observador. En la parte inferior se encuentran las doce curvas horarias que permiten el uso del astrolabio como reloj, llevando intercaladas las marcas de las horas de rezo que fija el Corán. 

Tras acercarnos brevemente a la estructura del astrolabio, vamos a abordar el contexto en el que vio la luz y el modo en que llegó ese instrumento a al-Andalus para quedarse y difundirse por todo el occidente europeo.

El proceso de helenización científica del Islam se inició en el siglo VII, tras la conquista islámica de Egipto y como resultado del traslado del centro académico y científico que fue Alejandría a Harrán (hoy ciudad turca cerca de la frontera con Siria), donde debió tener lugar el encuentro de la intelectualidad islámica de origen persa con la astronomía y con un instrumento como el astrolabio, de origen helenístico. La astronomía islámica, bebió simultáneamente de tres fuentes: la griega-alejandrina, la persa y la india, identificó las carencias y errores de cada una y dio un salto cualitativo colocándose a la cabeza de la astronomía del mundo entonces conocido hasta el siglo XIII.

En al-Andalus se mantuvo la ciencia hipano-isidoriana derivada del saber clásico y centrada en las obras de San Isidoro hasta el final del reinado del emir al-Ḥakam I (r.796-822). Las más antigua documentación conservada que nos habla ya de astronomía originada en al-Andalus y de la existencia de instrumentos asociados a ella, datan del reinado del emir Muḥammad I (r. 852– 886), a quien le dedica Abbās ibn Firnās (m. 887) un reloj de sol y una clepsidra con autómatas que señalaba las horas del día y de la noche. La autoproclamación de ‘Abd al-Raḥman III (r. 912-961) como califa de al-Andalus en el año 922 supuso el verdadero despegue de la actividad científica andalusí por el deseo de emular a Bagdad.  Al igual que estaba ocurriendo en el Islam oriental con el programa de traducciones masivas, el califa cordobés promovió la ciencia como un medio más de propaganda y legitimación, y por los beneficios prácticos que conllevaba. Así se inició el estudio de textos de medicina por la importancia de la salud, los de astronomía/astrología por el cálculo del tiempo y las predicciones y los de matemáticas por la contabilidad y la agrimensura. Fue en tiempos de su hijo, el califa al-Ḥakam II (r. 961-976), cuando se alcanzó el primer esplendor cultural y científico en al-Andalus. La paz del califato de Córdoba permitió el florecimiento de todas las ciencias en Córdoba, gracias a la sinergia de las culturas islámica, judía, carolingia (Marca Hispánica) y bizantina. El eje de la escuela científica de Córdoba en tiempos de al-Ḥakam II fue Maslama ibn Aḥmad al-Maŷrīṭī (m. 1007), conocido como Maslama de Madrid, que se trasladó a Córdoba a estudiar, desarrollando allí toda su actividad científica hasta su muerte. Su obra más importante fue la adaptación al meridiano de Córdoba de las importantes Tablas astronómicas (en árabe zīŷ) del astrónomo abasí Muḥammad ibn Mūsā al-Jwārizmī (m. 846). El texto de Maslama, que servirá de base a Azarquiel, unos años después, para la elaboración en 1069 de sus conocidas y celebradas Tablas Toledanas, conjuga material indo-persa, greco-árabe e hispano.

En lo que se refiere a los astrolabios del periodo califal, nos han llegado dos fechados y firmados por Muḥammad ibn al-Ṣaffār (hermano del importante astrónomo que fue discípulo de Maslama) y otros dos que, sin estar fechados, se atribuyen a ese periodo. No son sólo astrolabios los que se construyen en periodo omeya, han llegado a nosotros también varios cuadrantes solares (relojes de sol, llamados mizwala en las fuentes islámicas) en piedra caliza como los encontrados en Madinat al-Zahra y Córdoba.

El periodo de los reinos de taifas (1031- 1090) fue la edad de oro de la astronomía andalusí gracias al patronazgo del que disfrutó. En este siglo XI, el estudio de las matemáticas y la astronomía era parte de la educación de príncipes y personas cultivadas en general. La astronomía se enseñaba con el Almagesto del astrónomo alejandrino Ptolomeo (100-168 d.C.), y se incluía el estudio de los eclipses, longitudes y latitudes, cálculo del tiempo, mareas, constelaciones y mansiones lunares, tablas astronómicas y el uso del astrolabio. Con esta formación recibida por la élite política y económica, no es de extrañar que el patrocinio de la astronomía lo ejercieran los reyes, pero también visires, cadíes y otros altos funcionarios que dominaban el adab, el metalenguaje que Susana Calvo Capilla asocia con el maŷlis del saber, la reunión cortesana donde se debatía sobre literatura y poesía, pero también sobre los fundamentos del universo, la geometría y la abstracción matemática. El más importante de los astrolabistas activos durante el periodo taifa fue Ibrāhīm ibn Sa’īd al-Sahlī del que nos han llegado tres astrolabios (uno de ellos conservado en el Museo Arqueológico Nacional, Fig. 3) y un globo celeste que realizó en colaboración con su hijo Muḥammad ibn Sa’īd al-Sahlī, del que nos ha llegado un astrolabio.

Figura 3: frente, dorso y araña del astrolabio de Ibrāhīm ibn Sa’īd al-Sahlī. Toledo, 1067. Museo Arqueológico Nacional (nº inv. 50762). Foto de la autora con la cortesía del Museo Arqueológico Nacional (pulse la imagen para agrandar).

Mención especial merece el astrónomo toledano Abū Isḥāq Ibrahīm Ibn Yahyā al-Naqqāš al-Qurtubī al-Zarqālluh (1029-1100), conocido en las fuentes latinas como Azarquiel, inventor de una nueva tipología de instrumento: el astrolabio universal, un instrumento independiente de la latitud, y por tanto de uso en cualquier lugar, al que denominó azafea. También se implicó Azarquiel en el desarrollo de un nuevo instrumento, el ecuatorio, que servía para calcular las posiciones de los planetas.  Precisamente fue en ese ejercicio sobre posiciones planetarias donde Azarquiel representó la órbita de Mercurio como una elipse y no una circunferencia, atreviéndose a romper la astronomía basada en círculos para pasar a las secciones cónicas, y así adelantándose más de cinco siglos a las leyes que formularía el astrónomo alemán Johannes Kepler en 1609.

No fue sólo el reino taifa de Toledo el que contribuyó al esplendor de la ciencia y la manufactura de instrumentos científicos como los astrolabios en al-Andalus durante el siglo XI. Nos han llegado muy buenos ejemplares diseñados y manufacturados en los reinos taifas de Zaragoza, Valencia, Denia y Córdoba.

De los más de 50 años de dominio almorávide en al-Andalus (1090-1147) no hay ninguna información sobre actividad astronómica ni nos ha llegado ningún astrolabio andalusí realizado en ese periodo, quizá porque la actividad intelectual se centró más en la medicina y la filosofía. En el periodo almohade (1147/70-1238) se reactivó la construcción de astrolabios, destacando el prolífico astrolabista sevillano Muḥammad ibn Fattūḥ al-Jamā’irī que firmó astrolabios en los que destaca la simetría en el diseño (Fig. 4). Pero la actividad astronómica complementaria empezó a agonizar, manteniéndose sólo en tanto en cuanto se asoció a la medicina, que sí despertó el interés de los califas almohades. El desmoronamiento de la actividad científica en al-Andalus se produjo cuando ya se había iniciado el proceso de transmisión de todo ese saber a la Europa cristiana. Además, y como consecuencia de la absorción política de al-Andalus por el Magreb entre 1086 y 1228, los científicos andalusíes tendieron a emigrar al norte de África, empujados por las conquistas cristianas y por las nuevas oportunidades profesionales que encontraban allí. Esto provocó el desarrollo de escuelas científicas magrebíes, que continuaron la tradición andalusí.

Figura 4: frente, dorso y araña del astrolabio de Muḥammad ibn Fattūḥ al-Jamā’irī. Sevilla, 1224. Museo de Historia de la Ciencia de Oxford (nº inv. 50934). Foto de la autora con la cortesía del History of Science Museum, Oxford (pulse la imagen para agrandar).

En la Granada nazarí se mantuvo activa la construcción de astrolabios, destacando la figura de Abū ‘Alī al-Ḥusayn ibn Muḥammad ibn Bāṣo (m. 1316-17), que inventó un nuevo tipo de astrolabio universal, y su hijo Aḥmad ibn Ḥusayn ibn Bāṣo, del que nos han llegado tres astrolabios (uno conservado en la Real Academia de la Historia, Fig. 5). Ambos, padre e hijo, fueron además nombrados muwaqqit (“calculador de la hora”) de la mezquita aljama de Granada inaugurando en al-Andalus esa institución que había nacido en el Cairo mameluco y se extendió por todo el Islam desde finales del siglo XIII hasta el siglo XIX.

Figura 5: frente, dorso y araña del astrolabio de Aḥmad ibn Ḥusayn ibn Bāṣo. Granada, 1294. Real Academia de la Historia (Madrid). Colección Pascual Gayangos (nº inv. 1016). Foto de la autora con la cortesía de la Real Academia de la Historia (pulse la imagen para agrandar).

En las culturas islámicas, y en particular en al-Andalus, los instrumentos astronómicos no se encontraban sólo en los observatorios o espacios de la ciencia, sino también en los estudios de astrólogos y médicos de corte, en los jizāna (tesoros) de califas y príncipes, en las mezquitas y en las manos de los estudiantes que aprendían astronomía. Los instrumentos astronómicos eran algo más que simples objetos, puesto que realizaban múltiples funciones. Se identifican las siguientes dimensiones, no excluyentes:

  • Empírica: como objetos observacionales.
  • Operacional: a modo de calculadoras que ofrecían soluciones gráficas y/o numéricas a problemas matemáticos y astronómicos.
  • De representación: son maquetas del universo y permiten conocerlo.
  • Didáctica: eran objetos usados para enseñar y aprender cómo es el universo y permitían visualizarlo.
  • Simbólica e iconográfica: eran símbolo del saber, de la ciencia, atributo de los científicos, objetos de prestigio y alegorías del cosmos con significados religiosos y/o políticos.

La transmisión del conocimiento científico a través de los textos gracias a las traducciones está hoy muy cuestionado y se apuesta por un modelo de transmisión multiformato, en el que los objetos, los instrumentos científicos, jugaron un papel esencial. Se considera que la verdadera difusión del astrolabio en las sociedades cristianas vino de la mano del mismo instrumento y de su uso, más que de los complicados y densos Tratados del Astrolabio que también nos han llegado, tanto en árabe como en sus traducciones al latín y a las lenguas vernáculas.

Las distintas cortes fueron el polo generador del desarrollo de la ciencia y las actividades ligadas con la instrumentación científica en el mundo islámico desde sus inicios, aunque, según fue avanzando el tiempo, se generaron dos lugares más de desarrollo y patrocinio de la ciencia en el Islam: la mezquita y la madrasa. El caso de la incorporación de la mezquita a este conjunto de “lugares de la ciencia” se produjo en periodo mameluco en Egipto y Siria desde 1250 y se centró en la figura del muwaqqit de la que ya se ha hablado. La institución docente de la madrasa llegó muy tarde a al-Andalus, en el periodo nazarí, cuando ya la ciencia andalusí se estaba extinguiendo, y no se documenta ninguna actividad relacionada con la astronomía o los astrolabios vinculada a la madrasa de Granada.

Para ampliar:

  • Hernández Pérez, Azucena, Astrolabios en al-Andalus y los reinos medievales hispanos, Madrid, La Ergástula, 2018.
  • Hernández Pérez, Azucena, Catálogo razonado de los astrolabios de la España medieval,  Madrid, La Ergástula, 2018.
  • Hernández Pérez, Azucena, «El astrolabio de Ibrāhīm ibn Sa’īd al-Sahlī» (vídeo).
  • King, David A. In Synchrony with the Heavens. Studies in Astronomical Timekeeping and Instrumentation in Medieval Islamic Civilization. Volume Two: Instruments of Mass Calculation (Studies X-XVIII), Leiden-Boston, Brill, 2005.
  • Samsó, Julio, Las Ciencias de los Antiguos en al-Andalus (2ª edición con addenda y corrigenda de J. Samsó y M. Forcada), Almería, Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, 2011.
  • Viladrich, Mercé, “Astrolabios andalusíes” en Juan Vernet y Julio Samsó (eds.), El legado científico andalusí. Catálogo de la exposición del Museo Arqueológico de Madrid de Abril-Junio 1992, Madrid, Ministerio de Cultura, 1992, pp. 53-65.